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TEATRO

José Luis Garci: «No me gusta la manga ancha que tienen hoy muchas "actualizaciones" teatrales»

El cineasta debuta como director escénico con dos obras nacidas en Arte Nuevo -«Cargamento de sueños» de Alfonso Sastre, y «El hermano» de Medardo Fraile-, movimiento renovador nuestro teatro de los años cuarenta. La cita en el Teatro Español de Madrid del 18 de febrero al 27 de marzo

CARMEN R. SANTOS

José Luis Garci está en capilla. El próximo 18 de febrero estrena en el Teatro Español de Madrid el montaje «Arte Nuevo (un homenaje)», compuesto por «Cargamento de sueños», de Alfonso Sastre, y «El hermano», de Medardo Fraile, dos piezas gestadas en ese movimiento, Arte Nuevo , que fue un revulsivo en el teatro español de los años cuarenta. Pero no está nervioso. Confiesa que su debut como director teatral es, en realidad, un «flash-back» en su vida. Hace mucho tiempo, siendo todavía adolescente, pisó las tablas como actor, y de esa época guarda un muy grato recuerdo. Tampoco es la primera vez que pone en escena una pieza. Y Garci uno de nuestros cineastas más reputados, con un Oscar en su haber y varias nominaciones a la estatuilla, es desde siempre -nos dice- espectador habitual de teatro. Ahora se reencuentra con él entre bastidores.

¿Cómo fue su experiencia juvenil en el teatro?

Tuve la suerte de ir a un colegio cuyo director era un gran aficionado al teatro. Había un grupo «amateur» y yo estaba en él. Fui actor en varias obras y todos los meses, una o dos veces, íbamos a ver alguna pieza. No solo «Don Juan Tenorio», que, por cierto, me parece extraordinaria. Quizá podría haber continuado por el camino de la interpretación. Muchos años después me llamó José María González Sinde para hacer un papel en «Viva la clase media» y me dijo que era un buen actor. Y mi relación juvenil con el teatro no solo tiene que ver con esa faceta actoral. De joven dirigí bastantes obras. Por ejemplo, «Juego de niños», de Víctor Ruiz Iriarte, «El diario de Ana Frank», o «Escuadra hacia la muerte», de Alfonso Sastre. También monté a Suárez de Deza.

Precisamente de Alfonso Sastre es una de las obras que ahora dirige...

Creo que Sastre es un autor magnífico. Y, naturalmente, no únicamente él en ese proyecto asombroso, excepcional, que fue Arte Nuevo. Todos sus fundadores y miembros, Alfonso Sastre, Medardo Fraile, Alfonso Paso, José Gordón, Carlos José Costas, Enrique Cerro, José María Palacio, José Franco, son dramaturgos de primera.

A los quince años cayó en mis manos un tomo titulado «Arte Nuevo», donde se recogía más de una decena de obras. Más que leerlo, lo devoré. Supuso para mí un descubrimiento y un deslumbramiento. De pronto vi que había otra forma de teatro que nada tenía que ver con el que solía hacerse en ese momento. No es que ese me pareciera desdeñable en absoluto. Recuerdo especialmente «¿Dónde vas Alfonso XII?», que me gustó muchísimo, me parecía como de Broadway, con tantos cambios de decorados, la Plaza Mayor, el Palacio Real... y con un vestuario fastuoso. Sin olvidar a Jardiel, Benavente, Gregorio Martínez Sierra, Mihura... De estos dos últimos llevé al cine «Canción de cuna» y «Ninette y un señor de Murcia». Pero con Arte Nuevo estábamos ante algo diferente, renovador.

¿Qué destacaría de las señas de identidad de Arte Nuevo?

Fue un grito vanguardista, existencial en nuestro teatro de postguerra. Estaba en consonancia con todas las corrientes más renovadoras de la escena europa de esa época. Subrayaría que conjugaba muy bien el inconformismo con el talento. Porque se puede ser inconformista pero no tener talento. Incluso creo que encierra cierto carácter pionero. Una de las obras del espectáculo, «Cargamento de sueños», no está lejana a «Esperando a Godot», de Samuel Beckett, escrita después. En cuanto a «El hermano» se trata de una comedia costumbrista pero igualmente brillante y planteada desde un enfoque renovador. Tiene una gran ambigüedad, a la que le obligó la censura, pero que resulta muy sugerente y a la que he intentado sacarle el máximo partido.

Ya en mi película «You're the One» le rendí un pequeño tributo a través de los personajes que interpretan Lydia Bosch e Iñaki Miramón. Por cierto, Medardo Fraile me mandó una nota a raíz del filme, nos vimos y surgió una amistad que ha durado hasta su muerte. Medardo, uno de los mejores cuentistas de nuestra literatura, me dedicó un relato de su penúltimo libro, y yo le presenté el último. Tuvimos ocasión de hablar sobre Arte Nuevo y sobre su obra «El hermano». Ese homenaje me resultó, sin embargo, insuficiente. Por eso cuando Juan Carlos Pérez de la Fuente -nos une sobre todo nuestra pasión común por Max Aub, de quien él montó un espléndido «San Juan», que yo pensé llevar al cine-, me propuso dirigir en El Español no lo dudé. Tiene mucho de sueño el poder llevar a escena alguna de esas obras que leí entusiasmado a los quince años.

¿Quiere también dar a conocer más el movimiento?

Claro, claro. La aventura teatral de Arte Nuevo debe conocerse más, no perderse, hay que acercarla al público de hoy. Espero con este montaje contribuir a esa recuperación y que sea un primer paso para que otros directores se animen a ello.

¿De qué forma ha abordado el montaje?

Mi intención ha sido homenajear a Arte Nuevo no solo con el rescate de alguna de sus obras sino también en cuanto a que la representación sea como a ellos les gustaba, hasta en que los actores interpreten a la manera de entonces. Me ofrecieron todas las facilidades técnicas, pero dije «no». Quería hacerlo con el espíritu de sus miembros. Sin alardes tecnológicos que creo lo habrían distorsionado. Y reivindico el uso del telón. El telón tiene magia. Quiero jugar con él como un elemento esencial. Importa mucho incluso que se suba o baje despacio o rápido. Eliminarlo es un error, igual que lo fue suprimir la cortina en el cine.

Sí. Totalmente. Aparte de algún mínimo retoque lingüístico para que hoy se entienda mejor, o de quitar alguna ingenuidad -no olvidemos que los autores eran bastante jóvenes cuando escribieron estas obras-, he sido muy respetuoso. Pienso que hoy en día en el asunto de las «adaptaciones» o «actualizaciones» en el teatro y también en la ópera, existe tanta manga ancha que dan ganas de decirle al director de algunos espectáculos que mejor habría sido que él mismo hubiera escrito otra obra para expresar lo que deseaba. No me gusta esa manga ancha.

¿Su forma de dirigir ha sido distinta a la cinematográfica?

En esencia no. Al dirigir películas también de alguna manera hago trabajo de mesa y me vuelco mucho en la dirección de actores.

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