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Manuel Vilas: «Los españoles están locos con la autoflagelación que se meten»

El escritor se enfrenta a su pasado en «Ordesa», su última novela, una crónica emocional de la España de las últimas décadas

El escritor Manuel Vilas, fotografiado poco después de la entrevista en Madrid JOSÉ RAMÓN LADRA
Inés Martín Rodrigo

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Se habla, y escribe, mucho de lo que supone la pérdida de un hijo para un padre. Dicen que es lo peor que le puede pasar a alguien. Y es cierto. Pero la orfandad también puede ser terrible. Tanto que a veces se convierte en un estado de ánimo. Eso le pasó a Manuel Vilas (Barbastro, 1962) cuando sus progenitores murieron. Paradójicamente, de ese caos vital ha surgido uno de sus mejores libros, «Ordesa» (Alfaguara), un viaje emocional a su pasado para tratar de reconstruir el presente.

¿En dónde hay más verdad, en esta novela o en su vida?

Uf, eso es pregunta de teoría literaria… Es una pregunta tremenda, me ha dejado sorprendido…

¿Quiere que volvamos a ella más adelante? (reímos)

No, no. El sueño de un escritor, y probablemente por eso escribimos, es que en el libro haya tanta verdad como en su propia vida. Indudablemente, a nivel biológico y natural, la verdad está en tu vida, evidentemente; lo contrario sería ser un romántico de la literatura. El sueño de un escritor es trasladar todo el flujo de la vida al flujo de las páginas.

¿Y es un sueño que ha cumplido con «Ordesa»?

Lo he intentado. Ese es el hechizo de la literatura, pensar que podemos meter la vida en un libro y con eso se produce una catarsis, salvación de la vida, exaltación de la vida, embellecimiento de la vida… Esa es la gran quimera de la literatura, y el gran sueño, porque al final todos nos morimos y todo se va.

¿Se siente cómodo si uso el término autoficción para describir el libro?

No, no es autoficción. He hecho autoficción en otros libros pero ahora no me interesa para nada.

¿Y cómo definiría, entonces, «Ordesa»?

Esto es un libro autobiográfico, lo que pasa es que tiene la arquitectura de una novela. Está en la línea de un libro de memoria, sobre mi pasado. Lidiar con la verdad personal es un poco complejo en una tradición literaria como la nuestra, en la que escasean libros así.

Cubierta de «Ordesa» ABC

El color amarillo de la cubierta no es casualidad ni antojo, únicamente, del diseñador.

No.

¿Por qué el dolor es amarillo?

Es el color maldito de todo el mundo, es el color de la locura, es un color del que la gente huye, quizás porque es un color irracional, también. Cuando pensé en mi pasado, me salía el color amarillo. Pensar en mi pasado era adentrarse en el color amarillo. Lo vi todo en amarillo.

Y, cuando terminó de escribir, ¿se difuminó ese color amarillo?

Sí.

¿A qué color pasó?

Probablemente al blanco, a la tranquilidad. Todo el libro es un intento de precisar el dolor y la memoria. La catarsis nace de la precisión del dolor bien dicho, bien pronunciado, bien establecido, concreto y visible. El problema es cuando no puedes precisar lo que te ha pasado, eso es el sufrimiento en estado puro, no tiene verbalización.

Asegura que con la muerte de su padre comenzó el caos. ¿Ha servido este libro para poner algo de orden en su vida?

Sí, sí. Me ha servido para ver mi pasado. He conseguido hablar con mi pasado y, al hablar con mi pasado, de alguna manera me he perdonado.

¿Qué tenía que perdonarse?

Los errores cometidos en mi vida. La vida es cometer errores, fundamentalmente. Quizás vivimos en un mundo donde la confesión de los errores es incómoda y probablemente esa tradición literaria en España no sea muy frecuentada. Decir los errores es sano. Normalmente, un ciudadano si comete errores va al psiquiatra; los escritores escribimos un libro.

La terapia es la literatura.

Eso es. Este libro es bastante terapéutico.

¿En España sale caro equivocarse?

Sí, porque existe más la idea del castigo que la idea de la redención. En España se piensa más en castigar a quien comete errores que en que se puede redimir, y eso es herencia del catolicismo. Es más una sociedad del castigo que una sociedad de la redención.

Precisamente, el libro es también una crónica de la sociedad española de las últimas décadas. Tengo la sensación de que no hemos cambiado tanto…

Hemos progresado materialmente, mucho. Social, cultural y emocionalmente vivimos un presente mejor. La vida que llevaron mis padres fue peor que la que estoy llevando yo. Yo tuve acceso a una carrera universitaria, que eso hace que haya escrito este libro. Eso no lo pudo hacer mi padre. De hecho, mi padre quería ser escritor. Hubo una redención social.

Usted pasa largas temporadas fuera y, de hecho, dedicó su anterior libro a Estados Unidos. ¿Cómo observa España desde la lejanía? ¿Es cierto que a veces es necesario tomar cierta distancia de aquello a lo que amas para ver las cosas con perspectiva?

Completamente. España es un país extraordinario, y los españoles están locos con la autoflagelación que se meten. Todo el país gasta energía en estupideces.

¿Estupideces como cuáles?

El delirio ideológico y político de este país es absurdo. Lo fundamental es que el país crezca, y que haya hospitales, universidades y colegios. Desde dentro, esto es imposible percibirlo. Tienes que irte fuera para darte cuenta.

El epílogo de «Ordesa» lo conforman una serie de poemas que agrupa bajo el ilustrativo título «La familia y la Historia».. ¿En qué género se siente más cómodo?

Probablemente este libro sea una solución a esta pregunta, porque es una novela y tiene un epílogo con poemas.

Y la narración es muy poética.

Lo es. Pero hay un ensamblaje muy natural. Yo estoy cómodo en todos los registros. La idea del género literario está bien como pedagogía de la literatura y para aclarar al lector, pero un escritor puede mezclarlos y manipularlos como quiera.

En la novela dice que «la verdad es tu padre y tu madre». ¿Qué tiene la relación entre padres e hijos que produce tanta materia literaria?

Es uno de los grandes temas de la literatura, una de las líneas maestras: desde la «Carta al padre», de Kafka, a «Los hermanos Karamazov», de Dostoievski, o «El rey Lear», de Shakespeare. Es el discurso de la vida: eres hijo, luego padre… Son acontecimientos biológicos, el recordatorio de la naturaleza, frente a todo el mundo social que se genera, donde te hacen creer que eres otra cosa. He escrito este libro como recordatorio de ese atavismo fundamental de los seres humanos, que son padres o son hijos.

¿Qué supone la pérdida de un padre para un hijo?

Se produce una sensación de desamparo y de desarraigo. Porque la familia sigue siendo el motor de nuestra forma de organización, es la unidad básica, el lugar donde no hay alienación capitalista, donde los afectos son seguros y reales. No es el mundo laboral, no es el mundo social, donde los afectos o las estimas son cambiantes y volubles. Es la gran hermosura de que no haya duda: un padre jamás duda. Esa ausencia de duda a mí me parecía maravillosa y quise escribir sobre eso.

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