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Sant Jordi le toma el pulso a la recuperación de la industria editorial

Los libreros esperar cerrar la jornada con una facturación de 22 millones de euros, un 5% más que el año pasado

David Morán

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Llega Sant Jordi, santo patrón del tumulto civilizado, la compra masiva y las letras convertidas en objeto de repentina adoración, y el libro vuelve a salir a la calle para hacer su agosto en pleno mes de abril. ¿Exagerado? Para nada. No en vano hablamos de una jornada durante la que se llegan a despachar más de un millón y medio de libros y con la que, utilizando un oportuno símil futbolístico, libreros y editores se juegan buena parte de la temporada en un solo partido. Tanto es así que de las ventas de Sant Jordi depende entre el 5% y el 8% de la facturación anual para el libro en castellano, mientras que en el caso del libro en catalán, que aprovecha los alrededores de la diada para incrementar la oferta y lanzar algunos de sus títulos con más gancho, el porcentaje crece hasta llegar al 15% anual. En números redondos, estos porcentajes se traducen en unas previsiones de venta por valor de 22 millones de euros, un 5% más que el año pasado.

Unos datos que convierten la fiesta de Sant Jordi en privilegiado y fiable termómetro de la salud de la industria editorial y que ayudan a entender por qué tradición y negocio han acabado formando un tándem imbatible. Poco importa que sea domingo, que las compras se vayan a concentrar ante la rivalidad del Real Madrid-Barça o que la previsión de un millón y medio de personas deambulando por el centro de Barcelona invite a cualquier cosa menos al paseo: Sant Jordi es sagrado. Es por eso que, año tras año, crece el número de paradas y visitantes, se organizan comitivas internacionales como la que acercará a Barcelona a una delegación china que quiere replicar la fiesta en su país y se hace especial hincapié en que, digan lo que digan las listas de ventas, al final los superventas y las novedades más jugosas sólo representan un pequeño porcentaje del total. Así que por más que las listas de los más buscados estén copadas por títulos como «Patria», de Fernando Aramburu; «El laberinto de los espíritus», de Carlos Ruiz Zafón; «Lo que te daré cuando te vuelva a ver», de Albert Espinosa; y «Nosaltres dos», de Xavier Bosch, el Gremio de LIbreros insiste en que los diez libros más vendidos en 2016 sólo supusieron un 4,33% del volumen total de ventas.

Más de 45.000 títulos

El resto se lo reparten los más de 45.000 títulos diferentes que acaban pasando por caja, una derivada que explica que la capital catalana albergue durante unas horas la mayor concentración del planeta de escritores en movimiento del planeta y sume cada año nuevos autores dispuestos a dejarse la muñeca en maratonianas sesiones de firmas. Notable será, por ejemplo, el desembarco de escritores internacionales, con Donna Leon, Sarah Lark, Siri Hustvetd, Petros Márkaris, Valerio Massimo Manfredi y Lionel Shriver a la cabeza. También estarán firmando en Barcelona la neoyorquina R. J. Palacio , autora que ha revolucionado la literatura juvenil con «Wonder; el británico Ben Brooks, joven reincidente que año tras año ha amasado una fiel legión de seguidores; o el pianista James Rhodes, autor del escalofriante «Instrumental», que presenta ahora su algo más distendido manual para aprender a tocar el piano.

Todos ellos tendrán que competir y medirse codo con codo con sospechosos habituales de Sant Jordi, autores que, como Dolores Redondo, Javier Cercas, Luz Gabás Santiago Posteguillo, Juan Gómez-Jurado o Carme Chaparro, seguro que cerrarán la jornada con la muñeca hecha trizas y unas colas dignas de admiración. A falta de un gran best-seller capaz de concentrar la atención y con youtubers, cocineros y deportistas haciendo la guerra por su cuenta, otra de las incógnitas interesantes será saber el empuje que le ha dado a Eduardo Mendoza el premio Cervantes. Eso sí: el autor de «Sin noticias de Gurb» ha decidido dosificarse y sólo atenderá a los lectores durante dos horas. Cuestión de estatus para una jornada que, si algo tiene, es que elimina barreras, convierte a los escritores en estrellas y los coloca a pie de calle para estrechar lazos con los lectores.

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