Un ganador y 26 eurodramas. Guía completa de la final del Festival de Eurovisión.
Maraaya, un matrimonio unido por sus auriculares - reuters
Festival de Eurovisión

Un ganador y 26 eurodramas. Guía completa de la final del Festival de Eurovisión.

Hasta 27 países se baten el cobre esta noche en el Stadhalle de Viena. He aquí una guía rápida y en clave de humor de las canciones finalistas de la 60ª edición del Festival de Eurovisión, en la que la madrileña Edurne representa a España

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Hasta 27 países se baten el cobre esta noche en el Stadhalle de Viena. He aquí una guía rápida y en clave de humor de las canciones finalistas de la 60ª edición del Festival de Eurovisión, en la que la madrileña Edurne representa a España

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  1. Eslovenia. Maraaya. «Here for you»

    Maraaya, un matrimonio unido por sus auriculares
    Maraaya, un matrimonio unido por sus auriculares - reuters

    Abre el festival de Eurovisión Maraaya, que no la Carey, sino un dúo (esa parecía ser una condición sine qua non para participar en esta edición; esa, o llevar tambores o capa), conformado por un matrimonio que ha decidido remezclar sus nombres. Y no es la única fusión que presentarán sobre el escenario. Ella es la versión 2.1 de la loca de los gatos, que se transforma ahora en la loca de los cascos. Y es que lleva desde que llegó a Austria (y suponemos que antes) con unos auriculares puestos porque, según sus declaraciones, «eso la conecta con su realidad interior». Nosotros empezamos a pensar que no tiene orejas. El caso es que los dos cónyuges lucen de la misma guisa (¿será su forma de hacer el amor como en Avatar, conectados ahora por unos cascos?) en una puesta en escena que es un despropósito: un piano que se aporrea como un tambor, una bailarina que hace la mímica de un violín, una cantante a la que le cuelga todo el rato el cable de los articulares… ¿Y la canción? Como el domingo la habremos olvidado, mejor ni comentarla.

  2. Francia. Lisa Angell. «N'oubliez pas»

    Angell con sus pequeños tamborileros (los reales y los virtuales)
    Angell con sus pequeños tamborileros (los reales y los virtuales) - efe

    Que sí. Que Francia es un país con unos quesos estupendos. Y que además reparte estrellas Michelín como nadie. Pero el Festival de Eurovisión no es lo suyo (aunque en esto, tampoco es que nostros podamos dar muchas lecciones). De esta forma, la balada de Lisa Angell es posible que destile mucha liberté, égalité y fraternité, pero sustituye un necesario y último Beyoncé que exige Eurovisión por una aburrité que sonrojaría al mismo Napoleón. Su N'oubliez pas se inspira en un tema tan cercano y candente como... ¡La primera guerra mundial! (¿qué le ha dado a más de uno este año con esta cuestión? Ahí están también los armenios), aunque los hay que se han apresurado a intentar arañar votos hablando de homenaje a los atentados de París de principios de año. Para más inri, mira que la delegación francesa, puesta a «plagiar» (perdón: a inspirarse en) otras candidaturas, podría haberse fijado en otros detalles, pero ha preferido quedarse con los tamborileros de la favorita Suecia, ahora de carne y hueso, y vestidos con unos chándals del francés Decathlon (¡qué lejos aquellas aportaciones de Gaultier!), que impiden centrarse en la potente voz de Angell. Fundido a negro.

  3. Israel. Nadav Guedj. «Golden Boy»

    Israel dándolo todo sobre el Stadhalle de Viena
    Israel dándolo todo sobre el Stadhalle de Viena - efe

    Eurovisión no ha visto nada más baboso sobre un escenario en años, con una canción que podríamos considerar como metáfora de las fórmulas para buscar cacho de los heterosexuales decadentes. Nadav, que dice tener 16 años (aunque aparenta llevar puestos también los de su primo de Jerusalén y los de su hermano de Haifa) es un fake extraño de Quico Rivera con golden bambas. El zagal empieza con la técnica del dar penita quejándose a «la máma» de que le han roto el corazón para, acto seguido venirse arriba, declararse «the king of fun» (la alegría de la huerta) y terminar prometiéndole a las muchachas ponerlas mirando a Tel Aviv («Let me show you Tel Aviv»). A su lado, un entregado coro, que vive su propio momento Europe is living a celebration, y que ha dejado al pueblo judío sin stock de gays en el país. Porque nos dicen que la canción es de Israel, pero podría pasar sin ningún problema por turcos. Vuelven las esencias orientales al Eurofestival.

  4. Estonia. Elina Born y Stig Rästa. «Goodbye To Yesterday»

    Estonia, con sus luces y sus «sombras»
    Estonia, con sus luces y sus «sombras» - efe

    Otro país que tira de imaginación y, a falta de barbudas declaradas en Estonia, y descartada la posibilidad de crear genéticamente una Conchita Wurst eslava, se pararon en el puesto número dos de la tabla de 2014 para construir un dueto de laboratorio que se pareciera a los Common Linnets de Holanda (si este país hubiera hecho lo mismo, otro gallo, y no los de su representante, les cantaría este sábado en la final). El caso es que Born y Rästa (ella, una de esas repetidoras que han intentado ir solas al baile de Eurovisión en años anteriores y papá audiencia no les dejó; él, el típico malote al que nadie le confiaría el cuidado del bolso) tiran de tema que no les suena mal y les hace favoritos, con muchas reminiscencias a 007, a los anuncios de Martini, y donde lo más destacado es el juego de falsas sombras que les convierte en personajes de cómic mientras ellos se despiden (juntos o por separado) del ayer.

  5. Reino Unido. Electro Velvet. «Still in Love with You»

    Un «electro» momento de Electro Velvet
    Un «electro» momento de Electro Velvet - reuters

    Más que un referéndum sobre la permanencia de UK en la Unión Europea, lo que Cameron se tenía que plantear es si a su país le interesa algo Eurovisión. Es como si la BBC se jugara sus participaciones en alguna tómbola de Manchester o Liverpool y así les fueran saliendo viejas glorias reloaded de la canción, versiones trasnochadas de musical de Andrew Lloyd Webber o grupos teen cuyo casting se realizó en algún pub de mala muerte. El caso es que a los ingleses, el éxito de Downton Abbey les ha hecho venirse arriba y ahí tenemos a Electro Velvet con su electro-swing provocando electro-descargas. Podría haber sido mucho peor. El 60 cumpleaños de Eurovisión podría haber coincidido con algún aniversario de La Hora de Benny Hill y haberla liado parda en el Stadhalle. Lo que sí que hay que reconocerles a estos muchachos es una tradición que se va perdiendo en el festival y es la de llenar el escenario con estructuras tridimensionales (¡penica de andamiaje de los policias moldavos!). Lo presentado en los últimos años hasta la sequía de 2015 daría para un tratado sobre la instalación artística en los platós eurovisivos. También destacaremos su apuesta por los energías renovables: juegos de leads como si en el Stadhalle se celebrara el Año Nuevo Chino.

  6. Armenia. Genealogy. «Face the Shadow»

    Los armenios, conectando con el más allá en un momento de su intervención
    Los armenios, conectando con el más allá en un momento de su intervención - afp

    Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta. En este caso, el felino es Turquía, que este año ha renunciado a presentarse a Eurovisión, mientras que los malditos roedores son los armenios, que se han crecido y han velado una crítica a la masacre otomana que sufrieron ¡en 1915! Y que los turcos se niegan a admitir. La UER es muy rígida y explícita en cuanto a los contenidos políticos de las canciones (hasta el Chikilicuatre tuvo que sacar de su canción a Rajoy y Zapatero). Por ello, los seis cantantes armenios (venidos de los cinco continentes) revisten lo suyo de canto a la humanidad y hasta le cambiaron el título (de Don’t Deny que rima con «Genocide» por Face the Shadow). Por lo demás, el sexteto de Genealogy se monta su propia versión del musical Los miserables que se hace demasiado larga, mientras que con su coreografía conectan de vez en cuando con Raticulín, implorando superar los cuartos puestos de 2008 y 2014.

  7. Lituania. Monika y Vaidas. «This Time»

    El amor está en el aire en la actuación lituana
    El amor está en el aire en la actuación lituana

    Llevamos poco festival y nos llega un chute de glucosa que nos deja los niveles en sangre para ingresarnos. Esta canción no es apta para diabéticos. Es muy probable que Lituania haya pasado a la final solo para contrarrestar la ausencia de repúblicas bálticas de 2014 y fomentar el pleno en 2015. Europa es así de cachonda. Por lo demás, lo de Monika y Vaidas es la típica actuación de Disney Channel que interrumpe la trama argumental para ponernos todos a bailar y decirnos que estamos «in love» en rima consonante. Por su parte, la puesta en escena muestra a su vez cómo arruinar una canción ya de por sí arruinada: Estética muy de los noventa, vestido de gallina caponata de ella, mucho color, mucho poliamor… ¿Lo mejor? (contiene spoiler): El filetazo a tres bandas a mitad del número, de peras con peras, manzanas con manzanas y peras con manzanas. Ideal para padres que se plantean lo de seguir explicando que los niños vienen de París después de acordar algo con una abejita.

  8. Serbia. Bojana Stamenov. «Beauty Never Lies»

    Serbia en plena exaltación de la belleza (y la amistad)
    Serbia en plena exaltación de la belleza (y la amistad)

    Por mucho que le duela a la rusa (o a su presidente), le presentamos a la intérprete más gayer de Eurovisión 2015: la serbia Bojana Stamenov, una mezcla entre Divine y (la) Precious blanca. La muchacha, que ha acabado con todas las existencias de cristal Swarovsky de la capital austriaca, y que defiende una canción muy festivalera (en la que se crece en la segunda parte, maquinera total), ha sido comparada con Aretha Franklin por nuestros alegres comentaristas de RTVE… Hombre. La chica tiene una buena voz, que llena por sí sola el escenario (en sentido literal y metafórico), por lo que aún no se entiende ese coro a lo Algo pequeñito con banderas que la acompaña y que se traviste en un conjunto de hipsterosos con tirantes y muchachas celebrando la nochevieja. Tampoco tiene sentido ese canto a la belleza de su tema, un concepto tan denostado desde hace décadas en el mundo del arte contemporáneo. Sobre todo cuando has decidido disfrazarte de fallera mayor.

  9. Noruega. Mørland & Debrah Scarlett. «A Monster Like Me»

    Los representantes noruegos, que son unos «monstruos»
    Los representantes noruegos, que son unos «monstruos» - efe

    Para los que vivieran con esa inquietud, ya se ha resuelto el misterio de qué ocurrió con la Mérida deBrave: abandonó la aldea, se «cascó» un nombre de mala de telenovela, se hizo unos cuantos talent shows y aterrizó en el escenario de la segunda semifinal de Eurovisión. Y cuando ella pensaba que tenía la vida resulta, lo normal: se viene a enamorar de quien no le corresponde. Un monstruo. Y vivir así, es morir de amor... Eso es lo que trata de explicarle Kjetil Morland en tres minutos (que aunque, para ser un monstruo, se ha vestido como para hacer la primera comunión. Las únicas uniformidades de sus currículums parecen estar en las asimetrías del traje de ambos). Sea como sea la cosa, Noruega, con permiso de Suecia, ofreció lo mejor de la segunda semifinal, sacándole partido a lo que ya empezaban a ser tópicos cansinos de esta edición de Eurovisión: dúos, baladas, lucecitas… A su criatura le ha faltado que la organización les plantara un árbol porque su top ten es ya de libro. Sin embargo, a los pobres les toca ser teloneros del sueco. Eso duele en cualquier corazoncito nórdico.

  10. Suecia. Måns Zelmerlöw. «Heroes»

    El representante sueco interactúa con sus fondos
    El representante sueco interactúa con sus fondos - efe

    Damos gracias a Suecia que nos hace ver que el pasar por alto la (presunta) corrupción no es sólo un fenómeno español, sino que está extendido por toda Europa. Porque, ¿qué más da que la canción de Måns Zelmerlöw sea un (supuesto) plagio de Lovers on the sun, de David Guetta, si el colega que lo canta mola? ¿Qué importa que su puesta en escena esté excesivamente «inspirada» en un videoclip de Dandypunk si los muñecajos dibujados que le acompañan en el escenario son tan divertidos? ¿Y qué si el amigo, como todos los de su especie, tiene que declarar públicamente que él también tiene muchos amigos gays? Si a ello le unes que tu canción habla del bulling que sufriste de pequeño (como el 98 por ciento del auditorio que llenará el Stadhalle de Viena) sólo falta que te abran la puerta grande. Zelmerlöw vende humo, literamente, pero le queda tan divino, que yo también me uno al síndrome de Estocolmo que sufre Europa, aunque solo sea por ver como Il Volo italiano acaba de bruces contra el suelo.

  11. Chipre. John Karayiannis. «One Thing I Should Have Done»

    John Karayiammis, en plan chico bueno, representando a Chipre
    John Karayiammis, en plan chico bueno, representando a Chipre - efe

    Todavía estamos en estado de shock intentando averiguar dos cosas: si la nariz del representante chipriota viene pegada a las gafas y es uno de esos habituales artículos de broma o si no es una estratagema para que no nos demos cuenta de que John Karayiannis es en realidad el cómico Manu Sánchez disfrazado. Dejando estas apreciaciones al margen, declara el jovenzuelo que cuando era aún más joven bebía los vientos por Eminem y Linkin Park… Lo que ocurre es que no se le ha pegado nada. Karayiannis comienza saliendo en blanco y negro al escenario para ofrecer una edulcorada balada de mucho llanto que remite directamente al Bruno Mars de When I Was Your Man, solo que como su lengua materna no es el inglés, no le salen tan bien las contracciones. Y que como no tiene su edad, pues le sale de aquella manera, más rollo confesión por Periscope.

  12. Australia. Guy Sebastian. «Tonight Again».

    Sebastian, en la Super Bowl» eurovisiva, como en casa
    Sebastian, en la Super Bowl» eurovisiva, como en casa - efe

    Éramos pocos y parió Australia. Si ya nos costaba entender la participación en Eurovisión de Israel –nótese que el nombre del festival hace alusión a un continente determinado–, o que esté se haya extendido a países cuya distancia de París o Berlín es directamente proporcional a su respeto por los derechos humanos, lo que obliga a lo de las dos semifinales y a que el festival sea cada año una puerta rotatoria de la que entran y salen países, la UER se rinde al generoso puñado de eurofans que aportan los aussies. Que a algunos nos habría bastado con una plaquita homenaje a Eurovisión en la plaza mayor de Sidney o Camberra. Pero no: como cumplimos 60 años dejamos a la hija gorda del jefe que se suba a la mesa y cante. Y que de el cante. Porque ni siquiera Australia opta por esa tendencia tan tribal del festival de los noventa y nos deleita con alguna danza aborigen. No. Ellos tiran de Guy Sebastian, que se cree que esto es la Super Bowl, y compuso una canción que podría estar sonando en cualquier cadena de radiofórmula. Además, viene muy tapadito para los tatuajes «que hace». Pero también es lógico que le dejen participar. Su presencia es un chollo para la BBC o la ZDF. Porque, Australia sólo podrá repetir si gana y, de hacerlo, la sede sería Londres o Berlín. ¿Nos apostamos ya los 12 puntos de Reino Unido sin Irlanda o una Alemania liberada de Turquía?

  13. Bélgica. Loïc Nottet. «Rhythm Inside»

    Bélgica, con su coro interactivo
    Bélgica, con su coro interactivo

    Sólo por el hecho de ser el único francófono que es capaz de pronunciar las erres como Dios manda, Loïc Nottet se merecía pasar a la final. Cabe preguntarse si José María Íñigo ve más acertados sus «ratatá, ratatá» que los «ie ie o» de Edurne. Ahora bien, tanto la Nasa como el FBI todavía intentan estudiar el extraño fenómeno por el que este jovencito de 18 años suscita tanta atracción entre los eurofans. Nada peor que creer que por haber recibido dos clases de danza moderna puedes montar la coreografía de tu coro, a cuyos miembros les han colocado unos trajes blancos que devuelven al armario a muchos modistos internacionales. El muchacho se tira por el suelo, realiza gestos espasmódicos (y obliga a su delegación a jugar al «Simón dice» con él) y nosotros también nos retorcemos al descubrir que la criatura, hasta hoy, no sabía que ABBA había ganado Eurovisión. Así son los hijos de La Voz.

  14. Austria. The Makemakes. «I Am Yours»

    No pierdan de vista el piano de los Makemakes, grupo con nombre de planeta enano
    No pierdan de vista el piano de los Makemakes, grupo con nombre de planeta enano - efe

    Sin duda alguna, los Makemakes no son ni por asomo Conchita Wurst. El grupo, que toma su nombre de un planeta enano, que a su vez se refería a una deidad de la isla de Pascua (aunque nos recuerda más al de cualquier pueblo de ficción, tipo los curris de Fraggle Rock), ha llegado a ser telonero de Bon Jovi, aunque destilan cierto aire de «nosotros pasábamos por aquí», entre pueblo amish y sesenteros trasnochados. De hecho, ni se inmutaron en la final nacional austriaca, cuando el piano del cantante termina ardiendo, un efecto que muy probablemente se guarden como as en la manga para la final del sábado. Y aquí se constantan los favoritismos al anfitrión (posición por la cual se llevarán muchos votos). ¡Con lo que le costó a Ruth Lorenzo que le metieran agua en Copenhague (al final, no lo consiguió y tuvo que conformarse con mojarse el pelo)! Estos vienen dispuestos a incendiar el Stadhalle en todos los sentidos del término.

  15. Grecia. Maria-Elena Kyriakou. «One Last Breath»

    Kyriakou, muy metida en su canción, en la primera semifinal de Eurovisión
    Kyriakou, muy metida en su canción, en la primera semifinal de Eurovisión - efe

    En Grecia se les ha secado ya el cerebro. Después de hacer pasar por los diferentes escenarios eurovisivos a todo tipo de jamonudos y jamonudas, y de ganar el festival en 2005 (grande, Helena Paparizou), en la pasada edición en Copenhague tocaron fondo y se hundieron en la tabla (puesto 20). Por eso, no se les ha ocurrido otra cosa que llamar a una profesora licenciada en literatura para que les saque las castañas del fuego y cuya canción es una copia descarada y de aquí a Tesalónica de la de Conchita Wurst de 2014 (por lo menos, se han cortado un pelo y le han dejado a la pobre que se depile las piernas). Sea porque los griegos han tenido que tirar de cantera de La Voz, sea porque la cantante, Maria-Elena Kyriakou, se la han pedido prestada a los chipriotas, en un alarde de imaginación, la han colocado en el escenario con dos cosas que no fallan para pasar a una final: un piano y un ventilador, así como un vestido para presentar Alfombra Roja. La voz de la intérprete no es mala, pero su balada, más que de amor, nos suena a los helenos pidiendo un nuevo rescate.

  16. Montenegro. Knez. «Adio»

    Montenegro: todas para él
    Montenegro: todas para él - AFP

    Habrá pensado Knez que, para lo que le queda en el convento (a juzgar por las muchas intervenciones quirúrgicas que luce en el rostro), él canta en su lengua. Y, de hecho, es el único miembro de la final que no viene del Big5+Australia+País Anfitrión que no usa el inglés (la excepción es el mix que hace Rumanía). Habitual de Eurovisión (representó a su país en dos ocasiones, en 2004 y 2012, y otras tres veces ha sido el compositor del tema serbio), este vendedor a dos manos de discos en Montenegro (lo que, por el tamaño, tampoco des decir mucho) se queda en los noventa y lo demuestra con sus sonidos, su puesta en escena (se ha llevado todas las mujeres vírgenes que la organización le permitía meter en el escenario) y su coreografía en planMi gran boda griega. Pero le ha funcionado. Internet echa humo hoy intentado averiguar qué demonios dice la letra de su balcanic balad.

  17. Alemania. Ann Sophie. «Black Smoke»

    La candidatura de Alemania está que echa humo
    La candidatura de Alemania está que echa humo - reuters

    Ann Sophie es una segundona. Muy a su pesar (o a mayor gloria de ella). Y es que después de que Andreas Kummert, el ganador de la final alemana, se pasara la democracia por la puerta de Brandemburgo (que uno se plantea: ¿para qué te presentas, criatura? Y, lo más importante: ¿para qué te hiciste cantante?) y renunciara a representar a su país (aún se debate allí si le poseyó el espíritu del miedo escénico de Pastora Soler o el buenrrollismo en forma de disco de la Roser de Pop Stars). Pero lo peor es saber que tu canción es infinítamente peor que la balada que tenía que haber representado a Alemania. Quizás por eso (y porque nació en Londres), Ann Sophie se ha «cascado» un moño a lo Amy Winehouse que le sirve de pararrayos del mal de ojo a las críticas a su Black Smoke, que, realmente, parece surgir de dos velas negras que le ha puesto a la muchacha una «bruja Lolen» germana de turno.

  18. Polonia. Monika Kuszynska. «In The Name of Love»

    Polonia, desconocida tras lo ofrecido en 2014. En la imagen, su representante este año
    Polonia, desconocida tras lo ofrecido en 2014. En la imagen, su representante este año

    Europa se ha pronunciado de manera desigual sobre la integración en esta edición del festival. Si bien en la primera semifinal dejaba fuera a los finlandeses con síndrome de punk (y no era para menos, porque su tema no había por donde cogerlo, y eso que duraba minuto y medio), en la segunda, colaba en la final a la cantante en silla de ruedas Monika Kuszynska. Y lo que de verdad debería llamarnos la atención no es justamente que una persona que ha sufrido un accidente que limita la movilidad de sus extremidades inferiores se mueva mejor que muchas otras delegaciones, que han abusado del estatismo en escena. Eso, por no mencionar que no dejamos de flipar con los bandazos polacos, que tan pronto se llevan en 2014 a unas pechugonas que te demuestran lo bien que se les da la barra americana, como a una niña ñoña al año siguiente. Ahora bien: justo porque somos defensores de la integración –y a nadie se le debería juzgar una interpretación musical en función de si lleva o no barba, o si sufre una discapacidad física o psíquica–, tampoco es de recibo que bases toda tu puesta en escena en enseñarnos bien esa silla y en que en los fondos emplees imágenes de cuando sí que podías bailar. Del Richard Clayderman del piano ya ni hablamos.

  19. Letonia. Aminata Savadogo. «Love Injected»

    Aminata Savadogo por Letonia. Incluye plataforma
    Aminata Savadogo por Letonia. Incluye plataforma - afp

    Como decían los comentaristas de RTVE en la segunda semifinal: « Aminata es de Burkina Faso, pero se siente muy letona» (como la leche, añadimos). Ella es de aquellas cantantes que han venido aquí para hablar de su libro, y que actúan en el escenario como si no hubiera nadie viéndolas. Intérpretes que demuestran la validez de la teoría de la relatividad y convierten tres minutos en tres horas (de hecho, estamos seguros de que hay en Vimeo o Youtbe una versión ampliada de Love Injected que dura más que Lo que el viento se llevó y Espartaco juntos). Ella además, no es que se haya vestido para una alfombra roja, sino que se pone la alfombra roja por vestido. Estamos seguros que el número de sus «eo eos» superan al de «la, la, las» de Massiel.

  20. Rumanía. Voltaj. «De la capat»

    Los rumanos, con las maletas hechas por si no pasaban de la primera semifinal
    Los rumanos, con las maletas hechas por si no pasaban de la primera semifinal

    Nos pongamos como nos pongamos, el intérprete con más tablas de la primera semifinal era el rumano de Voltaj. Para eso se ha hecho él bolos y bolos con su grupo. El problema es que valoramos su canción teniendo en cuenta que es feo, calvo, que tira de canción ñoña, con fondos como de campos de refugiados y con una escenografía con maletas que habrá hecho las delicias del artista español Cristóbal Toral. Este es uno de esos países que, desde que existen las semifinales, siempre las ha superado, aunque en esta ocasión lo hagan con un tema a lo Juanito Valderrama y su El emigrante, cantado en un perfecto rumano y un macarrónico inglés para movilizar a toda la diáspora europea, y que se gaste sus sueldos del primer mundo, fortunas en su país, en mensajes y llamadas (porque lo del voto desde la aplicación de Eurovisión está reguleras). Con su inexplicable clasificación, España ya tiene el corazón partido entre Rumanía e Italia para votar el sábado. Será cuestión de permisos de residencia.

  21. España. Edurne. «Amanecer»

    Se impone el primer vestido de Edurne para la final. En la imagen, la cantante con Giuseppe di Bella
    Se impone el primer vestido de Edurne para la final. En la imagen, la cantante con Giuseppe di Bella - reuters

    Empecemos con los tirones de oreja, y así nos quitamos de encima el trabajo sucio. Primero, a RTVE y a la discográfica de la cantante, que siguen sin entender que la promoción de la candidatura es básica, sobre todo para un país que no canta en inglés y que cuenta con las antipatías de los demás por no tener que pasar por una semifinal. Continuamos con Gestmusic, que, si bien se ha tomado la organización del show de Edurne con la profesionalidad exigida (son los primeros en años que descubren que Eurovisión es televisión), han entrado al trapo en todas y cada una de las críticas que se han vertido sobre nuestra participación (el twitter de Tinet Rubira ha echado humo estos días. Hasta ha llegado a confesar que se le hacía «demasiado largo»). Eso demuestra debilidad. Al comentarista de RTVE, don José María Íñigo, que bien podía sellarse la bocaza con silicona y ahorrarnos sus opiniones sobre Amanecer y sobre las canciones de los países que sí que le gustan. Y acabamos con algunos de los miembros del «jurado profesional» que otorgará las votaciones de España y que ya han ido filtrando en redes su preferencias (muy profesionales, no son).

    Las bazas de la canción

    En el otro lado de la balanza, las bazas de nuestra canción. La primera, la cantante, Edurne, a la que no se le puede negar la entrega de estos días en Viena. Ella es la típica chica inteligente, educada, guapa, rubísima, novia de famosete, que además habla inglés (una pena que todavía tengamos que resaltar estas cosas). Y aunque se le sigue quebrando la voz, muestra tablas en el escenario. A su lado, el bailarín, Giuseppe di Bella, con el que empasta a la perfección. Amanecer (descarte del último disco de Loreen), es, gracias a la química entre ambos, una versión actualizada y mejorada de la interpretación que los dos hicieron en Tu Cara Me Suena del Try de Pink. Y la generosidad del bailarín (que ha cargado sobre sus hombros la promoción de la candidatura, que no se le ha visto hacer a la cantante) hace que sea ella la que brille. Por último, Miryam Benedited, el aglutinante entre Edurne y Giuseppe, que deja atrás coreografías rancias y desfasadas (¡tampoco llevamos coro!), y transforma Amanecer en el espectáculo televisivo que demandan los eurofans españoles.

    En cuanto a la candidatura y su puesta en escena, visto lo visto este año, en un festival estático y plano, Amancer tendría los ingredientes necesarios para ganar si esto no fuera un programa de la tele y sí un concurso musical. Mucho se ha hablado de su barroquismo. Algunos de sus excesos se han ido puliendo en los ensayos y, aunque el tufillo de Juego de Tronos flota en el ambiente, se ha preparado una canción y una ambientación como gusta entre los países del Este, que son los que votan. Sobran ese ojo de Gran Hermano y el anillo de Gollum en los fondos (pero es que la tele austriaca no ha dado para más. Era eso, un árbol, o un paisaje apocalíptico); los pasos de tai chi de Edurne; una letra endiablada y sin sentido (¿por qué caemos siempre en lo mismo?)... Pero quedémonos con el deseo de la cantante, inspirado en el lema del Eurofestival de este año, de tender puentes. ¡Mucha suerte!

  22. Hungría. Boggie. «Wars for nothing»

    Hungría, por la paz en el mundo... Como todos
    Hungría, por la paz en el mundo... Como todos - reuters

    No se lleven a engaño. Pese a que la cantante húngara se llama Boggie, su tema es uno de los más estáticos de esta edición de Eurovisión 2015 (y mira que los hay. Todavía no se entiende cómo Bielorrusia no le sacó partido a un tema tan festivalero como el que llevaba. Eso les hizo caer en la primera semifinal por tristes). Alguien debería haber explicado a los magiares que el We are the World, We Are the Children ya se grabó en los ochenta, y que su alegato a lo malas que son las guerras, entonado por su coro a lo Glee, se nos antoja repetitivo. A ello se une la mano al cuello que le lanza la organización (¡cuánto echamos de menos la realización de ediciones anteriores. La ORF no está estando a la altura. La última: los aplausos enlatados), que vuelve a colocar un árbolito en las pantallas del fondo (el vigésimo cuarto), realizado con metralletas de las que acaban de germinar hojas y flores. Lo normal en una guerra… Maldad: para que la muchacha se hiciera famosa con un viral en las redes sobre lo malas que son las empresas cosméticas, ella, en su semifinal, iba «maqueada» como una puerta.

  23. Georgia. Nina Sublatti. «Warrior»

    Sublatti, la cantante de Georgia, detrás del plumaje
    Sublatti, la cantante de Georgia, detrás del plumaje - afp

    «Confusión» no es, como declaró aquella miss latina, algo creado por «Confusio» (léase Confucio), sino lo que ha generado Nina Sublatti en Eurovisión 2015. Para comenzar, presentaba una canción con el mismo título que la de Malta. Solo podía quedar una, y la georgiana se comió a la maltesa. Por otro lado, Sablatti (cruce entre Morticia Adams y una Moster High) a punto estuvo de mandar al desagüe la participación de su delegación nacional por una afonía que le impedió cantar varios días. Pero estos eslavos son de otra pasta, y la muchacha del este, la gótica de Eurovisión 15 (de hecho, sale sola en el escenario, sin amigos o amigas), abusando de luz y plumaje, se calzó sus botas altas (muy altas) para interpretar esta versión reloaded de las Wild Dances de Ruslana (¡qué le gusta un tambor a la gente del este lado del planeta!). Es muy probable que la última parada de su viaje se haya producido ya.

  24. Azerbaiyán. Elnur Huseynov. «Hour of the wolf»

    Elnur y sus dos bailarines cachorros
    Elnur y sus dos bailarines cachorros - AFP

    ¿Quién dice que Eurovisión es un concurso demodé o superficial? Azerbaiyán da a todos esos descreidos en los morros tirando nada más y nada menos que de referencias cinematográficas y homenajes a Ingmar Bergman con el título de su canción, La hora del lobo. Bueno. Lo mismo nos hemos venido un poquito arriba y a lo que realmente se refiere el cantante Elnur es a ese periodo de la jornada en que en determinados países de otras latitudes ya no podemos decir que sea de noche pero que aún no se ha hecho de día. Y en la que, entonces, nos ponemos tontorrones. Como en otros países en los que las libertades las interpetamos como nos viene bien, Elnur (que ya hizo de eunuco en 2008) es el único peluquero del mundo que para ejercer ha necesitado un título de odontólogo, aunque ha terminado triunfando en Turquía como cantante. No dejen de deleitarse con las coreografías espasmódicas de sus dos bailarines (se supone que reproducen movimientos animales), pero que resultan graciosas en el chico, un pelín fondón.

  25. Rusia. Polina Gagarina. «A Millon Voices»

    La representante rusa emplea su vestido como pantalla en la que se proyectan elementos lumínicos
    La representante rusa emplea su vestido como pantalla en la que se proyectan elementos lumínicos - efe

    Lo de Rusia es de juzgado de guardia. No sólo sigue participando en un festival de la canción que es gayer en un 95 por ciento (las polacas del año pasado eran la excepción a la regla), sino que se atreve con canciones en las que habla de igualdad y de derechos (entendemos que siempre que no se refieran a gays, lesbianas y demás sujetos representados por las siglas LGTBi). Que Polina Gagarina (nombre que nos recuerda a la ochentera «Pepita Pulgarcita, lo que se da no se quita», de nuestra infancia) tiene una voz tremenda, cierto es. Que su actuación es de las que mejor integra los efectos de escenario (que proyecta imágenes sobre su vestido de Cindirella), también. Pero lo mejor de su actuación en la primera semifinal, fue el único momento lúcido del equipo de realización de la televisión austriaca (que no se está luciendo demasiado) y que abrió plano para que en su país se vieran bien las banderas gays que ondeaban en el Stadhalle de Viena. Ahora bien. Ella debe estar riéndose a mandíbula batiente en su camerino. Acabada la gala, las casas de apuestas la colocaban en segunda posición. Otra pena «pa» su A Millon Voices.

  26. Albania. Elhaida Dani. «I Am Alive»

    La albanesa en pleno falsete (de vestido y de voz)
    La albanesa en pleno falsete (de vestido y de voz) - reuters

    Separada al nacer de Mónica Naranjo, Elhaida Dani acabó en Albania y de allí se trasladó a Italia para ganar La Voz en 2012 (este cuento empieza a ser demasiado repetitivo en la Eurovisión del siglo XXI). Así que ya sabemos de quién serán los 12 puntos del país trasalpino este sábado. El caso es que Elhaida –que presenta una balada entre Simon & Garfunkel y el Gato de Rosario Flores, en principio interesante– se crece tanto en el escenario que, en un intento de demostrar que está viva (ese es el título de su canción, sobre la superación femenina), le descarrila la voz como ya le ocurriera a Ruth Lorenzo en la final de 2014. Y a la joven cantante le sigue la polémica. Desaveniencias con sus productores hacen que ahora defienda en el Stadhalle una canción que no es aquella con la que ganó su final nacional. Esta se la ha escrito una banda de albano-kosovares que se lava el pelo con Herbal Esences, y que ella canta en inglés. A la muchacha la crujirán todos y cada uno de los favoritos de la segunda semifinal. Pero ya se sabe: en el país de los ciegos de la primera eliminatoria, la albanesa es la reina.

  27. Italia. Il Volo. «Grande Amore»

    Il Volo, en el escenario de Viena en modo avión
    Il Volo, en el escenario de Viena en modo avión

    Los que peinamos ya alguna cana recordamos a un infumable grupo lírico paneuropeo de la última década llamado Il Divo del que nadie en su sano juicio confesaba ser seguidor. Ese virus, que creíamos erradicado, ha pegado, y muy fuerte, en Italia, en su version reloaded, a la que han venido a llamar Il Volo. Mira que Italia, un país al que le terminó aburriendo tanto Eurovisión que lo abandonó a finales de los noventa, se había vuelto a tomar en serio el concurso desde su vuelta en 2011 (haciendo muy buenos puestos salvo el tropezón del pasado año). Pero lo peor es que esta caricatura barata de las verdadera música más canónica (con uno de sus integrantes clavadito a Buenafuente y un vídeo de promoción de vergüenza ajena con plagio a la escena del torno de Ghost) ha calado en Europa e Il Volo se ha disputado durante meses con Suecia el primer puesto de este festival en las casas de apuestas. En cuanto a su puesta en escena, inenarrable esos fondos que en teoría hacen referencia a la tradición clásica y que tan pronto mezclan a la Venus de Milo con los leones del Congreso de los Diputados. Por cierto: ¡Qué suerte eso de ser favoritos y cantar los últimos!

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