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Premio Cervantes

El Rey: «Eduardo Mendoza es un verdadero artesano del lenguaje»

El escritor recibe de manos de Don Felipe el Nobel de las letras hispánicas en la Universidad de Alcalá de Henares

Eduardo Mendoza, tras recibir el premio Cervantes EFE

ABC

11.06

El escritor catalán Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) recibe hoy de manos de Don Felipe el Premio Cervantes , que le fue concedido el pasado 30 de noviembre por inaugurar en 1975 una «nueva etapa en la narrativa española» devolviendo al lector «el goce por el relato», según destacó el jurado de este «novelista puro».

11.10

Ayer, los Reyes ofrecieron el tradicional almuerzo al mundo de las Letras con motivo de la entrega del Cervantes. En él, celebrado en el Palacio Real, Don Felipe afirmó que el español nos permite «comprender mejor lo que somos, lo que representa nuestra cultura para el resto del mundo. Por eso, decimos -y citó al premio Cervantes, Francisco Ayala- que la patria del escritor es su lengua».

11.15

El galardón más importante de las letras en español se entrega, tradicionalmente, en una ceremonia que presiden los Reyes el 23 de abril, en coincidencia con el Día Internacional del Libro . Sin embargo, este año el acto se ha adelantado al 20 de abril por caer la fecha en domingo. Hasta el momento, desde que en 1976 comenzó a entregarse el Cervantes, nunca se ha entregado en domingo cuando el 23 de abril ha coincidido en ese día (como ocurre en este 2017), y solo en dos ocasiones (2005 y 2016) se ha celebrado la ceremonia en sábado.

11.29

Mendoza ha sido madrugador a la hora de llegar a Alcalá de Henares , donde recibirá el Cervantes . Un galardón ante el que, según ha confesado a los periodistas, todavía no ha reaccionado «y total, para lo que queda de ceremonia... ya no reacciono».

11.34

Ataviado con el tradicional chaqué, Mendoza ha asegurado que se encuentra muy contento y honrado por recibir el Cervantes y respecto a su vestimenta ha dicho que, a partir de ahora, la llevará siempre. «A mí me gusta disfrazarme; soy muy teatrero», ha indicado entre risas en la entrada del Paraninfo de la Universidad de Alcalá , donde a partir de las doce del mediodía se celebrará la ceremonia presidida por los Reyes. Un acto en el que pronunciará un discurso «forzosamente quijotesco» aunque ha indicado que no será propiamente un discurso sino «una lección cervantina».

11.40

En el acto, Eduardo Mendoza estará acompañado por su familia que, ha dicho, como todas las familias en estas ocasiones no respaldan: se burlan y dicen que ha salido mal, ha asegurado, haciendo gala de su característico sentido del humor. Eso sí, el Cervantes 2016 no ha querido avanzar si prepara una nueva novela, pues no hace «spoilers», y ha explicado que lo que ha salido recientemente es un ensayo. «Lo que toca ahora, es mirar hacia delante», ha zanjado.

11.47

Del delirio de la serie protagonizada por el detective loco adicto a las pepsicolas a novelas de alto calado como «La ciudad de los prodigios», la obra de Eduardo Mendoza ha narrado Barcelona desde todos su ángulos. «La verdad sobre el caso Savolta» fue la primera novela de la Transición y una de las que mejor retrató las luchas sindicales de principios del siglo XX, pero la censura, siempre tan acertada, sólo atinó a decir del debut literario de Eduardo Mendoza que era un «novelón estúpido y confuso, escrito sin pies ni cabeza…» con «todo lo típico de las novelas pésimas escritas por escritores que no saben escribir». La novela, cuyo título original era «Los soldados de Cataluña», se transformó en «La verdad sobre el caso Savolta» (1975) por sugerencia de Pere Gimferrer y marcó el estreno de Mendoza como habilidoso trenzador de estilos y aventajado maestro del humor.

11.50

Cuatro años después de estrenarse en las librerías, Mendoza cambia de registro y aparece acompañado de ese detective tarado que bebe pepsicolas y que acompañará a Mendoza durante prácticamente toda su carrera. «El misterio de la cripta embrujada» (1979) es, de hecho, la primera novela de una desternillante saga que parodia géneros, estrecha lazos con la risa y plantea crímenes absurdos de resolución aún más delirante en una Barcelona en escorzo.

11.52

«La ciudad de los prodigios» es, sin duda, la gran novela de Mendoza y una de las grandes obras de la Barcelona literaria. El autor barcelonés la empezó a escribir después de publicar «La verdad sobre el caso Savolta», pero la dejó aparcada y no la terminó hasta 1986. «La ciudad de los prodigios» (1986), adaptada a la gran pantalla por Mario Camus, centrifuga una vez más sátira y novela picaresca para narrar las transformaciones de Barcelona entre las Exposiciones Universales de 1888 y 1929 a través de los ojos de Onofre Bouvila, vendedor ambulante y repartidor de propaganda anarquista que acabará subiendo a lo más alto.

11.55

«Leer el Quijote marca para toda la vida», ha dicho Mendoza poco antes de que comience la ceremonia de entrega en Alcalá de Henares. «Recordar de vez en cuando el humor como parte de la literatura y de la ficción, de nuestra forma de estar en el mundo, es importante», ha asegurado el galardonado, en conversación con un grupo de periodistas. ¿Se imaginó alguna vez en esta situación? «No, jamás», ha rematado, con una amplia sonrisa.

11.58

Don Felipe y Doña Letizia ya están en el Patio de los Filósofos de la Universidad de Alcalá de Henares. «Estoy nervioso», ha confesado Mendoza a los Reyes al saludarles.

12.00

Comienza la ceremonia, con el himno de España. No está presente el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pero sí la vicepresidenta, Soraya Sáez de Santamaría. El premiado está acompañado de sus hijos, Ferrán y Alexandre.

12.05

El ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, pronuncia su dicurso .

12.12

Méndez de Vigo sigue con su alocuación: «Entre tanta parodia policíaca, Eduardo Mendoza decidió rescatar un proyecto que había abandonado. Una de tantas novelas que los escritores dejan morir en el primer tercio, en una rutina que conocen bien quienes se dedican a las letras. Sin embargo, era esta una empresa especial: se trataba de repasar la evolución de su ciudad natal, Barcelona, entre las exposiciones universales de 1888 y 1929».

12.15

«Obras como «La isla inaudita», «El año del diluvio», «Una comedia ligera», «El último trayecto de Horacio Dos», «Mauricio o las elecciones primarias», o «El asombroso viaje de Pomponio Flato», han engrandecido nuestra narrativa moderna y han contribuido a abrir nuevas sendas al influir también en las generaciones de novelistas más jóvenes», continúa el ministro de Cultura .

12.18

A juicio de Méndez de Vigo , «la crítica y el público parecen de acuerdo en el buen camino de Eduardo Mendoza, que tal vez aspira al propósito vocacional que apostilló Mark Twain: «Cumplamos la tarea de vivir de tal modo que cuando muramos, incluso el de la funeraria lo sienta».

12.22

Concluye su discurso el ministro de Cultura : «Al concluir, me viene a la mente la conversación que mantuvimos para comunicarle que había resultado ganador de este galardón. Como recordará D. Eduardo, conversamos sobre refranes, porque me había llamado la atención su respuesta, en una entrevista en la que le preguntaban cuál era su refrán favorito. Sin dudarlo, exclamó: "De perdidos al río". Como le dije aquel día, creo que tras recibir el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2016, tiene más motivos para entonar como refrán preferido otro clásico de nuestro refranero: "Que me quiten lo bailao". Aunque estoy convencido de que le queda mucho por bailar, y ¡que nosotros lo veamos!».

12.25

Óscar Sáenz de Santamaría , director de Industrias Culturales y del Libro, lee el acta del jurado del premio Cervantes 2016, en el que resultó ganador Eduardo Mendoza .

12.27

Llega el momento más importante de la ceremonia: el Rey entrega el premio Cervantes a Eduardo Mendoza, que a continuación pronuncia su discurso.

12.36

Eduardo Mendoza: «Curiosamente, lo que me fascinó entonces no fue la figura de don Quijote, ni sus empresas y sus infortunios, sino el lenguaje cervantino. Desde niño yo quería ser escritor. Pero hasta ese momento los resultados no se correspondían ni con el entusiasmo ni con el empeño. Las vocaciones tempranas son árboles con muchas hojas, poco tronco y ninguna raíz. Yo estaba empeñado en escribir, pero no sabía ni cómo ni sobre qué. La lectura del Quijote fue un bálsamo y una revelación. De Cervantes aprendí que se podía cualquier cosa: relatar una acción, plantear una situación, describir un paisaje, transcribir un diálogo, intercalar un discurso o hacer un comentario, sin forzar la prosa, con claridad, sencillez, musicalidad y elegancia».

12.40

Eduardo Mendoza: «La tercera vez que leí el Quijote ya era, al menos nominalmente, lo que nuestro código civil llama "un buen padre de familia". Cuando emprendí esta nueva lectura del Quijote no tenía motivos de queja. Como don Quijote, había recibido algunos palos, ni muchos ni muy fuertes. Como Sancho Panza, me había apeado muchas veces del burro. Pero había conseguido publicar algunos libros que habían recibido un trato benévolo de la crítica y una buena acogida del público. Hago un paréntesis para decir que, sin quitarme el mérito que me pueda corresponder, mucho debo al apoyo y, sobre todo, al cariño de algunas personas. Y creo que sería injusto silenciar, a este respecto, la contribución especial de dos personas a mi carrera literaria. Una es Pere Gimferrer , que me dio la primera oportunidad y es mi editor vitalicio y mi amigo incondicional. La otra es, por supuesto, Carmen Balcells , cuya ausencia empaña la alegría de este acto».

12.45

Eduardo Mendoza : «Aunque raro es el año en que no vuelva a picotear en el Quijote, con la única finalidad de pasar un rato agradable y levantarme el ánimo, lo cierto es que no lo había vuelto a releer de un tirón, hasta que la cordial e inesperada llamada del señor ministro me notificó que me había sido concedido este premio, y por añadidura en el cuarto centenario de la muerte de Cervantes. Así las cosas, pensé que tenía el deber moral y la excusa perfecta para volver, literalmente, a las andadas. En esta ocasión seguía y sigo estando, en términos generales, satisfecho de la vida. De nada me puedo quejar e incluso ha mejorado mi estado de salud: antes padecía pequeños desarreglos impropios de mi edad y ahora estos desarreglos se han vuelto propios de mi edad».

12.48

Eduardo Mendoza : «Alguna vez me he preguntado si don Quijote estaba loco o si fingía estarlo para transgredir las normas de una sociedad pequeña, zafia y encerrada en sí misma. Aunque ésta es una incógnita que nunca despejaremos, mi conclusión es que don Quijote está realmente loco, pero sabe que lo está, y también sabe que los demás están cuerdos y, en consecuencia, le dejarán hacer cualquier disparate que le pase por la cabeza. Es justo lo contrario de lo que me ocurre a mí. Yo creo ser un modelo de sensatez y creo que los demás están como una regadera, y por este motivo vivo perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo».

12.50

Eduardo Mendoza : «Ésta es, a mi juicio, la función de la ficción. No dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro modo, acabaría convertido en mero dato, en prototipo y en estadística. Por eso la novela cuenta las cosas de un modo ameno, aunque no necesariamente fácil: para que las personas, a lo largo del tiempo, la consuman y la recuerden sin pensar, como los insectos que polinizan sin saber que lo hacen. Recalco estas cosas bien sabidas porque vivimos tiempos confusos e inciertos. No me refiero a la política y la economía. Ahí los tiempos siempre son inciertos, porque somos una especie atolondrada y agresiva y quizá mala, si hubiera otra especie con la que nos pudiéramos comparar. La incertidumbre y la confusión a las que yo me refiero son de otro tipo. Un cambio radical que afecta al conocimiento, a la cultura, a las relaciones humanas, en definitiva, a nuestra manera de estar en el mundo. Pero al decir esto no pretendo ser alarmista. Este cambio está ahí, pero no tiene por qué ser nocivo, ni brusco, ni traumático. En este sentido, ahora que los dos vamos de vuelta a casa, me gustaría discrepar de don Quijote cuando afirma que no hay pájaros en los nidos de antaño. Sí que los hay, pero son otros pájaros. Ocasiones como la presente entrañan para el premiado un riesgo inverso al que corrió don Quijote: creerse protagonista de un relato más bonito que la realidad. Prometo hacer todo lo posible para que no me ocurra tal cosa. Para los que tratamos de crear algo, el enemigo es la vanidad. La vanidad es una forma de llegar a necio dando un rodeo. Es un peligro que no debería existir: mal puede ser vanidoso el que a solas va escribiendo una palabra tras otra, con mimo y con afán y con la esperanza de que al final algo parezca tener sentido. La tecnología ha cambiado el soporte de la famosa página en blanco, pero no ha eliminado el terror que suscita ni el esfuerzo que hace falta para acometerla».

12.52

Eduardo Mendoza termina su discurso: «Hace muchos años, cuando yo vivía en Nueva York, quedé en un bar con un amigo, ilustre poeta leonés. Como vimos que la camarera que nos atendía era hispanohablante, probablemente portorriqueña, cuando vino a tomarnos la comanda nos dirigimos a ella en castellano. La camarera tomó nota y luego nos preguntó si éramos franceses. Le respondimos que no. ¿Qué le había hecho pensar eso? Oh, dijo ella, como habláis tan mal el español… En su momento, esta anécdota nimia me produjo una gran alegría que nunca se ha disipado. Porque comprendí que habitaba un mundo diverso, rico, divertido y con un amplísimo horizonte. Y que todas las lenguas del mundo son amables y generosas para quien las quiere bien y las trabaja. Y aquí termino, repitiendo lo que dije al principio. Que recojo este premio con profunda gratitud y alegría, y que seguiré siendo el que siempre he sido: Eduardo Mendoza, de profesión, sus labores».

12.53

Don Felipe toma la palabra y comienza su discurso.

12.55

El Rey: «Eduardo Mendoza es un verdadero artesano del lenguaje».

13.01

Don Felipe: «El autor es un verdadero biógrafo de la capital catalana (...). Barcelona es más que un sujeto pasivo en la literatura de Mendoza (...). La ciudad también fue crucial para el nacimiento de diversos fenómenos literarios (...). Barcelona es también un lugar fundamental en las andanzas de Don Quijote».

13.07

El Rey termina su discurso dedicado a Mendoza, en el que ha dedicado especial atención a la convivencia del castellano y el catalán y a la ciduad de Barcelona.

13.10

Se levanta la sesión, con el «Laudeamus igitur», que Mendoza escucha emocionado.

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