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De la cárcel a los Grammy

Un disco interpretado por reclusos y reclusas del penal de Zomba, al sur de Malawi, opta a uno de los más prestigiosos galardones de la industria musical

Algunos de los presos que han participado en el álbum, con sus instrumentos MARILENA DELLI

EDUARDO S. MOLANO

Con su voz adulzada, Rhoda rompe el silencio: «Estoy sola en el ancho río y no he podido cruzar. Cuando estaba haciendo las cosas en secreto, pensé que nadie me miraba». A sus 42 años, esta joven de mirada afilada cumple cadena perpetua en el penal de máxima seguridad de Zomba, al sur de Malawi . Sin embargo, en solo unos días, su canto viajará a más de 16.000 kilómetros.

Junto con otros 60 reclusos , Rhoda está nominada a los premios Grammy de la música que se entregarán el próximo 15 de febrero en Los Ángeles. Todos ellos forman parte, de una u otra forma, del proyecto Zomba, cuyo disco «I Have No Everything Here» compite en la categoría de músicas del mundo. Por supuesto, ninguno de los prisioneros podrá acudir al encuentro.

«Durante décadas estuve interesado en realizar un proyecto en prisiones», asegura a ABC Ian Brennan, productor de la obra, que luchará por hacerse con el galardón frente a rivales de la talla del brasileño Gilberto Gil o la india Anoushka Shankar.

Aunque no fue lanzado hasta el pasado año, el disco se gestó en apenas dos semanas en verano de 2013. Los compromisos legales de los involucrados, tanto hombres como mujeres, tampoco ofrecían mayores facilidades. Ni era necesario. «El proceso de grabación fue increíble, con un gran trabajo de todos los implicados», destaca a este diario Brennan. La veintena de canciones, 18 de ellas compuestas por los reclusos en lengua chichewa, son una matrioska humana donde se refleja el intramundo de los prisioneros . Y el de sus guardas, quienes también participaron en este parto musical.

«Si no escuchas mi consejo, entonces nunca tendrás un sola cana en tu cabeza», proclama, por ejemplo, una de las canciones, «Listen to Me», un alegato contra la violencia de género.

«Hay una gran diferencia entre los pabellones masculinos y los femeninos de la prisión. Los hombres ya contaban con una banda organizada de música y eran muy particulares acerca de cómo debían ser grabados. Las mujeres, por otra parte, casi no tenían nada (en referencia a instrumentos musicales), a excepción de tambores hechos con cubos. Incluso no se consideraban a sí mismas interpretes. Pero la idea era, sobre todo, trabajar en la composición de canciones», asegura Brennan.

A pesar de que la prisión de Zomba fue concebida en el siglo XIX para acoger a 340 reclusos, en la actualidad sirve de hospedaje a más de 2.000 reos. Algunas de las mujeres, aseguran, se encuentran encarceladas por acusaciones de «brujería» . Mientras, entre los hombres, los casos van desde el asesinato hasta el robo, en un abanico generacional donde veinteañeros conviven con sexagenarios. Cada uno, con su historia personal.

Stefano Nyerenda, 34 años, a punto de terminar su década de condena tras colaborar en un robo. Elias Chimenya, 46 años, sentenciado a cadena perpetua por un asesinato cometido en los 80. Ambos, no obstante, conviven en la misma banda. «Comparte con la tierra tu felicidad. Da felicidad al mundo, no importa dónde estés» , se reza en «Don’t Hate Me».

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