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Arcade Fire, euforia y revolución en el Palau Sant Jordi

La banda canadiense firmó una arrolladora actuación en su regreso a Barcelona

Arcade Fire Oriol Campuzano Manobens
David Morán

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Con Arcade Fire existe el riesgo de comparar la cantidad de gente que son capaces de movilizar en grandes saraos y mastodónticas giras veraniegas con la que anoche no acabó de llenar el Palau Sant Jordi, pero a estas alturas (y con permiso de todos esos festivales que tienen algo de espejismo inflacionista), lo de los canadienses ya trasciende lo puramente numérico. Quizá no sean, como aseguran ellos mismos, la mejor banda en directo del planeta, pero sin duda es una de las que más energía y euforia es capaz de concentrar dentro y fuera del escenario. Y es que, como cantaba Fernando Alfaro , a Arcade Fire también parece que algo les grite revolución desde el fondo del estómago.

Así que, por más que su regreso a Barcelona con un concierto a cubierto invitase a pensar que su capacidad de convocatoria ya ha tocado techo, Win Butler y los suyos firmaron otra arrolladora demostración de ritmo sin freno, himnos despeinantes y entrega absoluta. Un maratón de rock apasionado, estribillos ardorosos y épica desbordante que viene a demostrar que siguen sin tener rival a la hora de convertir el indie (por llamarlo de alguna manera) en despendolado asunto de masas.

Lo mismo de siempre, sí, pero con el impacto y la efectividad multiplicados gracias a ese escenario en forma de ring de boxeo ubicado en el centro de la pista y sobre el que los nueve componentes de la banda, apiñados e hiperactivos, iban cambiando instrumentos y anticipando otra victoria por KO.

Pugilística fue también su entrada en escena, atravesando la pista del Sant Jordi por un pasillo improvisado entre el público mientras un presentador glosaba su historial de triunfos y caldeaba aún más un arranque torrencial en el que se sucedieron, casi sin tiempo para recuperar el aliento, «Everything Now», «Rebellion (Lies)», «Here Comes The Nighttime» y «No Cars Go». Una tacada de himnos inflamables que, a estas alturas, los canadienses pueden colocar donde les plazca sin que el guion se resienta y entretenerse así en encajar mejor los parcheados sintéticos de «Electric Blue», «Put Your Money On Me» y «Reflektor».

Sus mejores bazas, no hay duda, siguen siendo canciones con las costuras a punto de reventar como «Ready To Start» o «Neighborhood #1 (Tunnels)», ambas especialmente intensas anoche, pero si algo han conseguido es integrar cada vez mejor todas sus mutaciones para llevar a escena un relato monolítico y sin fisuras. Un espectáculo demoledor y euforizante que puso el Sant Jordi patas arriba con «Creature Comfort» y «Neighborhood #3 (Power Out)» y maravilló cuando la Preservation Hall Jazz Band se sumó a la fiesta para firmar un final de infarto con esa «Wake Up» repleta de vientos huracanados. Una auténtica exhibición de rock arrebatado servida por unos gigantes sin fisuras.

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