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El primer poemario que se convirtió en best seller

Se cumplen 20 años de la publicación de «Cuaderno de Nueva York», de José Hierro, que vendió más de 35.000 ejemplares y fue el testamento literario del poeta

José Hiero recitando en 1998 Clara Isamat
Bruno Pardo Porto

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Llegó antes, mucho antes. Antes de que los versos se compartieran en las redes y de ahí saltaran a los libros, antes de que los poemarios se vendieran por miles y estuviesen en la sección de destacados de las grandes superficies, antes de que un rapsoda ganase un concurso de televisión y se convirtiera en la estrella de Sant Jordi. Antes, cuando internet era una cosa extraña para el común de los mortales, José Hierro (1922-2002), Pepe Hierro para los amigos, publicaba « Cuaderno de Nueva York », una obra que armonizaba el aroma urbano con la introspección, el realismo con la estética visionaria, la tradición con la vanguardia y la cultura popular. Era 1998, el año en el que la poesía se convirtió en superventas.

Edición conmemorativa de «Cuaderno de Nueva York» ABC

Aquel poemario, por diversos motivos que nadie podía prever, se convirtió en el mayor éxito editorial de la poesía española de finales del XX. «Los datos de circulación efectiva de su edición en Hiperión superan los 35.000 ejemplares vendidos , un número estratosférico dentro de la lírica patria», escribe Vicente Luis Mora en el epílogo de la edición conmemorativa por el veinte aniversario de la obra que acaba de publicar Nórdica Libros. «Fue, por así decirlo, el primer poemario best seller de los últimos tiempos», añade Diego Doncel, poeta, crítico y amigo del propio Hierro.

Pero el impacto de aquel cuaderno fue mucho más allá de las cifras de ventas. «Cuaderno de Nueva York» se convirtió en todo un acontecimiento en el que los lectores, los medios de comunicación y la crítica tuvieron mucho que ver. Fue un fenómeno. Hierro se paseó por la prensa y la televisión haciendo gala de su poderosa personalidad, de ese encanto sin el que, como diría Stevenson, el resto de las virtudes son inútiles. Era una persona entrañable, campechana, «que llevaba dentro la conversación de las tabernas », tal y como recuerda Doncel. Y, sobre todo, un poeta que recitaba como nadie, con esa voz grave que iba directa al tímpano a depositar los versos, siguiendo siempre la música del poema, encandilando a la audiencia.

Testamento literario

El eco del cuaderno se fue haciendo más grande, como una bola de nieve atrapando atenciones. «Su lucidez y su inteligencia carente por completo de soberbia hacían pensar a cualquiera que una mente así no podía hacer más que buenos libros», subraya Mora en conversación con ABC. Y «Cuaderno de Nueva York», de hecho, estaba concebido como un gran libro, como una suerte de testamento literario de su autor donde se encuentran las líneas, los tonos y los temas de toda su obra: los juegos entre la alta y la baja cultura, los ecos de la tradición lírica española (Manrique, Lope, Machado, Lorca), la situación del exiliado, la soledad en la metrópoli, el silencio… Todo ello a través de la experiencia propia del poeta en la ciudad. Un poeta que, según dejó escrito Umbral en el 98, era « nuestro más grande lírico vivo ».

Los galardones no tardaron el llegar: el Cervantes ese mismo año y los premios Nacional de Poesía (el segundo) y de la Crítica en 1999, que se unían al Príncipe de Asturias y al Nacional de las Letras que ya tenía. «De pronto descubrimos que el Pepe Hierro de los bares y las conversaciones era un clásico. Y necesitaba ese reconocimiento, porque era un autor del canon al que le faltaba ese impulso que, por otra parte, le permitió aparecer en los medios», asevera Doncel.

«Nueva york es un tópico, pero me da igual»

A día de hoy, aquel éxito sigue teniendo algo de misterio, de cuadratura del círculo. Desde luego, no fue algo premeditado. Poco podía esperarse aquella recepción el propio Hierro cuando, en el proceso de creación del libro, comentaba: «He comenzado unos poemas sobre Nueva York. Ya sé que es un tópico, pero a mí me da igual». El caso es que el resultado fue de todo menos tópico, que atrapó en sus páginas una sensibilidad urbana que, en silencio, los lectores (y la crítica) estaban esperando. El caso es que todo aquello derivó en un acontecimiento que marcó la poesía.

«El éxito del poemario provocó un enorme número de lecturas entre los poetas jóvenes, que, debido a la carga de profundidad lírica del Cuaderno, entendieron la poética de Hierro y se vieron afectados por ella. No era difícil a principios del XXI encontrar libros de poetas jóvenes con citas o epígrafes de Hierro», remata Mora.

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