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CRÍTICA DE MÚSICA CLÁSICA

El mundo de Bach

Marc Minkowski y Philippe Herreweghe dirigen en Madrid, respectivamente, las Pasiones de San Juan y San Mateo

Philipe Herrewehe ABC

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

Cuando Luigi Garbini publicó su «Breve storia della musica sacra», hará poco más de diez años, quiso recordar la metáfora de los «jardines prohibidos» en referencia a un repertorio protegido cuyo atractivo es similar al que produce la irresistible fascinación del espacio vetado. Estando en plena Semana Santa, esta idea se hace tangible en tanto aparece en alguna programación cualquiera de las pasiones de Bach . La de San Juan la trajo el ciclo Ibermúsica con Les Musiciens du Louvre de Marc Minkowski , y la de San Mateo el CNDM invitando a Philippe Herreweghe y su Collegium Vocale . El horizonte de esta última era la puerta del Auditorio multiplicada de carteles con petición de entradas. Hoy, la liturgia profana del concierto es el jardín en el que se reafirma la validez de un drama capaz de conmover con la misma intensidad estética que la historia del heroico Tristán.

«La Pasión según San Juan» y «La Pasión según San Mateo» (****) Autor: Johann Sebastian Bach. Intérpretes: Les Musiciens du Louvre / Collegium Vocale Gent. Dirección: Marc Minkowski / Philippe Herreweghe. Lugar. Auditorio Nacional, Madrid. Fecha: 6 y 9 de abril

Las consecuencias que se derivan de ambas interpretaciones son interesantes, en tanto los planteamientos difieren. Minkowski propone, hoy por hoy, una apuesta de riesgo pues limita la presencia vocal a ocho cantantes que logran con dificultad el equilibrio con los instrumentos. Hay que armarse con voces de extraordinaria calidad para que el encuentro sea posible y, apenas el Evangelista de Fabio Trümpy salió airoso, color lírico, voz vibrante y de moderada proyección. Que la propuesta se atenga a una verdad histórica acaba por ser una anécdota si el fin queda irregularmente expuesto.

Herreweghe, por su parte, amplia la supuesta veracidad a proporciones acústicamente fiables con coros suficientes, con independencia de que las voces del Collegium Vocale hayan sido siempre de una calidad extraordinaria. Es muy difícil, además, competir con Maximiliam Schmitt y Florian Boesch , Evangelista y Jesús, de voz muy armada y expresividad sobresaliente. Luego está el detalle: el refinamiento en la interpretación de las figuras retóricas, la dimensión espectacular de su propuesta en tanto intensifica el juego de la doble orquesta y coro, la escenificación de la tragedia. Apenas el coro final, algo agotado, y las dificultades vocales de Peter Kooij empañaron un acceso apasionante.

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