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crítica de teatro

«Hacia la alegría»: viaje al centro de la noche

Pedro Casablanc interpreta en el teatro de La Abadía este monólogo, escrito y dirigido por Olivier Py

«Hacia la alegría»: viaje al centro de la noche ROS RIBAS

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Un arquitecto se despierta de madrugada y se lanza a recorrer la ciudad nocturna como si alguien le hubiera encomendado una misión inaplazable, anda ininterrumpidamente, iluminado por la antorcha de su conciencia sonámbula. Una larga caminata animada por un torrencial soliloquio incesante. Desde su residencia, en un barrio rico, con manadas de relucientes coches negros que acechan aparcados «como insectos o escualos», una zona sembrada de edificios «sin carne ni olor», llega al centro comercial que es el eslabón con los barrios más populares, un no lugar perfectamente concebido para que todos puedan compartir el éxtasis material blandiendo sus tarjetas de crédito. Y sigue más allá, hasta los arrabales degradados donde la ciudad se licúa en páramos de silencio sucio.

Camina y camina, y describe lo que va viendo con metáforas de descarnada precisión. Puede ser un Joseph K. sumergido en la pesadilla de la realidad desnuda, o un Dante perplejo y desesperado que atraviesa los círculos del infierno con agónica determinación de maratoniano hasta que sus pasos le conducen al límite, un vertedero en el que detalla la jerarquización de las basuras y se revuelca en el lodo entre ratas hambrientas. Se ha ido desprendiendo de su ropa y de la arrogante dignidad que viste durante el día, de la soberbia del arquitecto que ha contribuido a levantar el mundo vacuo del que huye. En un destartalado recinto encuentra un cubículo mínimo donde se refugia, y allí, aterido, mugriento y sin fuerzas se siente invadido por la alegría que tal vez soñó y le obligó a levantarse de la cama.

Olivier Py , director, actor , escritor y actual responsable del prestigioso Festival de Teatro de Aviñón, ha escrito y dirigido esta adaptación escénica de su novela «Excelsior», un alucinado viaje al fondo de la noche que es al tiempo una zambullida de su protagonista en el centro de sí mismo, de tal forma que la ciudad vacía que retrata es tal vez la geografía interior de sus pavores y obsesiones. Py firma un apabullante itinerario de dimensiones filosóficas con derivaciones políticas y místicas cuya puesta en escena refleja magistralmente ese estado deambulante de la conciencia, con el auxilio de la imponente escenografía de Pierre-André Weitz : una torre móvil de ladrillo industrial manejada por cuatro operarios, que se abre, cierra y transforma, además de una cinta continúa por la que camina el arquitecto y un fondo de plástico negro traslúcido en el que, en una de las mejores escenas de la función, se efectúa una revisitación delirante de la caverna platónica. Estupendo el cuarteto de cuerda que construye la cartografía musical de la ronda nocturna.

Pedro Casablanc realiza una interpretación extenuante en la piel de ese arquitecto azogado que se deconstruye a sí mismo, un papel que requiere un gran esfuerzo tanto físico como mental, pues se mueve constantemente durante los setenta minutos de la función mientras se entrega a un monólogo endiablado, sin un gramo de materia inocua. Un gran trabajo que reafirma su extraordinaria categoría como actor en una obra tan difícil como apasionante.

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