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CRÍTICA DE DANZA

Cinco años es mucho

La Compañía Nacional de Danza presenta en el Teatro Real un programa «muestrario» de su trabajo bajo la dirección de José Carlos Martínez

Julio Bravo

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Veinte años, dice el tango, no es nada. Pero a veces cinco pueden ser mucho. Cinco años es el tiempo que lleva José Carlos Martínez al frente de la Compañía Nacional de Danza , a la que llegó con el mandato del Ministerio de Cultura de ampliar su repertorio y convertirla en un conjunto capaz de abordar los estilos más distintos, léase clásico y contemporáneo.

Bajo la batuta de Nacho Duato , la Compañía Nacional de Danza se transformó en lo más parecido a una compañía de autor, con un repertorio limitado al lenguaje de su director y de coreógrafos afines. Eso sí, de una categoría y calidad indiscutibles. No era fácil transformarla en una compañía versátil, capaz de pasar de un clásico como « Don Quijote » a una « Carmen » absolutamente contemporánea. Y José Carlos Martínez ha logrado su objetivo. El Ministerio de Cultura le ha dado tres años más para que prosiga su labor, porque todavía queda mucho camino por delante . De eso es muy consciente el bailarín cartagenero -curtido, no lo olvidemos, en el Ballet de la Ópera de París , que no es mala escuela-, que sabe, porque así lo ha reconocido, que hay títulos que están todavía fuera del alcance de la compañía.

La prudencia es una virtud; puede decirse, por tanto, que José Carlos Martínez es un virtuoso, porque su talante es tan prudente como discreto. Pero es, al tiempo, un hombre constante, muy seguro del trabajo que está desarrollando. Y el programa presentado en el Teatro Real , que él mismo ha definido como una muestra de lo que son capaces de ofrecer sus bailarines, es buen ejemplo de su filosofía.

Cuatro piezas muy distintas, que van desde el clásico puro -« Raymonda Divertimento »- a la creación actual -« Anhelos y tormentos »-, pasando por dos coreógrafos del siglo XX de miradas diferentes, Jerome Robbins y Uwe Scholz , componen el programa -el «muestrario»-y presentan a una compañía joven, fresca, que empieza a moverse con uniformidad, flexible. Es un conjunto todavía tierno, pero seguro ya de sus posibilidades.

« In the night », « Suite nº 2, Op. 17 III; Romance » y « Raymonda Divertimento » son tres piezas contrastadas. La primera es una creación de uno de los pilares de la danza del siglo XX: Jerome Robbins ; con música de Chopin , es una coreografía de movimientos delicados, una obra lírica que ha de dibujarse con pinceles cuidadosos, y así lo hicieron las tres parejas, con especial mención para Giulia Paris y Alessandro Riga . «Suite nº 2, Op. 17 III; Romance», del alemán Uwe Scholz , es un trío, sobre música de Rachmaninov, que sigue la estela de esa obra. Un tropiezo al comienzo de la pieza no restó concentración a los magníficos intérpretes: Nandita Shankardass, Rodrigo Sanz y Benjamin Poiriet. «Raymonda Divertimento» es un clásico lleno de luz y optimismo, que la Compañía Nacional de Danza bailó con alegría y desenfado, con suficiencia, aunque todavía le falta la chispa capaz de prender la llama en la retina de los espectadores. Sen Yun Kim, Anthony Pina, Natalia Muñoz y YaaGee Park , especialmente los dos primeros, brillaron dentro del equilibrado conjunto.

« Anhelos y tormentos (Homenaje a Granados) » se estrenó en marzo de este año en el Liceo barcelonés; sobre la música del compositor ilerdense, Dimo Krilov , antiguo bailarín de la CND, teje una pieza apasionada, anhelante y atormentada como su propio título indica. Krilov sabe crear el clima y hacer que sus movimientos convivan con el espíritu de la música.

En el apartado musical, precisamente, luces y sombras. Es un lujo tener en el escenario a Rosa Torres-Pardo , una de las mejores pianistas españolas de nuestros días, que conoce perfectamente a Granados y sabe recorrer con sensibilidad sus rincones. También Carlos Faxas interpretó con sabiduría a Chopin. Pero es una lástima (sus motivos habrá, es de imaginar) que «Raymonda Divertimento» se ofrezca, en el Teatro Real , con una grabación en lugar de con una orquesta en el foso. Desmerece a la compañía y desmerece al escenario que, por otra parte, es donde la CND debe tener su lugar.

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