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La risa de la música seria

Un ensayo del compositor Benet Casablancas hace un repaso exhaustivo de las diversas formas que ha asumido el humor en la música clásica a lo largo de la Historia

La risa de la música seria

susana gaviña

«El hecho de que la música, la buena música, pueda ser divertida y graciosa sin la ayuda de las palabras ni del escenario todavía no ha sido universalmente reconocido ¿O es que la música tiene invariablemente que elevar al oyente hasta lo sublime? ¿Acaso tiene que ser siempre profundamente seria, apasionada o calurosamente lírica? ¿Y acaso apreciar lo cómico, lo grotesco y lo absurdo es un síntoma de inmadurez?». Estas reflexiones de Alfred Brendel forman parte del prólogo del libro « El humor en la música. Broma, parodia e ironía », de Benet Casablancas (Barcelona, 1956). Un ensayo que vio la luz en 2000 y que ahora reedita Galaxia Gutenberg «con algunas ampliaciones y un apartado con fotografías», explicaba el compositor pocas horas antes del estreno de su obra «Shade and Darkness», en el Auditorio Nacional de Madrid a cargo de la Jonde .

El libro es el resultado «casi natural de una segunda faceta de mi carrera, la pedagogía; la primera, naturalmente es la composición». La intención del músico catalán -que actualmente está inmerso en la creación de su primera ópera, con textos de Rafael Argullol, que se estrenará en el Liceo probablemente en el año 2017- era «buscar metodologías diferentes de acercamiento al análisis musical. Maneras complementarias para conocer la música». Y decidió hacerlo desde el ángulo del humor. «Porque creo que, en todas sus facetas, es un elemento fundamental para sobrevivir en el mundo en el que vivimos. El humor se convierte en un instrumento de defensa para enfrentarnos a él, al mismo tiempo que refleja muchos aspectos de la condición humana. Freud decía que de forma humorística se puede decir todo, incluso la verdad».

A lo largo de cuatrocientas páginas, Casablancas disecciona partituras de compositores como Haydn, al que considera el creador «con mayor inventiva»; Beethoven, «que tenía un humor salvaje»; Mozart, Stravinski, Prokofiev, Britten o Shostakovich, que dominaba «la ironía». El libro, que puede entenderse como una guía de audición, «pretende establecer una topografía sobre compositores y sus claves para hacer reír». También rompe con viejos clichés sobre la solemnidad que rodea a la música clásica, tildada también como culta o seria. «Hay muchos estereotipos sobre ella. En la Edad Media, puntualmente, se podía romper el orden establecido como una catarsis colectiva. De ahí que existiera el Risus Paschalis en los monasterios».

Y matiza la imagen extendida «de un Beethoven huraño, que también tiene la canción de “la pulga” de Goethe, con un humor desenfadado. Beethoven es extraordinario por muchas cosas, pero justamente ilustra el proceso que va de la broma casi escatológica a músicas que empiezan como si terminan o que parecen que no terminan, y que, eso sí, ya demandan un receptor que conozca mínimamente las claves del estilo, y naturalmente la ironía romántica. Ese fue uno de los puntos que me hizo reflexionar sobre este tema».

Una tradición vigente

Estas partituras lúdicas permitieron en siglos anteriores tender puentes de complicidad con un público «menos numerosos que hoy en día, pero por contra más conocedor». La intención de Casablancas con este ensayo es la de abrir «nuevas sendas» de conocimiento a los oyentes actuales, desvelando y explicando esos elementos que incluyen «scherzos, pizzicatos, o la marcha fúnebre en el Sueño de una noche de verano, de Mendelssohn, por citar un ejemplo concreto. Mi exploración ha consistido en ver qué es lo que convierte a una música en humorística. Algo que puede ser evidente si hay texto, como sucede en la ópera bufa, ¿pero y si no lo hay? Existe un conjunto de convenciones en cada época que se entienden que son compartidas por los buenos conocedores». Una tradición «que todavía sigue vigente», asegura. «Y si el melómano las descubre disfrutará mucho más de la música».

En cuanto cuáles son, en su opinión, los compositores que más han incluido el humor en sus obras, se refiere a Haydn «que tenía un capacidad imaginativa muy grande y un humor muy inteligente»; Ives, «un pionero genial»; Stravinski o Shostakovich, del que destaca su partitura La nariz, que es «divertida pero también angustiante». ¿Y cuál es la obra favorita de Benet Casablancas? «Falstaff, compuesta ya por un Verdi octogenario, es divertidísima y hace llorar».

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