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CRÍTICA DE TEATRO MUSICAL

«Rumba», un guiso falto de cocción

La compañía israelí Mayumana se reinventa con un espectáculo basado en las canciones de Estopa

Una escena de «Rumba» Javier Naval
Julio Bravo

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La compañía israelí Mayumaná mantiene, casi desde sus orígenes, una estrecha relación con España; en Madrid se presentaron por primera vez en 2001, y desde entonces su presencia en nuestros espenarios ha sido constante. Incluso eligieron nuestro país para poner de largo su espectáculo « Momentum ». No es raro, por tanto, que hayan buscado la complicidad del público español para que arrope su nuevo trabajo, titulado « Rumba », con el que buscan un camino nuevo en su trayectoria. Y, a juzgar por la reacción del público que acudió al estreno madrileño del espectáculo, lo han conseguido.

«Rumba» (***) Dirección: Boaz Berman y Geri Berman (Mayumaná). Canciones: Estopa. Director asociado: David Ottone (Yllana). Coreografías: Talia Bik. Escenografía: Eduardo Moreno. Iluminación: Juanjo Llorens. Vestuario: Juan Ortega. Intérpretes: Javier Guerra, María Ordóñez, Marcos Martínez, entre otros. Teatro Rialto, Madrid

En «Rumba», Mayumaná cuenta con un llamativo y popular aliado: el dúo Estopa . Varias de sus canciones más conocidas son la base para un musical especial, el primer espectáculo de la compañía que cuenta una historia. Pero no siempre que se cuenta con buenos ingredientes -Mayumaná y Estopa lo son- se consigue un buen guiso , y «Rumba» no lo es. A Boaz Berman, el director del conjunto israelí, le quedan todavía muchas horas en la cocina y de experimentación para encontrar que el plato tenga el sabor deseado. Ni es Mayumaná ni es un musical. Es un hibrido todavía sin ensamblar.

La historia de «Rumba» es la de unos Romeo y Julieta de barriada . Los Muñoz y los Jiménez son los Capuleto y los Montesco y sus respectivos bares el origen de la pendencia. Con este ligero sostén argumental se desarrolla el espectáculo, donde las canciones de Estopa no consiguen ligar en la salsa de Mayumaná . Los arreglos son necesariamente simples y no siempre se escuchan las letras con claridad ni se cantan con la calidad suficiente.

Hay momentos de belleza mayumaniana (la escena de las botellas es muy hermosa), mucho ritmo y energía desbordante y contagiosa, y hay que alabar sin reservas y con un aplauso admirado el talento y el esfuerzo de los once intérpretes , que en apenas unos meses se han sumergido en el exigente universo de Mayumaná y brindan a lo largo de hora y media un incansable y sobresaliente trabajo que mantiene el pulso del espectáculo.

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