Hazte premium Hazte premium

Llucia Ramis: «Vivimos en una gran confusión y eso facilita cualquier tipo de tiranía»

Tres generaciones se dan cita en «Las posesiones», su nueva novela, un recorrido por los últimos treinta años de nuestra historia

La escritora mallorquina Llucia Ramis SANTI COGOLLUDO
Inés Martín Rodrigo

Esta funcionalidad es sólo para registrados

A Llucia Ramis (Palma de Mallorca, 1977) le extraña que los periodistas le preguntemos si lo que escribe es o no ficción . No interrogamos así a los poetas y a los cantantes , por ejemplo, cuando hacen lo mismo que ella. Y tiene razón. En «Las posesiones» (Libros del Asteroide), su última novela, la autora vuelve a escarbar en su propia experiencia para retratar, con honestidad y sin rastro de moralina, el incierto porvenir de la generación de los hijos de la Transición .

Cubierta de «Las posesiones» ABC

¿Por qué «Las posesiones», cuando lo que caracteriza a esa generación es que, por no tener, carece hasta de un hogar al que regresar?

Sientes que perteneces a un lugar y tienes la sensación de que ese lugar te pertenece. Mi generación cree que merece lo que tiene, pero no lucha para conservarlo.

¿Pero puede luchar?

Está clara la lucha de nuestros abuelos. También la de nuestros padres. Pero nosotros no estamos haciendo ningún esfuerzo para conservar lo que tenemos. Tenemos muy idealizado nuestro pasado. Los que nacimos con la Transición tenemos una nostalgia sin memoria.

¿Por qué esa nostalgia prematura?

Se debe a que a los 30, en 2007, que es cuando se ubica la novela, fuimos conscientes de que vamos a ser la primera generación que pierde con respecto a la anterior; pierde derechos, pierde libertades, pierde bienestar… En el momento de la crisis, estábamos tan en shock que no lo vimos, pero fuimos entendiendo que todas las promesas progres que nos habían hecho no eran verdad. Ahora es complicado reponerse.

En ese discurso, yo echo en falta un poco de autocrítica.

Yo soy autocrítica en todas las novelas. Creíamos que los demás nos iban a salvar. Somos los últimos que tenemos esa necesidad de permanencia. Los que vienen detrás son conscientes de que todo se acaba, pero nosotros todavía creemos en lo perdurable, recurrimos a los álbumes de fotos para estimular nuestra memoria, a libros, a cartas…

¿Cree que han sido justos con sus padres los hijos de la Transición?

Ellos sienten que no han conseguido lo que esperaban para nosotros, y su frustración es muy grande. Y nosotros les culpamos a ellos, sin pensar que tenemos las mismas responsabilidades, que hemos estado súper protegidos. Tiene mucho más carácter la generación de la Transición que la que vino después; nosotros somos unos blandos, un poco pusilánimes.

En la novela traza un paisaje muy determinado del rumbo que ha seguido España en los últimos treinta o cuarenta años. ¿Hemos cambiado para bien, o todo lo contrario?

Estamos derivando a una situación muy mala. Para empezar, ha habido muchos temas de los que no se ha hablado.

¿Por ejemplo?

Pues la corrupción misma. Igual que el posfranquismo, que tampoco se ha tratado. Eso ha ido creciendo por debajo como una carcoma que va cargándose los cimientos de una democracia, y en los momentos de crisis emerge todo. Sale y te das cuenta del monstruo que teníamos debajo de los pies. Como no hemos hecho nada por evitarlo, se ha hecho grande y ahora es muy difícil salir de este sistema, porque cuando lo intentas el sistema te come.

¿Es posible salir del sistema?

Va a empezar a haber mucho friki que lo haga. Al final, el futuro será friki o no será (ríe). Vamos a vivir en un mundo paralelo, en una realidad virtual, porque nadie quiere aceptar esta realidad. Ahora mismo, los hechos no son tan importantes como las opiniones.

Al final de la novela, la narradora cita una frase de Carrère en «Limónov»: «Preferimos creernos cualquier mentira que concuerde con nuestra opinión a interesarnos por una información veraz que la desmienta».

Claro, preferimos defender a los nuestros, nuestra familia, nuestros políticos, a reconocer unos hechos que muchas veces los desmienten.

¿Vivimos atrapados en la dictadura de la posverdad?

Vivimos en una confusión muy grande, y eso facilita cualquier tipo de tiranía. Ahora el caos es total, y eso es muy bueno para el que tiene fuerza, medios, poder.

Si eso es así, ¿qué sentido tiene el periodismo, profesión que usted comparte con la protagonista del libro?

(Ríe) Es más esencial que nunca, es cuando más deberíamos reivindicarlo. Lo que pasa es que entre todos lo hemos desprestigiado. Cuando tienes una profesión desprestigiada, nadie quiere invertir en ella. Tenemos a unos grandes empresarios que prefieren meter el periodismo en fondos buitres; tenemos a unos directores que en muchos casos son cómplices de este tipo de nuevo periodismo, que no es periodismo; tenemos a unos redactores, que somos nosotros, que hemos aceptado una reglas del juego según las cuales somos eternos becarios y, luego, la sociedad, que en lugar de ser exigente con el periodismo está dando a entender que no es útil, cuando es esencial para la democracia.

De hecho, la sociedad cada vez consume más «basura», o es lo que dicen las audiencias de internet...

Creen que la opinión es equivalente a los hechos, que cualquiera puede ser periodista. Trump gana las elecciones por Twitter , el Brexit gana por Twitter… La información no puede ser gratuita.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación