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festival de bayreuth

«Falta la canciller (Merkel) y zas, falla la técnica»

Un fallo electrónico motivó la ruidosa rotura de dos cables que elevan al escenario la jaula circular que simula el«Venusberg» de «Tannhäuser», título inaugural del encuentro wagneriano

«Falta la canciller (Merkel) y zas, falla la técnica» festival de bayreuth/enrico nawrath

ovidio g. prada

«La crisis llega al Festival de Bayreuth» tituló este diario la información previa a la apertura. «Llegar» es una expresión piadosa para circunscribir una situación endémica, que hace tiempo se ha «enquistado» en Bayreuth: crisis canora, escénica, gestora, financiera y de renovación concepcional, a todo lo cual se suma sintomáticamente el deterioro del propio edificio, cuyas fachadas recubren casi totalmente grandes toldos en espera de un urgente saneamiento. En suma: crisis presente y de futuro, de la que ahora se habla ya sin remilgos. Hasta el momento, en líneas generales, se salva el coro, la orquesta y la tramoya técnica, pese al incidente de la velada inaugural.

Nunca había sucedido que una avería durante la función inaugural obligase a interrumpir –pocos compases antes de entonar Tannhäuser el «himno a Venus»- una representación y a desalojar la sala «por razones de seguridad». Un fallo electrónico motivó la ruidosa rotura de dos cables que elevan desde el subsuelo al escenario la jaula circular que simula el «Venusberg» (Montaña de Venus), donde retozan los protagonistas y pululan espermatozoos y homínidos copulando frenéticamente.

«Transcurridos 55 minutos de parón, la producción fue retomada»El público de la prémière lo asumió con «filosofía». Horst Seehofer, presidente del gobierno de Baviera, comentaría de pasada con cierta sorna ante un grupito de admiradoras: «Falta la canciller y zas, falla la técnica”. Ausente la Sra.Merkel, por primera vez en veinte años, aunque vendrá después, se observó entre los atuendos festivos del público a más clérigos e incluso una monja benedictina con su santo hábito tradicional, pese a que en su montaje Sebastian Baumgarten no escatima ribetes sarcásticos antirreligiosos. Transcurridos 55 minutos fue reanudada la representación, retomando completo el primer acto de esta denostada producción, la octava escenificación de «Tannhäuser» en la historia de Bayreuth.

Vestuario y escenografía indigeribles

Por esta puesta en escena, concebida al margen del libreto y de la música de Wagner, nadie derramará una lágrima y será retirada prematuramente al finalizar esta 103ª edición del Festival. Pese a los retoques realizados, la escenografía y el vestuario siguen resultando indigeribles. No obstante, la obligada pausa técnica tuvo, al menos, un efecto colateral positivo. La orquesta, que había ejecutado la obertura con parsimonia y cierta languidez, mostró luego más fluidez, empaste y finura articulativa. Axel Korbel, sin conferirle un gran énfasis a su lectura de la partitura, superó netamente su prestación del año pasado. Fue una dirección típica de «kapellmeister», como se estila decir en Alemania en tales casos, o sea competente y profesionalmente estricta, pero –por definición- sin mucho carisma y pasión.

En la parte canora, también sin puntos álgidos, cabe reseñar dos permutas positivas: el bajo coreano Kwangchul Youn retornó como landgrave Hermann, y el barítono Markus Eiche (Wolfram von Eschenbach), que debutó en el papel en 2008 en Gran Canaria. Ambos fueron, después del coro, justamente los cantantes más aplaudidos de un reparto que completaron con mayor o menor fortuna C.Nylund (Elisabeth), M.Breedt (Venus) y T.Kerl (Tannhäuser).

El fichaje del polémico Kosky

Por lo demás, Katharina Wagner persiste en su obstinado empeño de deconstruir escénicamente la obra wagneriana con tres «enfants terribles» representativos del género, que detestan lo bueno y lo bello, máxime en Wagner. Ella misma escenifica el «Tristán» (2015); después el escandaloso Jonathan Meese probará en «Parsifal» (2016) destilar el «Hitler que hay en Wagner», para culminar con Barrie Kosky, que se autodefine como un «gitano operístico judeo-marica» con una actitud de amor-odio hacia el compositor, el desguazamiento antiteutónico de «Los maestros cantores de Nuremberg» (2017).

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