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Jorge Marazu, el artista que pasó de repartir pizzas a escribir canciones para Raphael

El cantante abulense actuará mañana en el Teatro Real, donde presentará su tercer trabajo: Lumínica

Jorge Marazu, que presenta mañana su tercer trabajo, «Lumínica», en el Teatro Real UNIVERSAL
María Jesús Guzmán

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Jorge Marazu (Ávila, 1986) escuchó una de sus canciones en la voz de Sergio Dalma a través de la televisión, cuando se estaba vistiendo para repartir pizzas. No es la única vez que un artista consagrado interpreta uno de sus temas. Un buen día, Pasión Vega, de la que se declara «hiper fan» y a cuyos conciertos iba desde muy joven, lo llamó. Le dijo que le «encantaría» que escribiera una canción y «luego decidió grabar además dos que ya estaban publicadas», cuenta Marazu a ABC, quien también ha llegado a escribir una canción para Paloma Navarros, la corista de Sabina. Y para Raphael, «Una vida» . «Imagínate: ir a su casa, estar con él, que te diga que le has hecho una canción a medida... yo en ese momento era el único de los autores que no tenía compañía ni era un artista conocido», recuerda. El día que se reunió con él, compartieron mesa y desayuno con Vanesa Martín, Pablo López, Iván Ferreiro , Izal, Virginia Maestro, Vega... «si llega algún momento en la cosa no funciona y me toca ponerme a reponer en un Mercadona, podré contar que he pasado por eso», agrega Marazu. Pero nada indica que le vaya a ir mal, más bien todo lo contrario.

Mañana dará un concierto en el Teatro Real . «Es un día muy importante. No todos los días se actúa en un lugar como ese. Lo afrontamos con un relativo vértigo porque es la primera que vamos a tocar en directo lo que ya hemos grabado en vídeos en acústico», reconoce el artista, quien, aún así, intentará que «los nervios sean los mismos que en otro sitio porque, aunque el recinto sea muy especial, la gente que va se merece lo mismo que la que asiste a todos los demás conciertos». El espectáculo es una pieza más del puzzle que encarna el Universal Music Festival , impulsado por Universal. La compañía discográfica fijó su mirada en el cantante abulense y que le ha dado los medios necesarios para que saque su tercer disco al mercado: «Lumínica» . Un álbum muy diferente de los dos anteriores, «La colección de relojes» y «Escandinavia» —autoeditados—, más positivo, más optimista. Saldrá a la calle después del verano.

En la terraza de un hotel, rodeado de los edificios de extrarradio de Madrid, con un vaso de agua sobre la mesa que apenas toca y los ojos protegidos por gafas de sol; el cantante habla con ABC.

¿Qué nos trae Lumínica?

Mucha luz y un relativo optimismo; una energía bonita. Por primera vez en mi vida he hecho un disco más enérgico y optimista.

¿Por qué ahora?

Supongo que por las circunstancias y por el momento. No creo que siempre haya que hablar de lo que a uno le pasa, pero está bien buscar que los discos no siempre sean lo mismo . En este momento de mi vida, quería contar un poco el momento en que estaba y que las canciones hablasen de sensaciones.

¿De dónde viene el título?

El disco habla en muchos momentos en mi pueblo, Blascosancho, al norte de Ávila. El verano anterior, pasé algo más de un mes allí, terminando las canciones. Hay muchas referencias a aquella estética. Mi pueblo es como mi búnker, el lugar donde me guardo . Y una noche, paseando por allí y mirando el cielo, me dije: ¡que espectáculo! Esto que no vemos en la ciudad, qué feo que la palabra lumínica siempre lleve contaminación delante. Es un nombre muy potente que me sonaba casi a grito de guerra . Estaba con unos amigos y les dije: creo que este es el título del disco.

¿Podría elegir una canción que represente todo el álbum?

Es muy difícil. «Luz», el single, explica bien el momento. Pero si tuviera que elegir una canción, creo que la que más especial del disco es «14 años atrás», la más bonita que he escrito nunca. Habla de esa relación que todos hemos tenido en la adolescencia y en los primeros años de adulto, en la que creo que no fui del todo justo. Se piensa en lo mal que está uno y nunca en el otro. He aprendido un millón de cosas de esa persona, pero es verdad que nos pasamos muchos años en la tristeza de ver la parte de la relación que era brutal y no nos acordamos de los últimos años en los que ya no estaba funcionando. Sentí la necesidad de reconciliarme con esa historia a través de una canción . Todos hemos tenido ese primer amor que siempre está dando vueltas en la cabeza, aunque ya no signifique lo mismo: Creo que es la canción de la que más orgulloso me siento de toda mi vida. Hace referencias a mi pueblo, a esas sensaciones.

¿Qué me dice de otra de las canciones, «Barrio de Santa Cruz»?

Es un jardín de influencias. Es una zamba argentina, una música que es espectacular y que cantaba mucho Mercedes Sosa , de la que soy muy fan. Y a la vez es, también, una jota castellana. Es un batiburrillo y habla de una experiencia en Sevilla. Es muy bonita. Intenté seguir, salvando las distancias, como un lenguaje muy machadiano, muy lorquiano; de las flores y los naranjos en flor. Es una de las canciones de las que más orgulloso estoy. Seguramente, es la más diferente de todo el disco, pero es algo que necesitaba hacer.

¿Prefiere componer para usted o para otros?

Lo que más me gusta del mundo es hacer canciones para mí . Es muy diferente. Cuando escribo para mí intento hacer cosas que me lleven al lugar al que quiero llegar. Y cuando compongo para otros trato de estar bajo unos parámetros. Pero creo que ambas cosas se complementan muy bien y son muy productivas . Cuando me estoy en lo mío me meto en universos de los que a veces es difícil salir y cuando compongo para otros es un juego. Meterte en la vida de Raphael, escucharle, leer sobre él... prepararte para hacer eso es una cosa muy divertida, escribir para un genio. Es historia. Y para Pasión pues imagínate.

Mientras habla, su camisa oscura y remangada deja a la vista un tatuaje en el antebrazo derecho, un gran rosetón indígena de Chiapas de vivos colores que se tatuó después de pasar por el país azteca. ¿Cómo fue su experiencia en México?

Me cambió un poco la vida porque ya he ido dos veces en un año. La primera vez fue espectacular. Llegué en un momento en que no sabía qué iba a pasar con mi vida. Había pasado una época relativamente mala. Fue llegar allí y, al día siguiente, llamarme mi manager. Mi primer concierto allí fue de cuatrocientas y pico personas con la actitud, la pasión y el entusiasmo del público mexicano. La estética, el universo, la cultura… yo ya había escuchado música de allí pero me he traído mucha más. Aunque solo he estado dos veces, siento que es parte de mi vida y lo echo de menos.

Además de la música latinoamericana, tiene muchas otras fuentes de inspiración...

De todo. Me gusta mucho escuchar lo que me emociona sin tener prejuicios. Igual cuando uno es más pequeño solo quiere ser rockero, pero a día de hoy hay gente a la que admiro mucho y me ha influenciado. En este disco, por ejemplo, Manolo García, Bunbury, Harrison, Tom Waits, Rufus Wainwright, Christensen y Alejandro Sanz, que para mí es uno de los más importantes de nuestra historia. Analizas las canciones una por una y... es muy difícil que alguien llegue algún día a ese nivel. Nino Bravo también. Camarón siempre está presente. Hay muchas cosas, mucha música clásica: Chopin, Debussy. Hay muchas influencias y me gusta que sea así; no tener un estilo concreto. Ese batiburrillo hace que tengas tu propia forma de comunicar las cosas .

¿Qué se escuchaba en su casa?

Había de todo, discos de todos los estilos. Nada internacional, la mayoría de cosas eran nacionales: Monolo Tena, Enrique Urquijo, La Piquer. Mi padre era cantante de orquesta, con lo cual cantaba de todo en la época en que las orquestas hacían cumbia, merengue, rumba, pasodobles, rock, pop. Es verdad que uno acaba adquiriendo su propio camino; pero siempre ha habido música, siempre ha habido canciones en casa. Desde los tres años me llevaban a clases de música en Ávila , con una profesora que era absolutamente espectacular. Me enseñó a amar la música jugando con ella y a que formara parte de mí desde que tengo uso de razón. Aunque hay un momento en mi vida en que decido que esto va a ser mi profesión, siempre me sentí músico. Con ocho o diez años me subía a cantar en la orquesta con mi padre.

La influencia de la música popular ya se nota en «La ruta de los colmaos»...

Llevaba un tiempo escuchando copla y en los conciertos hacía una versión de «La bien pagá», me la llevaba a mi terreno. Coincidió con que escuchaba mucho a Carlos Cano y «Lágrimas Negras» de Diego el Cigala y, en un momento en que no sabía qué hacer, surgió de la nada una propuesta de Marisa Nieto, una amiga que es casi una hermana. Trabaja en la Fundación Autor. Me propuso participar en un ciclo de copla. Rescatamos un repertorio de coplas junto con algunas canciones argentinas y cubanas. El fin llevar los temas al sitio en que me encajasen; a un sonido más Tom Waits, más crudo, más folk. Fue espectacular. Es algo que tenemos ahí y me gustaría volver a sacar. Estuve como cuatro meses encerrado en mi casa, estudiando la vida de la copla : antes de la guerra, la posguerra, todos los garitos de Villarrosa, toda esa onda de los flamencos madrileños. Descubrí cosas espectaculares, compartimos con Carlos Goñi, de Revólver, hablé en una entrevista con Antonio Carmona, al que admiro profundamente. Una experiencia increíble con la que aprendí mucho y de la que creo que hay una influencia brutal en mi segundo disco. Aunque hago una música que no tiene nada que ver, siempre en los discos se encuentra algo que se acerca a eso.

En el pasado, jugó en el Ávila Club de Fútbol, ¿le fue difícil renunciar al fútbol para dedicarse a la música?

No, lo dejé muy temprano, con 17 ó 18 años. Lo que pasa es que estaba en un buen momento; el entorno se sorprendió porque parecía que podía pasar algo. No creo que nunca hubiera llegado a nada porque era portero y era muy bajito. No me costó nada porque era lo que yo quería. Entrenaba cinco días a la semana y el finde jugaba. En muchos casos me convocaban de suplente con el primer equipo y, al día siguiente, jugaba con los juveniles. Llegó un momento que no podía dedicarle tiempo a la música ni podía ir a ver conciertos. Decidí dejarlo. Lo tuve muy claro. Obviamente, en muchos momentos de mi vida he tenido esa morriña de ¿y si hubiera aguantado un poco? Pero no de arrepentirme porque me siento muy orgulloso de lo que hice y de lo que soy ahora.

El lunes pasado compartió escenario y micro con Pablo Milanés, ¿cómo fue aquello?

Imagínese. Fue una pasada. Además de compartir la noche con Víctor Manuel y con Rozalén, estaba Pablo. Un referente mundial de la canción en castellano que tuvo a bien invitarme a cantar una canción espectacular, «Años». Es jodido salir al escenario y mirar a un tío que es historia, que ha cantado con un montón de gente a la que tú admiras, que ha formado parte de la vida de muchísimas generaciones, que ha sido un pionero en algo y que además te trata con una naturalidad, una humildad y una tranquilidad impactantes. Además, justo antes de salir a actuar me contó su experiencia de Mercedes Sosa [con ella cantaba «Años»]. Cuando acabó el concierto y estábamos sentados con Víctor Manuel y con Rozalén, que es pura luz, estuvo hablando de Chucho Valdés, de Compay... como yo hablo de mis amigos. ¡Qué movida! Creo que por eso han merecido la pena todos los malos ratos que nos hemos llevado estos años.

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