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«El caballero de la rosa» hace historia en el Festival de Salzburgo

Dentro de los homenajes a Richard Strauss por el 150 aniversario de su nacimiento, Welser-Möst, en lo musical, y Kupffer, en la escena, firman una propuesta emocionante y elegante

«El caballero de la rosa» hace historia en el Festival de Salzburgo © Salzburger Festspiele / M. Rittershaus

alberto gonzález lapuente

La conmemoración del 150 aniversario del nacimiento de Richard Strauss tiene su lógica proyección en el Festival de Salzburgo. El compositor bávaro fue uno de los padres fundadores del certamen y «El caballero de la rosa» la ópera que más producciones ha concitado a lo largo de su historia, al margen de los títulos esenciales del catálogo de Wolfgang Amadeus Mozart. También es relevante la presencia del libretista Hugo von Hofmannsthal y del escenógrafo Alfred Roller, vinculados a la obra y a su estreno respectivamente, además de coprotagonistas en la creación del Festival de Salzburgo. Varios conciertos conmemorativos rodean a «El caballero de la rosa», un título que aquí se observa con respeto y veneración.

El musicólogo Jürgen Maehder explica con detalle en el muy completo programa de mano editado por el Festival, la paradójica y todavía irresoluta posición que «El caballero de la rosa» ocupa en la historia de la música: para unos, retorno estético de Strauss tras sus obras más radicales («Salome» y «Elektra»); para otros, sublimación de una tradición popular, anclada en el vals vienés y materializada en una de la propuestas orquestales más refinadas del temprano siglo XX, afín al modernismo del «Jugenstiel», a su «curvilismo», asimetría, estilización de lo femenino, sensualidad, referencia a la naturaleza... Son muchos recodos y merece tenerlos todos en cuenta puestos a entender lo que Salzburgo ofrece este año.

Reflexivo y de gesto

Corren a la par el trabajo del director musical Franz Welser-Möst y del director teatral Harry Kupfer, pues ambos demuestran un profundo conocimiento de la obra y de su caracterización. El primero colocando a la Filarmónica de Viena en un plano respetuoso con la voces, ciñéndose con sutil flexibilidad al acompañamiento, haciendo elástico el devenir del «tempo», recogiéndose en formidables pianísimos y alargando cadencias en tensa espera. No es Welser-Möst director de alharacas (y los conciertos vieneses de Año Nuevo lo demuestran) pero aquí el vals es evocación y él un músico reflexivo y de gesto muy cómodo que otorga grandeza a la obra y hace buenas migas con los intérpretes.

Entre ellos está Günther Groissböck y su Barón Ochs, bien dicho y cantando; un punto escaso de contundencia pero de gran calidad teatral. Es posible que el tiempo le añada cuerpo a la voz. Mojca Erdmann recrea a Sophie en interesantes medias voces. Por momentos la emisión se vuelve puntiaguda pero es muy estimable su «fiato» y el fraseo que desarrolla. A su lado Sophie Koch coloca a Octavian en una posición importante: la voz bien armada, el gesto cuidadosamente ambiguo, de fácil amalgama en los dúos. Pero, además, hay que escuchar a la búlgara Krassimira Stoyanova. Ante la tradición de Mariscalas maduras, trascendidas y ensoñadoras, la suya emula lo solicitado por Hofmannsthal/ Strauss: una princesa joven y bella de no más de 32 años, capaz de timbradas medias voces y de una distinción natural. En su interpretación hay algo de todo ello como bien confirma el primer acto.

Melancolía sensible

Frente al espíritu decadente con el que cabe imaginar «El caballero de la rosa» está el de una melancolía sensible, templada, apacible. Harry Kupfer parece verlo así. El suelo negro y brillante como un espejo, el panorámico escenario de la Grosses Festipielhaus dominado al fondo por enormes fotos de Viena en impecable definición y de una distinguida grisura, los elementos corpóreos apuntando apenas a lo imprescindible (la cama, alguna puerta, un banco solitario en el final...) y todos ellos movilizados en movimientos laterales, en tantas ocasiones acordes con la música. Apenas aparece el color en el tercer acto, en la escena en la posada, antes de que el espacio quede vacío cediendo el protagonismo a la música de Strauss y las palabras de Hoffmansthal. «El caballero de la rosa» responde a algunos de los momentos más emocionantes que pueden vivirse en un teatro de ópera. Será difícil olvidar la elegancia con la que Salzburgo 2014 y esta propuesta han sido capaces de evocarlo.

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