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Más toreo a caballo que trofeos en San Fermín

Hermoso de Mendoza corta la única oreja y pierde la puerta grande con el rejón de muerte

Más toreo a caballo que trofeos en San Fermín efe

andrés amorós

A las 12 en punto del mediodía, en el balcón central del Ayuntamiento –donde el alcalde de Bildu ha hecho colocar, por primera vez, la ikurriña –, se ha disparado el chupinazo: un gran cohete, de más de un metro de largo, con un sonido comparable al que produce, al despegar, un reactor. En la Plaza Consistorial, la marea humana es imparable: cánticos, bailes, lluvia de comidas y bebidas, pañuelos rojos levantados que luego se anudan... Esta vez, es la número 75, desde que nació el rito, en 1941, como inicio oficial de los Sanfermines : más de doscientas horas de fiesta ininterrumpida, en la calle.

Por la tarde, la tradicional corrida de rejones , el día anterior al primer encierro: un cartel repetido por quinta vez, en torno al ídolo de la tierra, Pablo Hermoso de Mendoza , que festeja sus 25 años de alternativa, con más de dos mil paseíllos. El gran jinete navarro tiene un enorme mérito: no procede de una familia de ganaderos ni rejoneadores; ha tenido que bregar duro para abrirse camino hasta el puesto de excepción que ya ocupa, en la historia del toreo a caballo. Junto al ídolo local, dos jinetes muy queridos, aquí: Sergio Galán y Roberto Armendáriz , otro navarro. Entre los tres, han abierto esta puerta grande nada menos que 28 veces: 15, Pablo; 9, Sergio; 4, Roberto. Esta tarde, los fallos con el rejón de muerte limitan el corte de trofeos pero el público lo pasa bien. Hermoso de Mendoza es el único que consigue una oreja: una vez más, provoca la admiración de sus paisanos, con su clasicismo .

El primer toro de Capea embiste con nobleza y buen tranco. Pablo Hermoso, con casaca roja bordada en negro, lo templa con precisión milimétrica, con «Napoleón». «Disparate» se luce en la suerte de la «hermosina», como si alternara las dos caras de la muleta. Una actuación magistral, sólo empañada por la suerte suprema. En el cuarto, muy serio, noble, «Berlín» mide las distancias, da verdaderos «muletazos». Con «Ícaro», torea muy en corto. El par de banderillas cortas a dos manos prende la mecha del entusiasmo . Como mata a la tercera, se queda en una sola oreja. (De haber acertado con el rejón de muerte, hubiera cortado, esta tarde, tres).

Elegante braceo

El segundo es deslucido, se distrae y dura poco. Sergio Galán resuelve las complicaciones con el elegante braceo de «Trópico», tan ligero que parece suspendido en el aire, y mata pronto, con «Titán». El quinto es más codicioso, sale con muchos pies y «Amuleto» salva el trance, en chiqueros. Con «Ojeda» clava de poder a poder. «Apolo» arriesga mucho, baila en la cara del toro y clava certero: se presiente el éxito pero el toro se echa, antes del rejón de muerte, desluciendo la faena.

El navarro Armendáriz va a dar una clase de rejoneo, en las actividades matinales para familias. Con casaca negra y bordados en plata, rejonea, con su tordo «El Capea», al tercer toro del Capea: una redundancia... Expone pero clava caído y pasa algún momento de apuro, con el alazán «Grano de Oro» . Una actuación entusiasta pero irregular. No mata bien. El sexto embiste con fuerza pero con querencia a tablas. Con el casi negro «Prometido», clava desigual. Levanta aplausos el tordo «Duende», al ponerse de manos y bracear espectacularmente. Sí acierta con el rejón de muerte pero la res tarda en caer y falla reiteradamente con el descabello.

Esta vez, salen a pie los tres caballeros: Pablo Hermoso de Mendoza, eso sí, con el reconocimiento general a su maestría. Sigue en lo alto, como el chupinazo.

Se acaban así los aperitivos, llegan los platos fuertes . A partir del martes, la dramática emoción de los encierros, el bullicio atronador de las peñas y la impresionante seriedad de estos toros.

Postdata. En su novela «Fiesta», cuenta Hemingway lo que vivió en Pamplona, tal día como hoy, hace noventa años: «Al mediodía del 6 de julio, la fiesta estalló. No hay otra forma de expresarlo. Siguió día y noche durante siete días. Las cosas que ocurrieron sólo podrían haber sucedido durante una fiesta». Hoy mismo, así sigue siendo.

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