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El milagro de Mar Santos entre las oleadas de viento en la Feria de Olivenza

Juanito hace la faena más destacada y corta una oreja, como Toñete y Marcos, en una buena novillada del Freixo

Momento de la cogida a María del Mar Santos con el primero de la tarde Ruedo de Olivenza

ROSARIO PÉREZ

Paró la lluvia y se arrancó el viento a pleno pulmón. Los operarios se esforzaban por quitar la lona, que o ndeaba como un mar revuelto . Si aquella cuadrilla de hombres apenas podía gobernar los plásticos cubiertos de agua, pues la fuerza de la naturaleza era mayor, ¿cómo manejarían los trastos los novilleros? No estaría de más que se contemplaran las suspensiones por semejantes oleadas de viento…

Una torera descorchó luego la Feria de Olivenza, María del Mar Santos , la primera mujer de la Escuela Taurina de Badajoz. La novillera de San Jorge de Alor se dobló en el saludo ante un novillo del Freixo que echaba la cara arriba. El susto sobrevino cuando resbaló en la arena, con un revolcón tremendo. Allá que siguió la joven extremeña, con el terno embadurnado de barro. La faena se antojaba casi imposible: el astado protestaba con violencia y la muleta planeaba por el vendaval. Tiró entonces María del Mar de valor y coraje y, como una ola, sopló algún zurdazo con su aquel. Por el otro pitón, este «Figura», que así se llamaba el animal, se venía al pecho. Y al pecho directo se fue cuando Santos se tiró a matar: horrible y seca la cogida, con los pitones rozando el cuello. Bajo el aguacero, pasó a la enfermería con varias contusiones, pendientes de estudio radiológico.

Mientras amainaba la lluvia y asomaba el arco iris, Juanito , variado y valeroso con el capote, echó las rodillas por tierra en el prólogo. Se notó su positiva evolución en los notables muletazos que instrumentó al enclasado segundo. El portugués adelantó las telas, alargó el trazo y buscó el temple. Con actitud de novillero se postró de hinojos otra vez y sufrió un susto. Siempre queriendo, no se dejó nada en el baúl y se marcó unas bernadinas para pasear la primera oreja de la desapacible tarde, con media entrada en unos tendidos que, conscientes de su lucha contra los elementos, animaron a los toreros.

También lograron un trofeo Toñete y Marcos por dos faenas de ganas y detalles, dentro de la desigualdad, a dos estupendos ejemplares. Alfonso Cadaval fue ovacionado después de una labor con altibajos a un mansito que se abría en cada pase. A portagayola se marchó un decidido Alejandro Adame -con cositas ilusionantes, pero desafinado con el acero- a recibir al último de El Juli, que lidió un buen conjunto ganadero . Finalmente, el madrileño no podrá hacer su doblete de paseíllos al no haberse recuperado de su cornada en Bogotá.

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