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Svetlana Alexiévich: «El socialismo no es malo, lo fue su aplicación rusa»

La periodista bielorrusa, premio Nobel de Literatura de 2015, repasa en Barcelona los ejes de su creación

Alexiévich, ayer en el CCCB de Barcelona EFE

DAVID MORÁN

A Svetlana Alexiévich (1948) le gusta hablar de conceptos como «socialismo cotidiano» o «rostro humano del comunismo» por lo que, a la hora de señalar la columna vertebral de su trabajo, no extraña que la periodista y escritora bielorrusa se fije en lo cotidiano y en sus sufridos protagonistas. «Llevo treinta años escribiendo esta enciclopedia de la utopía soviética, y lo que me interesa es el socialismo y el comunismo cotidiano y cómo afectan a la vida de la gente», señala la ganadora del Premio Nobel de Literatura de 2015, de paso por Barcelona para participar en el festival Kosmopolis.

«La vida de las personas es lo realmente importante. El personaje cotidiano es el abono de la historia, el material del que está hecho, pero nunca pueden expresarse sobre esta historia», insiste una autora que se ha esforzado en dar voz a esos personajes cotidianos en libros como «La guerra no tiene rostro de mujer» (Debate), «El fin del ‘Homo Sovieticus» (Acantilado) o «Els nois del zinc» (Raig Verd), todos ellos editados en castellano y catalán después de ser galardonada por la academia sueca.

Una bibliografía que abarca desde los estragos de la Segunda Guerra Mundial al convulso presente de Rusia pasando por el desastre de Chernóbil o la guerra de Afganistán y que ha convertido a Alexiévich en testigo de excepción de ese abrupto tránsito entre el régimen comunista y esa economía de mercado que, apunta, ni siquiera los rusos se atreven a llamar capitalismo. «La mentalidad rusa niega el capitalismo; se habla de mercado, pero todo el mundo ve que reinan los ladrones», explica la autora de «Voces de Chernóbil», para quien el miedo es, aún hoy, la mejor arma que tienen los gobiernos autoritarios como el de Putin para controlar al pueblo.

«La mentalidad rusa niega el capitalismo, se habla de mercado, pero todo el mundo ve que reinan los ladrones» Svetlana Alexiévich

«Es nuestro controlador eterno –asegura–. No es tan cruel como durante la época de mis padres, pero existe y es lo que explica que la gente no salga a la calle. Un sistema autoritario te inculca la idea de que estás indefenso, así que aunque a nadie le guste lo que pasa, nadie sale a la calle por miedo a perderlo todo». Ella, añade, no tiene miedo de nada, aunque sí que le preocupa que la historia pueda acabar tropezando otra vez con la misma piedra. «Las nuevas generaciones viven diciendo que no quieren vivir en un país humillado, y ahí es donde Putin tiene su gran apoyo. Ahora mismo es un momento muy peligroso en Rusia. Todo el mundo lleva un trocito de Putin en su interior», apunta.

Con la vista clavada aún en el pasado, Alexiévich pasa revista a l poso del comunismo y considera que«el socialismo no es malo». «Lo fue su aplicación rusa» , puntualiza. «Yo soy de la generación que ya negaba el comunismo. La idea es bonita, sí, pero no estamos preparados ni como sociedad ni como entidad económica. En los años noventa pensábamos que se iría el comunismo y vendría la libertad, pero vencimos al comunismo y ahora tenemos que vivir con las ratas que salen de nuestra propia alma. En una sociedad autoritaria la personalidad está deformada, cada persona tiene enterrado un monstruo», zanja.

«Vencimos al comunismo y ahora tenemos que vivir con las ratas que salen de nuestra propia alma» Svetlana Alexiévich

A pesar de todo, la autora de «Los muchachos del zinc», retrato desgarrado de la guerra de Afganistán, reconoce que no tiene problemas para publicar en Rusia. O, por lo menos, no los tiene de momento. «Acaban de salir cuatro de mis libros. Es un país muy grande y es imposible controlarlo todo. En Bielorrusia, en cambio, mis libros no se publican, soy persona non grata. En Rusia el régimen sólo controla los medios, nos las editoriales, aunque todo llegará», relata una autora que sigue concibiendo el factor humano como parte indispensable de su proceso de documentación e investigación.

Es así como, explica, dio forma a «La guerra no tiene rostro de mujer», donde, a fuerza buscar el tono humano y abrir las puertas de la memoria, consiguió dar voz a las mujeres supervivientes de la Segunda Guerra Mundial, las grandes olvidadas por la historia. «Era mucho más interesante hablar con las mujeres -asegura-, ya que los hombres siempre intentan justificar una guerra. Para ellas, en cambio, siempre es un crimen, un asesinato. Ven como se mueren las personas, los animales, los campos…».

A esa humanidad se aferra también ahora que ha decidido pasar página y, una vez finalizada su travesía a través de la utopía soviética, anda trabajando en un nuevo libro sobre el amor . «No hay nada más importante para una persona que el amor y la muerte», asegura. Y con la muerte retratada desde todos sus perfiles, ahora toca centrarse en el amor.

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