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crítica de ópera

Juana de Arco «resucita» en Bilbao

La temporada lírica de la ABAO arranca con la ópera de Verdi, raramente programada, con un gran reparto de voces

Juana de Arco «resucita» en Bilbao e. moreno esquibel

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El tiempo va pasando y el ambicioso proyecto «Tutto Verdi» de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO) avanza de manera firme y ya alcanza los veinte títulos programados. Para abrir temporada se apostó por estrenar una de esas obras de los «años de galera» del compositor italiano de infrecuentísima escucha, «Giovanna D'Arco», en la que Giuseppe Verdi recrea la figura de la santa francesa con el punto de partida de un delirante libreto firmado por Temistocle Solera. Una excusa más para encender al pueblo italiano contra sus propios invasores mediante un empleo peculiar de los recursos dramáticos que convertiría al músico en un héroe.

En la obra, fruto del sistema de producción industrial en el que Verdi estaba atrapado en la década de los cuarenta del siglo XIX, nos encontramos ante una partitura irregular, en la que se atisban algunos de los aciertos del gran Verdi, pero tamizados por pasajes muy débiles en los que falta coherencia y un discurso musical más compacto.

Con este punto de partida hay que destacar, y mucho, la dirección musical de Yves Abel . Ocultó lagunas y potenció los aciertos con un trabajo disciplinado que ayudó a mantener el interés en la función. Fue el suyo un alarde logrando momentos conmovedores al frente de una disciplinada Sinfónica de Euskadi . Además ajustó muy bien el balance con los solistas y consiguió del coro de la casa intervenciones redondas, en las que destacó el bello color verdiano de la agrupación.

Gran reparto

Sin duda alguna, soprano y barítono se erigieron como los grandes triunfadores de la velada: Krassimira Stoyanova encarnó una Giovanna sensacional en lo vocal y en lo escénico, mientras que Claudio Sgura fue un Giacomo de hermoso timbre y elegante línea de canto. No se quedó atrás el Carlo VII de Alejandro Roy . El tenor asturiano exhibió una emisión potente y arriesgada, aún a costa de no siempre redondear la afinación. Era el suyo un rol de máxima exigencia y cubrió con creces el cometido, con seguridad y valentía.

Todos ellos se adaptaron, sin mayor problema, a una puesta en escena muy tradicional de Gabriele Lavia, procedente del teatro Regio de Parma . A su favor tenía una adecuada recreación de las diferentes atmósferas de la obra y como punto débil se echó en falta mayor trabajo dramático. No obstante, el resultado global fue notable y con el aliciente de poder ver sobre la escena una obra que muy pocos teatros se atreven a programar y menos aún con la calidad y exigencia que la entidad lírica bilbaína ha puesto en este empeño.

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