El día que Dylan y los Beach Boys cambiaron el rumbo del pop

El 16 de mayo de 1966 se publicaron dos discos fundamentales en la historia del rock: «Blonde on Blonde» y «Pet Sounds»

PABLO CARRERO

En 1966 la música pop se vistió definitivamente de largo. Consolidando un movimiento que había comenzado algunos meses antes con la publicación de un buen número de álbumes en los que ya se adivinaba una intención firmemente renovadora, los grupos y artistas de la época, los medios de comunicación y el propio público dieron el paso a la edad adulta al respecto de algo que hasta entonces no había sido mucho más que una afortunada y fructífera forma de entretenimiento.

De 1966 son buena parte de los más significativos, innovadores e influyentes discos de la historia del rock . Obras que no solamente suponían la cumbre creativa de algunos de sus protagonistas sino que ampliaban de forma decisiva los límites en los que hasta el momento se habían movido y, al mismo tiempo, modificaban el significado y la influencia de la música en la sociedad.

Precisamente hoy se cumplen cincuenta años de la edición de dos de aquellas obras maestras; dos álbumes que, cada uno a su muy diferente manera, cambiaron el rumbo de la música pop y siguen siendo considerados, medio siglo después de su creación, títulos verdaderamente icónicos que mantienen un enorme peso en los músicos de ahora mismo. Entre 1962 y 1964, los Beach Boys habían arrasado en las listas de éxitos de todo el mundo con una soberbia colección de canciones enormemente pegadizas construidas sobre la base de esquemas clásicos del rock and roll (Chuck Berry en particular) a los que ellos añadían sus características y celestiales armonías vocales en las que cantaban triviales historias sobre chicas, coches, playas y tablas de surf.

Pero el mayor de los hermanos Wilson, un genio de extrema sensibilidad y más de un complejo a propósito de su físico y su timidez, decidió a partir de 1965 retirarse de los focos y dejar que el grupo girara mientras él se quedaba en el estudio de grabación y se dedicaba a desarrollar su talento creativo , espoleado particularmente por los Beatles y su «Rubber Soul», que consideraba «el mejor disco de todos los tiempos».

La influencia de las melodías y los hallazgos en el terreno de la producción y los arreglos de los Beatles –sabiamente guiados por la batuta de George Martin–, la ambición de Brian Wilson por crear algo genuino y trascendente , el nada desdeñable influjo del consumo de ácido y la aportación de su colaborador Tony Asher en la confección de unas letras mucho más maduras y reflexivas se combinaron en las dosis idóneas para la gestación de «Pet Sounds».

Sus hermanos menores, Carl y Denis, su primo Mike Love y el quinto miembro del grupo Al Jardine se quedaron absolutamente descolocados cuando, a la vuelta de una gira por Japón y Hawai, escucharon las primeras grabaciones del disco. Si la vieja fórmula seguía funcionando y mantenía a los Beach Boys como una de las formaciones más populares de la escena musical del momento, ¿por qué matar la gallina de los huevos de oro?

Pero las aspiraciones de Brian Wilson se movían ahora en otra dirección. Compositor de contrastadísima solvencia, con «Pet Sounds» Wilson sublimaba sus recursos en la creación de melodías perfectas y se revelaba ahora, además, como un productor ambicioso, imaginativo y arriesgado.

Exuberantes armonías

El álbum, una esplendorosa colección de pequeñas sinfonías pop llenas de detalles, de arreglos ingeniosos y diferentes , dominadas por las exuberantes armonías vocales marca de la casa, desconcertó a los seguidores del grupo, que rechazaron el radical giro estilístico, convirtiendo el álbum en un relativo fracaso comercial. Sin embargo, la historia –y no pocos músicos de primerísima fila– lo bendijeron como una de las grandes obras maestras del pop.

Radicalmente diferente en más de un sentido a la obra de los californianos, «Blonde on Blonde» , editado por las mismas fechas, tuvo parecido impacto en el curso de la música popular.

Después de haberse adjudicado el liderazgo indiscutible de la escena folk norteamericana de los primeros años sesenta, reinventando algunas de las claves del género, después de haberse convertido en una suerte de portavoz de toda una generación, Bob Dylan había comenzado a electrificar su sonido con sus dos formidables discos de 1965, «Bringing It All Back Home» y «Haighway 61 Revisited». Dylan se reconocía heredero de Wood Guthrie pero también sentía una absoluta fascinación por Elvis y por el rock and roll. En verano de 1965 tuvo lugar el bizarro episodio de Newport. En el más importante festival de música folk del momento, Dylan se hizo acompañar por miembros de la Paul Butterfield Blues Band, incluyendo su potente guitarrista Mike Bloomfield. Buena parte de la audiencia condenó semejante traición al genuino espíritu del folk con una sonora pitada. Pero Dylan, uno de los músicos más impermeables a la reacción de su público que ha tenido la historia del rock, había emprendido un camino que no tendría vuelta atrás . Reclutó a una banda eléctrica, The Hawks (que luego se convertirían en The Band) para tocar en directo y se olvidó de las guitarras acústicas.

Crudo y sofisticado

Los dos mencionados álbumes de 1965 constituían la puerta de entrada a uno de los trabajos más definitorios de la esencia dylaniana, «Blonde on Blonde». Se trata de un disco crudo, directo y primario en lo musical pero sofisticado y profundo en sus letras, que suponía un ejercicio de impecable equilibrio entre el academicismo y la carga social del folk y la energía del rock and roll. La jugada es asombrosa: el rey del folk maneja con maestría las claves del rock, del blues y del pop («I Want You» o «Just Like a Woman» son sencillas pero preciosas canciones pop) y abre con este disco ambicioso, poliédrico y enormemente sustancioso la puerta por la que entrarán buena parte de los grupos y artistas que protagonizarán la escena musical de la más que fructífera segunda mitad de los sesenta.

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