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Luis Fonsi y la punta del iceberg

El puertorriqueño cantó su «Despacito» por partida doble en un concierto coreado de principio a fin

Luis fonsi, en el Teatro Real de Madrid MAYA BALANYA

NACHO SERRANO

Se podría pensar que en los conciertos de Luis Fonsi la sensación de estar esperando «algo» flota todo el tiempo en el ambiente. Que cada show es un prólogo y epílogo de La Canción que llega para gobernarlos a todos, no para atarlos en las tinieblas sino para hacerles perder el control de sus caderas . Pero el puertorriqueño tiene buenos fans, una hinchada que disfruta cada momento, que conoce perfectamente todo lo que hay bajo la punta del iceberg , que se sabe las letras de todas y cada una de las canciones que canta su ídolo. Eso sí, cuando sonó «Despacito» el Teatro Real dejó definitivamente de ser un icono de la alta cultura y se convirtió en una discoteca pachanguera en hora punta.

Hasta ese momento, un público atestado de vips (se apuntaron Guti y Romina Belluscio , Lara Álvarez, Eugenia Martínez de Irujo , Joaquín Cortés , Adriana Lastra , Noelia López , Alyson Eckman , Sonia Ferrer , Rubén de la Red y Sara Sálamo ) disfrutó de una sucesión de baladas cortavenas y ritmos reguetoneros, que arrancó con una «Tanto para nada» quizá demasiado bombástica y ostentosa, pero que dio paso a una «Corazón en la maleta» que encandiló a todo el Teatro Real y puso en pie a los primeros bailongos. «Impresionante lugar, nunca había tenido que mirar tan arriba», exclamó el artista más «clickado» de la historia de internet. «Sé que es un sitio muy fino, pero hoy pueden bailar». Y así entró el primer pelotazo con ritmo dembow, «Apaga la luz».

Fonsi se emocionó cuando presentó «Llegaste tú» (tonada inspirada en su mujer, que ayer viajó a Madrid para no perderse el recital más elegante de la gira española «Love and Dance»), y después enlazó varias baladas que se antojaron algo clónicas, sensación que se acentuó por culpa de un micrófono que no dejaba llegar las frases con claridad.

Bandetas venezolanas

El puertorriqueño, quizá consciente del ligero bajón de energía en la sala, rompió el maleficio saltando al patio de butacas para besar la barriga de una mujer embarazada y seguir cantando con un público tan sorprendido que no tuvo tiempo ni de sacar el móvil para inmortalizar el momento. Un par de banderas venezolanas se agitaban en las butacas y se mascaba alguna referencia al remix chavista de «Despacito», pero Fonsi prefirió no hablar de la trascendental jornada que se vivió ayer en el país ninguna de las dos veces que le dio caña a su hit, una a mitad de concierto y otra al final, para cerrar la fiesta por todo lo alto.

Cabe preguntarse cuál será el techo de esta composición coescrita por Fonsi con Erika Ender y Daddy Yankee, a la que ya se le han practicado concienzudos análisis técnico-musicales para dar con su clave del éxito (¿ cómo ha podido pegar tanto teniendo un estribillo que casi nadie es capaz de aprenderse ?). Y también cabe preguntarse cuál será el techo del reguetón, un género que ha conquistado en todas direcciones mucho más allá de su dominio en el mundo pop hispanohablante, incluyendo a las celebrities del pop anglo (Justin Bieber), al complicadísimo mercado asiático (ya hay docenas de grupos chinos de reguetón) e incluso al casi siempre impenetrable universo musical gitano (ya existe lo que podría llamarse «reguetano», rumbitas y flamenquitos con tu-patú-pa, tú-patú-pa). A algunos les costará más que a otros, pero parece que después de la locura planetaria que estamos viviendo con «Despacito»; va a haber que ir aceptando que ha venido para quedarse.

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