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José Tomás y México, una historia de amor y sangre

La figura madrileña regresará el 2 de mayo a la tierra donde estuvo a punto de perder la vida por una cornada brutal

José Tomás y México, una historia de amor y sangre efe

abc.es

«A José Tomás le ha cogido un toro en Aguascalientes. Se teme por su vida». La noticia nos estremecía en el duermevela de la madrugada del 24 de abril de 2010. La primera impresión era terrorífica: un manantial de sangre se había desbocado por la taleguilla de la figura de hierro. El entonces redactor jefe de noche, Vicente Ángel Pérez, nos leía los teletipos de urgencia mientras «paraba las máquinas en marcha» para incluir una última hora que en segundos daba la vuelta al mundo: «José Tomás está gravísimo». Eran las cuatro de la mañana. La impresión, amarga: contunde la femoral y la safena. En México se cortaron las retransmisiones de fútbol para ofrecer un flash informativo.

«México, gracias, ayer recibí la sangre de tu pueblo», dijo José Tomás

El teléfono empezó a sonar. No paraba. Pese a la hora, la voz de la afición voló rápida en aquella noche negra de abril. Empeoraba el parte de guerra: ha seccionado la iliaca. Las informaciones llegaban confusas, hablaban de numerosas bolsas de plasma en la transfusión. La pérdida de sangre era espantosa. Tanto que desde el primer momento por la megafonía de la plaza pidieron a los aficionados su donación para dar vida al héroe. Los tendidos, rebosantes, se volcaron.

La congoja encogía el corazón a éste y al otro lado del Atlántico. Las lágrimas de cristal se precipitaban a borbotones como el caliz sagrado del hombre de oro que se había jugado la vida en un ruedo acechado por la parca.

Roto de dolor

El padre del torero lloraba a su hijo en una tierra hidrocálida más fría que nunca en aquel 23-A de México, curiosamente el lugar donde también sufrió una de las cogidas más graves en el inicio de su carrera. La gente, pese a sentirse también rota de dolor, trataba de infundirle ánimo: no hay consuelo posible cuando un hijo lidia en un quirófano por hallar un mañana.

José Tomás, siempre puro y de verdad, había pisado una vez más los terrenos más comprometidos. Y a las puertas del hospital Hidalgo ensalzaban el toreo inmaculado del mito de Galapagar . Se hablaba también de su generosidad, del dinero que había entregado en Aguascalientes para ayudar a los jóvenes. Y del percance, un percance que nunca borrarán de la retina aquellos que presenciaron en vivo el drama.

«Su vida no corre peligro», dijeron tras momentos de máxima angustia

Pasado un tiempo, el entonces apoderado de JT, Salvador Boix, salió a las puertas del hospital para tranquilizar a las innúmeras personas que allí se congregaban y rezaban por el maestro: «Su vida no corre peligro en este momento». Pero la operación aún no había concluido: la cornada fue muy seria. Nuestro corresponsal taurino, Guillermo Leal, nos iba dando cuenta de cada último minuto.

«Navegante», nieto del 113

El durísimo percance sobrevino cuando toreaba al quinto de De Santiago, de encaste Saltillo, propiedad de Pepe Garfias y nieto de un toro indultado de su hermano Javier Garfias, número 113. Al hacer un cambio de mano, de la derecha a la izquierda, el toro se le revolvió en un palmo de terreno y lo cogió de modo espeluznante. La carne de José Tomás, vestido de sangre de toro y oro, giraba sobre el pitón, que se hundió hasta provocar tres trayectorias. Según el parte médico, «un orificio de quince centímetros rompe la femoral y la iliaca y contunde la safena». El madrileño pasó por terapia intensiva, «pues la cornada fue muy dura, aunque ser tan joven y fuerte ayuda a que todo salga bien», señalaban los cirujanos.

Cuando José Tomás cayó en la arena, el reguero grana anunció la gravedad de la cogida. «Navegante», muy astifino y de 487 kilos, se ensañó con el matador. Más de tres horas y media duró la operación. Los primeros treinta minutos fueron terroríficos. Se temía por su vida: José Tomás se desangraba y tuvieron que ponerle más hasta ocho litros de sangre. Pero la sangre mexicana le devolvió la luz. «México, ayer recibí la sangre de tu pueblo y así no se puede sentir uno más mexicano y más agradecido, gracias México, gracias Aguascalientes», fueron las palabras del madrileño cuando abandonaba el hospital una semana después. Cinco años más tarde, el próximo 2 de mayo, regresará a la tierra que a punto estuvo de verlo morir y que le devolvió con su sangre a la vida.

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