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Música

«Havana Moon», el milagro de los Rolling Stones

Hoy se estrena en los cines el documental que narra el histórico concierto del grupo en la capital cubana

Los Rolling Stones en La Habana EFE

NACHO SERRANO

«Los Rolling Stones pueden hacer cosas que los gobiernos no pueden». Son palabras de Keith Richards, y quizá la frase clave del documental «Havana Moon» (un título que rinde homenaje a una canción de su adorado Chuck Berry), que registra con detalle todo lo que aconteció la noche del pasado 25 de marzo en la Ciudad Deportiva de la capital cubana. Después de más de medio siglo suspirando por un concierto de los Stones, los cubanos por fin pudieron disfrutar en directo de sus majestades satánicas, que superaron los desafíos logísticos y políticos para dar uno de los conciertos más importantes de su larguísima trayectoria.

Antes del apoteósico arranque del show la película hace un breve retrato de la vida en la ciudad, captando momentos cotidianos con una fotografía de muy bella factura mientras los miembros del grupo cuentan lo importante que es para ellos tocar allí. «Hace mucho tiempo que queríamos hacer esto», explica Mick Jagger. «Era un reto complicado por el embargo que pesa sobre la isla, pero cuando nos decidimos supimos que conseguiríamos sacarlo adelante, que ocurriría».

Para Ron Wood, el mejor momento del concierto fue precisamente cuando terminó. «Cuando salimos de allí en coche, nos encontramos con la fila de gente sonriente más larga que he visto en mi vida. Eran kilómetros y kilómetros de fans agradecidos. Se les notaba el entusiasmo de quien está viendo algo que jamás creía que podría ver». Su compañero baterista, el estoico Charlie Watts, asegura que lo que tenía ganas de ver era «la arquitectura de la ciudad... y sus coches, ¡qué coches! Parece un museo».

El concierto esta acertadamente grabado con un sonido de ambiente que da protagonismo a la multitud, pero quizá no tenga el mismo jugo que la introducción. Al margen de algunas escenas que muestran a un público con los ojos vidriosos, entregado al ritual rockero que tanto tiempo ha esperado, ofrece un show intenso y emotivo, pero a medida que avanza se pierde la noción de la trascendencia del momento. No fue el mejor concierto de los Stones, desde luego. Y aun así, cambió el mundo.

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