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Barcelona se rinde a la fantasía pop de Katy Perry

La cantante estrenó su gira europea con una espectacular y apabullante actuación

Barcelona se rinde a la fantasía pop de Katy Perry Inés Baucells

David Morán

Al final, el gigantesco tigre dorado y los tiburones pazguatos, grandes reclamos de su fulgurante paso por la SuperBowl, se quedaron en sus cuarteles de invierno, pero nada de eso pareció importar en cuanto Katy Perry descorchó en Barcelona la pata europea del «Primstatic Tour». ¿Quién necesita un felino dorado de cartón piedra cuando el escenario se convierte en un frenético ir y venir de neones, bailarines disfrazados de centuriones retrofuturistas, ropajes luminosos, plataformas hidráulicas y pop trotón?

De hecho, nadie pareció echarlos de menos cuando, pasados cinco minutos de las nueve de la noche, los altavoces atronaban con «Roar».

[Fotogalería: concierto de Katy Perry en Barcelona ]

A la altura del tercer «eye of the tiger», Perry ya había dejado claro que, pese a batirse el cobre con todas las divas del pop, sus armas son ligeramente diferentes. O, cómo mínimo, más resultonas. Una combinación de pop contagioso y electrónica festiva reforzada por un montaje de alto voltaje visual, columnas de vapor y una explosión de color que ni Times Square en Fin de Año. Una fantasía pop apta para todos los públicos -nada de escenas procaces ni de padres torciendo el gesto y arqueando la ceja- con momentos de brillo monumental, como esa mascletá de luces, láseres y fuegos artificiales que, ya en el último bis, despidió la rotunda «Firework».

Crecida en edad y también en ventas, Perry regresó a Barcelona tras su discreta actuación en la sala Apolo en 2008 y, pese a que el Sant Jordi no acabó de llenarse, encandiló con un espectáculo de ritmo frenético e impecable montaje con pantalla piramidal, escenario en forma de punta de flecha e infinidad de virguerías escénicas. Sin apenas cambios respecto al tramo americano de la gira, Perry se disfrazó de diva futurista para reforzar el perfil sintético y discotequero de «Part Of Me» y «Wide Awake», emergió a lomos de un caballo mecánico para inaugurar el tramo egipcio de la actuación mientras se exhibía como una Cleopatra de ciencia ficción y estrechaba lazos con el hip hop en «Dark Star» y caldeó el ambiente con la voluptuosa «I Kissed a Girl».

Una versión cabaretera de «Hot N Cold» estrenó el momento gatuno de la noche, con Perry y sus bailarines ataviados como personajes de «Cats»-eso sí, en versión ceñida y arrapada- mientras que «International Smile», con la cantante vaciándose encima un tazón de leche simulado, puso rumbo al inevitable receso acústico. Girasoles gigantes, un inmenso paraguas con flores estampadas, parloteo con los fans -a uno incluso le hizo traducirle del inglés al catalán- y versiones camp de «By The Grace Of God» y «Unconditianoly». Un ligero bajón en el ritmo de una actuación que, sin embargo, no tardó en enderezarse en cuanto echó mano del espíritu rave para sacudir la pista de con «It Takes Two» y «Wallking On Air».

Ahí estaba Perry, caminando literalmente por el aire gracias a un arnés, demostrando que quizá no sea la que mejor canta o baila, pero si la que mejor aprovecha todos los recursos a su alcance para firmar superproducciones de pop festivo y colorista. Al final, el frenesí de «Teenage Dream», «Calfornia Gurls» y «Birthday» pusieron el broche a uno de los mejores espectáculos que se han visto en la ciudad en mucho tiempo. La alumna más aventajada de Madonna, sacando un par de cabezas de distancia a sus competidoras.

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