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Luis Goytisolo pasea por «Las afueras» de la novela 60 años después

Anagrama reedita la obra con la que ganó el primer Biblioteca Breve en 1958

Luis Goytisolo, ayer en Barcelona EFE
David Morán

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En 1958, mientras estudiaba con desgana la carrera de Derecho y fantaseaba con seguir los pasos de Conrad y Saint-Exupéry para encontrar una cobertura laboral a sus pulsiones creativas, Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) empezó a nadar contracorriente y se acabó coronando con «Las afueras» , su estreno literario, como ganador de la primera edición del premio Biblioteca Breve. «Seix Barral era entonces la editorial por excelencia, así que la creación de un premio generó una gran expectativa », destaca el editor de Anagrama, Jorge Herralde.

Tanto es así que, seis décadas después, Goytisolo reconoce que aquel galardón lo cambió todo. «Para mí lo importante era ser escritor, y aquello me resolvió la vida. Empecé a trabajar como lector para la editorial y pude dejar Derecho», explica. Más tarde llegarían «Las mismas palabras», los días en la cárcel de Carabanchel y, sobre todo, el vuelco narrativo que supuso la monumental «Antagonía», obra magna en la que invirtió nada menos que 17 años, pero fue «Las afueras» el libro con el que el menor de los Goytisolo empezó a amueblar su universo literario. «Fue un ensayo, un inicio del camino», apunta ahora que, sesenta años después de su publicación, Anagrama recupera el estreno de Goytisolo para subrayar la «osadía» de una novela que, destaca Herralde, abrió nuevos caminos para la narrativa española.

«Eran los tiempos del realismo social más bien tosco y maniqueo, y el caso de Luis es lo contrario: se muestran las cosas pero no hay retórica», destaca el editor. Con todo, la estructura de «Las afueras», con siete capítulos aparentemente inconexos y unas historias en las que tropiezan personajes de la clase traba-jadora y burgueses, hicieron que la novela llegase rodeada de lo que Goytisolo califica de «algunos equívocos». «Insistían en que era una novela social, pero yo nunca tuve esa idea. No sabía lo que buscaba, y no lo comprendería hasta “Antagonía”», apunta el autor. De ahí que reconozca que se trata de una obra que ha «marginado». «Inicialmente no me satisfacía del todo, aunque sí que encontré una lectura mixta en la que el lector tenía que aportar algo», desvela.

Ahora, añade, ha redescubierto «esa sobriedad que es un poco ajena al paso del tiempo» y a la que llegó siguiendo un camino señalizado por los relatos de Ernest Hemingway y la obra de Cesare Pavese, escritor éste último al que el paso del tiempo ha acabado por depreciar notablemente. «Cuando lo releí no me gustó en absoluto», asegura. Lo mismo le ocurrió con «El jarama» de Sánchez-Ferlosio o con su segunda novela, esa «Las mismas palabras» tras la que cambió radicalmente de rumbo.

Años más tarde, el también ganador del premio Nacional de las Letras se ajustaría su mejor traje de ensayista aguafiestas para señalar desde las páginas de «Naturaleza de la novela» que la narrativa estaba perdiendo fuelle. Una idea que él mismo se encarga ahora de rebatir recordando que también hubo un tiempo en el que se decía que «el cine iba a acabar con la novela y casi acabará antes el cine que la novela».

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