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CRÍTICA DE TEATRO

«La distancia», de Pablo Messiez: naturaleza envenenada

Fernando Delgado, María Morales, Estefanía de los Santos y Luz Valdenebro interpretan la obra, basada en una novela de Samanta Schweblin

María Morales y Luz Valdenebro, en una escena de la obra ABC

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

La escritora argentina Samanta Schweblin urdió en « Distancia de rescate » (2014) una oscura fábula sobre la venganza que se cobra en los humanos la naturaleza vulnerada, al hilo de unos hechos reales, el envenenamiento de personas a causa de la fumigación de unas plantaciones de soja con glifosato, un potente herbicida asociado al parecer a abortos y malformaciones. Pablo Messiez ha llevado la novela al teatro conservando de forma admirable su atmósfera misteriosa, sin desvelar las causas químicas de unos males presentados como una rara plaga inexplicable, ofreciendo sólo los datos precisos para que la trama avance implacable y mortalmente.

La distancia (****) Dramaturgiay dirección: Pablo Messiez, a partir de la novela de Samanta Schweblin «Distancia de rescate». Escenografía y vestuario: Elisa Sanz. Iluminación: Paloma Parra. Intérpretes: Fernando Delgado, María Morales, Estefanía de los Santos y Luz Valdenebro. Teatro Galileo. Madrid

Amanda agoniza y en el escaso tiempo que le queda de vida bucea en su memoria para intentar comprender cómo ha llegado a esa situación; David, un niño fantasmal que se desplaza arrodillado sobre una plataforma con ruedas, ayuda a la moribunda a desbrozar detalles para encontrar los realmente significativos, la explicación de cómo el mal logró franquear la « distancia de rescate », el espacio mínimo de separación entre ella y su hijita para poder ayudarla si sufriera algún peligro. Un duermevela alucinado en el que rememora cómo se trasladó al campo, cómo entabló contacto con Carla y su hijo, el David con la piel afectado por unas extrañas manchas, su visita a una hechicera que le propone trasladar el espíritu de la niña enferma a otro cuerpo para burlar el mal…

Messiez dirige con mano maestra ese cruce de dimensiones sonámbulas en el que se alternan escenas y planos diferentes, conversaciones y recuerdos, pasado y presente, en un técnicamente muy complejo entramado resuelto sin embargo con limpieza y sutil equilibrio. El vestuario y la escenografía de Elisa Sanz y la iluminación de Paloma Parra redondean una formidable ecuación escénica completada por los entonados trabajos interpretativos de María Morales , intensa Amanda atrapada en una pesadilla que no comprende, Luz Valdenebro, Fernando Delgado y la estupenda Estefanía de los Santos, igual de inquietante como niña que como curandera en trance.

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