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CRÍTICA DE ÓPERA

«El gallo de oro»: Estamos siempre soñando

Anoche se estrenó en el Teatro Real esta ópera compuesta por Rimski-Korsakov a partir de un texto de Vladímir Belsky basado en un poema de Aleksandr Pushkin

Una escena de «El gallo de oro» JAVIER DEL REAL

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

Se discute desde antiguo el verdadero significado de la música , y en particular su capacidad para relacionarse con la sociedad y el mundo moral. En el caso de la ópera, la idea ha dado pie a importantes polémicas , modernamente asociadas a palabras como compromiso y dialéctica. Para alimentar el debate llega ahora al Teatro Real «El gallo de oro» , ópera compuesta por Rimski-Korsakov a partir de un texto de Vladímir Belsky basado en un poema de Aleksandr Pushkin. Anoche se estrenó en Madrid la coproducción con el Theâtre Royal de La Monnaie de Bruselas y la Opéra National de Lorraine.

«El gallo de oro» ****

Música: Nicolai Rimski-Korsakov. Dirección musical: Ivor Bolton. Dirección de escena y figurines: Laurent Pelly. Escenografía: Barbara de Limburg. Iluminación: Joël Adam. Coreografía: Lionel Hoche. Intérpretes: Dmitry Ulyanov, Sergei Skorokhodov, Alexey Lavrov, Alexander Vinogradov, Olesya Petrova, Alexander Kravets, Venera Gimadieva y Sara Blanch. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Madrid, Teatro Real, 25-V

Pero no es cuestión de asustarse. «El gallo de oro» es un cuento maravilloso y, como tal, una narración capaz de asomarse bajo el disfraz de lo cándido. Habrá quien quiera navegar por esas aguas y lo hará con facilidad de la mano de ese astrólogo que asoma la cabeza por entre el telón anunciando un espectáculo que, de inmediato, se abre al encanto de lo absurdo , a la presencia de personajes de caricatura y a una historia cuya oscuridad incita muy distintas impresiones. La respuesta emocional es importante, algo que domina de manera magistral el director Laurent Pelly quien, dispuesto a contar la fábula con herramientas aparentemente sencillas, no elude la sonrisa ni la consternación. Un gran vestuario propio , una muy eficaz escenografía de Barbara de Limburg y un brillante juego escénico .

Pero ir un poco más allá, es inevitable. Porque el fascinante mundo de «El gallo de oro» es una ventana a la reflexión: la del convulso y decadente tiempo vivido por Rimski-Korsakov , y la de otras muchas épocas que asoman con desparpajo. Incluso hay ecos de actualidad según los dibuja el desaparecido Zygmunt Bauman , sociólogo, filósofo, padre de la «modernidad líquida» y autor de una magistral «Retrotropía» , su último libro recientemente publicado: «era de alteraciones y discrepancias, algo así como una época en la que todo puede pasar (o casi todo), pero en la que nada (o casi nada) puede emprenderse con un mínimo de certeza de que se llevará a cabo.».

La música de «El gallo de oro» tiene también mucho que decir en este sentido: realista (mejor que descriptiva), incisiva y, por tanto, involucrada, crítica . Se percibe en la buena realización que dirige Ivor Bolton, gracias al compacto trabajo del coro titular y a la solidez de un primer reparto con clara autoridad de Dmitry Ulyanov, el zar Dodón, y el astrólogo Alexander Kravets, dominador de muy comprometidos registros. También el del embuste . Al fin y al cabo, no se olvide que se trata de un cuento.

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