Matabosch, compromiso por el público
Su astucia le ha hecho sobrevivir a todos los directores generales impuestos por los gobiernos de turno.
Joan Matabosch Grifoll (Barcelona, 1961), como Gerard Mortier, también está convencido de que ir a la ópera no es solo para pasarlo bien y distraerse, sino para crecer más como ser humano. En sus casi dos décadas a cargo de la programación del Liceo, en el que se ha formado, fogueado y consolidado como gestor, su astucia le ha hecho sobrevivir a todos los directores generales impuestos por los gobiernos de turno.
El ERE temporal que mantiene cerrado el coliseo es parte de esas decisiones dramáticas que el Liceo ha debido asumir y que Matabosch ha ido solventando con imaginación, sin renunciar a su compromiso con el público y con la misión de teatro público que le ha sido encomendada. Ambas aristas son las que más críticas le han valido a este periodista y músico: su línea de programación muchas veces ha pecado de osada, algo entendible cuando el éxito agota localidades, pero más discutible cuando la crisis obliga a racionar el consumo cultural.
Pero si algo dejará Matabosch para la historia en su paso por el Liceo es esa batería estética que ha impuesto , educando a un par de generaciones de melómanos con las variantes más amplias del discurso teatral contemporáneo, dejando sitio para el aporte catalán y español en general. Matabosch fue fiel a la tradición liceísta, que impuso sobre su escenario a las grandes voces de la ópera internacional: se las arreglaba para que los divos de hoy pudieran regalar su talento al público de Barcelona, aun sacrificando el ballet o la música sinfónica.
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