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Terry Gilliam, sobre su «Benvenuto Cellini»: «Hemos creado un monstruo»

El fundador de los Monty Python estrena el domingo en el Liceu su visión de la ópera de Berlioz

Terry Gilliam, ayer en el Liceu ce EFE

PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

La directora artística del Gran Teatre lo presentó como alguien que huyó apenas pudo de su Minnesota natal para conseguir lo que quería: de ese modo Terry Gilliam pudo fundar el famoso grupo teatral Monty Python y la serie de TV «Flying Circus», trabajar en Hollywood y triunfar como director y actor. Inmerso en una gira promocional de su autobiografía, llegó a Barcelona a tiempo para los ensayos finales de su producción de la ópera de Hector Berlioz «Benvenuto Cellini».

Muy excitado por trabajar en España, apuntó que «anoche le estábamos buscando título en español a mi biografía: será “Gilliamadas”». Sobre el libro pasa de puntillas para centrarse en su montaje operístico, que subirá al escenario liceísta el domingo y se quedará hasta el 19 de noviembre si finalmente se puede desconvocar la anunciada huelga de los trabajadores del Liceu, actualmente en pleno proceso de mediación. Con huelga o sin ella, el montaje sigue adelante para tener todo a punto el domingo.

Una escena del montaje EFE

Gilliam se confesó enamorado de Cellini y de Berlioz: «Me cautivó el compositor después de dirigir su ópera “La damnation de Faust”, tanto su música como su personalidad; era un hombre algo loco, de extremos, y eso me fascina; por otra parte, hace años leí la autobiografía del artista y escultor Benvenuto Cellini y me gustó tanto que me planteé hacer una película sobre su vida, pero descubrí la ópera de Berlioz sobre el personaje y me puse a ello», apuntó. «En esta obra, Berlioz muestra a través de Cellini cómo es la lucha de un artista ante el deseo de un imposible, se aprecia el éxtasis del acto de la creación y el terror y el infierno que significa fracasar. Todo ello se refleja en esta producción, y ese terror lo comparte. Técnicamente es una pesadilla, es muy difícil de montar, pero si la hicimos en Londres y en Ámsterdam, seguro que también la podremos hacer aquí con el mismo éxito».

El montaje, un reto

Su asistente en temas operísticos, Natascha Metherell , lleva semanas montando la producción en el Liceu y comparte la opinión de Gilliam: «El montaje es un reto para los intérpretes, ya que Terry trabaja de una manera diferente a la usual en ópera, pero los cantantes dicen que el método es muy enriquecedor. Además, la partitura está llena de dificultades técnicas, y si en ella pone que hay que hacer 23 minutos de carnaval, pues eso es lo que se hace, y hablo de 100 personas sobre el escenario: actores, acróbatas, coro, cantantes, niños...». Gilliam la interrumpe afirmando: «Sí, hemos creado un monstruo, una bestia. Soy muy afortunado, ya que yo soy solo un aficionado en esto de la ópera y no sé cuáles son las fronteras del género. Pero lo que proponemos funciona. Me gusta ver a los intérpretes en una carrera hacia los límites de sus posibilidades y de su talento, pero al final acaban volando».

«La ópera es una especie en peligro de extinción y por eso hace falta renovarla» Terry Gilliam

Aclara que el suyo es más teatro contemporáneo que una ópera al uso: «La English National Opera, donde estrenamos la producción, tiene su sede en el Teatro Coliseum, un teatro de variedades, no de ópera; por eso hemos hecho un espectáculo de teatro popular. En realidad es la verdadera razón de ser de la ópera en siglos anteriores, una forma de entretenimiento que fue, desgraciadamente, sustituida por la televisión. La ópera es una especie en peligro de extinción y por eso hace falta renovarla».

Consultado respecto de los 40 minutos de música que en el estreno en Londres se cortaron y que después se añadieron en Ámsterdam, pero que vuelven a desaparecer en Barcelona, Gilliam comentó que Berlioz «hizo tres versiones de esta ópera y fracasó en las tres, mientras nosotros triunfamos con nuestra propuesta. La de Londres posee más tensión dramática y es la que funciona; la de Ámsterdam no aportó nada. En Inglaterra, cuando montamos un Shakespeare, también lo adaptamos, ya que el público de hace varios siglos no es el mismo de ahora. No es la Biblia. Lo que queremos es hacer un buen “show”, lo más poderoso posible para el público actual, pero sin tocar el alma de la obra, llegando a su esencia».

En este montaje las imágenes propuestas van desde el Renacimiento hasta el siglo XIX. «Es muy difícil representar una obra de Berlioz y si “La damnation” me daba miedo, “Cellini” me daba auténtico terror; pero este es un ámbito que me atrae: la pasión por el exceso. Los locos y los niños me encantan, porque ellos pueden salirse de la realidad y ver la verdad. Hoy necesitamos más locos, pero no de esos que ponen bombas para destruir, sino locos que sean capaces de crear». Por último apostilla que en su propuesta teatral «no hay ningún tipo de mensaje. Lo que quiero es que cada espectador pueda echar a volar su imaginación a partir de nuestro espectáculo».

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