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crítica de música

Una «Carmen» poco refinada

El Teatro de la Zarzuela estrenó este viernes la recuperación de la versión española de la ópera de Bizet, con dirección escénica de Ana Zamora y musical de Yi Chen-Lin. Mañana se podra ver en directo por La 2

Una «Carmen» poco refinada

por alberto gonzález lapuente

A estas alturas es evidente que al Teatro de la Zarzuela le gusta el riesgo, declarándose inconformista e inquieto ante lo más original de nuestro patrimonio lírico. Acaba de comenzar la temporada, una vez cancelada la interpretación de «Maruxa» en versión de concierto, y todo se hace tangible. «Carmen», la «opéra-comique» de Ludovic Halévy y Henri Meilhac con música de Georges Bizet, se ve desde ayer en versión de zarzuela en cuatro actos, es decir con texto en castellano preparado por Saúl Agudo y Ana Zamora a partir de la traducción de Eduardo de Bray, publicada en 1890. Las razones históricas de aquella transformación están bien explicadas por Laura Santana en el libro-programa editado por el teatro y justifican que ahora se recupere; la interpretación en la que se basa añade otros matices que tienen origen ideológico en la reunión de la directora teatral Ana Zamora y la directora de orquesta Yi Chen-Lin.

De momento, la joven directora taiwanesa ha venido a descubrir que es posible manejar a la Orquesta de la Comunidad de Madrid y al Coro del Teatro con otra aptitud, procurando la igualdad y evitando la estridencia. «Carmen» se beneficia y el oído lo agradece, mientras el espíritu anhela, un rato sí y otro también, otra acidez, un penetrar en el drama que ayude a que María José Montiel , que tiene triunfos suficientes para ser una protagonista de gran personalidad, no se columpie en una lentitud que deja descafeinadas soluciones vocales muy estimables, habanera y seguidilla incluidas.

Es el gesto intenso que cualquiera querría sentir ante esta obra y que la escena muestra con timidez a pesar de proponerse sobre un «sicologismo» teórico y verosímil según el cual la obra ahonda en el drama de los hombres que no saben cómo actuar frente a una mujer libre. De entrada, el escenario casi único, desnudo de todo adorno, apenas evocador de los espacios acentúa el peligro de una interpretación a veces esquemática. La apocada sensualidad del dúo de Carmen y Don José en el segundo acto es un ejemplo paradigmático para una realización a la que le asoman con demasiada facilidad maneras poco refinadas.

El escenario acentúa el pelibro de una interpretación a veces esquemática

Se explica así las muy distintas impostaciones vocales con las que los intérpretes dicen el texto, desde lo natural a lo tosco. El tenor José Ferrero se luce, en este sentido, en una realización más caracterizada por la incomodidad que por la fluidez. Acabar la obra en un «quasi parlato» con la voz forzada sólo demuestra que lo andado anteriormente no podía tener buen fin. O el Escamillo oscurecido de Rubén Amoretti. En cambio tiene una perspectiva muy distinta el devenir de Sabina Puértolas porque prevalece la intención a la materia y se atisba un esfuerzo por estar a la altura.

El Teatro de la Zarzuela cumplía el viernes 158 años de existencia y, por esta razón, dedicó la representación a todos los que han colaborado a construir su historia. En ella ha habido de todo. También otras «Carmen» que fueron referencia y ante las que es heroico competir. El listón estaba alto y la apuesta es ambiciosa. Los aplausos que sonaron tras el estreno de anoche son, en cualquier caso, una rúbrica de felicidad que compensa el esfuerzo. Ya se sabe que el hombre (dicho aquí en un sentido neutro) tan sólo propone.

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