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«¡A Sangre y Fuego!»

Reproducimos el texto publicado por ABC por Luis Alberto de Cuenca con motivo del cincuenta aniversario del primer número de «El Capitán Trueno»

Por Luis Alberto de Cuenca

Se dice pronto: cincuenta años ya desde la aparición de «¡A sangre y fuego!», que es como se llamaba el primer número de «El Capitán Trueno». Uno de mis más viejos recuerdos es la lectura, aun torpe y balbuciente, de ese cuaderno. Tenía yo tan solo cinco años y cuatro meses cuando aparecio (el 14 de mayo de 1956, para ser exactos), pero me acuerdo nítidamente de suportada, pletórica de acción y movimiento, en la que un tipo con melenita y montado a caballo cargaba en Tierra Santa contra los agarenos, mientras en primer plano, a la derecha, un gigantón tuerto y sonriente se divertía sembrando el terror en las filas enemigas,y, subido a sus hombros, un chico rubio, vestido con ropas bufonescas, le asestaba un garrotazo al sarraceno que tenía delante; en la parte de abajo, una leyenda cuyo contenido marcaba un objetivo épico: ¡Había que tomar la fortaleza a toda costa!

La tercera cruzada

Como enseguida aparecía Ricardo Corazón de León, teníamos que suponer que nos encontrábamos en el curso de la Tercera Cruzada, a finales del siglo XII. En cuanto a la identidad de los protagonistas, el guerrero cristiano de la melena, portador de un escudo con barras rojas y amarillas que evocaba las armas del Reino de Aragón, no era otro que el Capitán Trueno. Seguimos sin saber, a estas alturas, cómo se llamaba de verdad, pero a los héroes les basta con un sobrenombre: el tuerto que, además, llevaba barba corta y bigote e iba vestido con un sayal rayado sujeto por un cinturón y una doble bandolera en el pecho, se llamaba Goliath, como el gigante filesteo que se enfrentó al imberbe David cuando los Pueblos del Mar campaban a sus anchas por el Creciente Fértil; el muchacho vestido de bufón (pero sin cascabeles) no era un joker de baraja, sino un arrojadísimo adoelsente, llamado Crispín, con el que todos los niños y adolescentes de la época nos identificábamos, porque estaba más cerca de nosotros que los inasequibles Trueno y Goliath, que pertenecían al mundo de los adultos, una esfera que, por fortuna para nosotros, nos era ajena por aquel entonces.

Los responsables de El Capitan Trueno son, como todo el mundo sabe, dos nombres propios a los que debemos honrar como se merecen, puesahuyentaron las pesadillas y alimentaron los sueños de varias generacionesde españoles: Victor Mora, nacido en 1931 y en plena actividad en 2006 ,y Miguel Ambrosio Zaragoza, el gran Ambros, ya desaparecido (en 1992), cuyo nombre aparece en la portada del mencionado primer cuaderno, a la derecha del caballo del Capitán.

Trucos del oficio

Víctor Mora es un excelente narrador, que ha cultivado con acierto el cuento y la novela. Tenía que serlo, porque el rigor y la coherencia internas con que está urdida la saga del Capitán Trueno, su capacidad inventiva y, por qué no decirlo, su fino sentido del humor (desconfíen ustedes de las historias que no tengan sentido del humor: es la risa lo que distingue al ser humano del resto de los animales) anuncian en su creador a un auténtico maestro de la narrativa, conocedor de todos los trucos del oficio e infatigable forjador de plots.

Pero fue Ambrós quien puso carne, rostro y movimiento a los personajes, trasladando en imágenes las palabras de Mora con una expresividad y un encanto verdaderamente excepcionales, por más que había dado ya pruebas de su genio en series ambientadas en el Far-West como El Jinete Fantasma y Chispita, de inexcusable recorrido por parte del aficionado al tebeo español.

Se ha insistido con lamentable empecinamiento en el carácter progresista de El Capitan Trueno en relación con El Guerrero del Antif z , de Manuel Gago, una serie a la que se ha tildado con frecuencia e injustamentede «reaccionaria». Nada mas falso. Antonio Machado hablaba de que la poesía, el arte todo, es palabra en el tiempo. El Capitán Trueno es a los aós 50 del siglo XX, en los que comienzaa advertirse en el tebeo patrio una cierta «modernidad» narrativa, lo que El Guerrero del Antifaz es a los 40, unos años más centrados en un modo tebeístico de narrar todavia «folletinesco».

Si hablamos de obras maestras, las comparaciones son odiosas. Y tanto El Capitán Trueno como El Guerrero d el Antifaz lo son. Por eso,cualquier efeméride como la presente,en la que recordamos el medio siglo del Capitán, de su novia eterna Sigrid y de sus escuderos y amigos Crispin y Goliath, debe escribirse con letras de oro en el libro de nuestra memoria, porque al centenario no va a ser nada fácil que lleguemos algunos.

Luis Alberto De Cuenca

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