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Jorge M. Reverte: «Amor Nuño, de la CNT, y dirigentes de las JSU ordenaron la matanza de Paracuellos»

Jorge M. Reverte, autor de «La batalla de Madrid»

-¿Qué incorpora su libro «La batalla de Madrid» (editorial Crítica) desde el punto de vista inédito y desconocido que no se supiera hasta hoy?

-Yo creo que una visión de conjunto donde se ajustan los acontecimientos, las decisiones políticas, los movimientos militares... con las vivencias personales de los protagonistas. Eso es lo que más me importa: que quede en el ánimo de los lectores que una guerra es siempre un fracaso, que sólo es sufrimiento, hambre, miedo, frío... Desde el punto de vista documental creo que hay varias novedades importantes. La mayor es que, por primera vez, se prueba que las matanzas de Paracuellos fueron programadas por dirigentes de dos fuerzas políticas, la CNT local y las JSU \. No se tenía ninguna constancia de este acuerdo, sólo intuiciones o indicios. Y, desde luego, no se conocía la implicación anarquista. También me parece importante que queda probado que los anarquistas intentaron imponer al coronel Casado como jefe de la defensa de Madrid en calidad de técnico militar. Durruti tenía asignado el papel de galvanizador de esa defensa, al frente de un ejército anarquista que pasaría a ser la fuerza militar hegemónica en el seno del ejército popular. Las desbandadas de las columnas venidas de Aragón y la muerte de Durruti quebraron ese proyecto.

-La batalla de Madrid fue una de las más sangrientas y cruentas. ¿Por qué duró tanto?

-La batalla duró porque ninguno de los dos bandos tenía la fuerza decisiva. Franco sobreestimó la capacidad de su ejército africano y subestimó a los defensores y el factor tiempo. Su decisión de liberar Toledo antes de atacar Madrid le costó perder más de una semana. En esos siete días comenzaron a llegar a la ciudad las primeras brigadas mixtas, el cogollo del nuevo ejército popular.

-¿Cree usted que si Franco hubiera tomado Madrid en noviembre de 1936, la guerra habría concluido?

-Si Franco hubiera tomado Madrid en noviembre, pienso que la guerra se habría acabado en poco tiempo. Aunque el primer ministro republicano, Francisco Largo Caballero, pensaba lo contrario: él creía que la República podría liberarse de un millón de estómagos y que sus esfuerzos organizativos le permitirían elaborar planes de campaña que cambiaran el curso de la guerra.

-¿En qué medida le han marcado todos los testimonios que ha recogido sobre la batalla de Madrid?

-La escritura de un libro así se hace emocionante, porque los testigos te transmiten sus angustias, sus miedos. Es increíble la capacidad de algunos para volver al momento que describen, para convertirse en los personajes que eran. No me atrevo a diferenciar. Pero hay algunos, como Gregorio Gallego (uno de esos anarquistas que rechazan con enorme virulencia el crimen), que me impresionaron especialmente.

-¿En qué consistían las sacas?

-Las sacas consistieron en la extracción de presos de las cárceles para fusilarlos en poblaciones cercanas a Madrid. Los presos eran seleccionados en función de su peligrosidad, es decir, en la capacidad de Franco para (si los liberaba) montar con ellos los mandos para un cuerpo de ejército.

-Según relata en su libro, las «sacas» se producirían «durante muchos días, hasta el 4 de diciembre, seguidas de fusilamientos que acabarían con la vida de más de dos mil presos: la mayoría de ellos son militares, políticos notorios o religiosos. La diferencia con los «paseos» o las matanzas indiscriminadas de agosto es clara -añade-: hay en estas acciones una intervención directa de la autoridad republicana, de personas responsables en cargos oficiales». ¿Quiénes eran esos responsables?

-Amor Nuño, por la federación local de la CNT de Madrid, y responsables no determinados de las JSU en la Junta de Defensa de la ciudad. No tengo ninguna constancia de que Santiago Carrillo tuviera que ver con la decisión. Él lo ha negado siempre. El documento, en todo caso, habla de la dirección de las Juventudes Socialistas Unificadas (a pesar de su nombre, era una organización comunista) en la Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid. Los dos responsables eran Carrillo y José Cazorla.

-¿Por qué quienes iban a buscar a los presos llevaban listas y exhibían placas oficiales de la Policía?

-Los comunistas estaban obsesionados, por directa influencia de los soviéticos de la NKVD, con matar a los presos peligrosos. Quienes iban a buscar a los presos eran policías bajo el mando de la Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa. Las listas se manejaban con facilidad. Pero en ocasiones, esos policías se encontraron con la férrea oposición de los responsables de Prisiones. Cuando el anarquista Melchor Rodríguez (que dimitió de su cargo de director de Prisiones por su desacuerdo con esos procedimientos) volvió a hacerse con el puesto el día 6 de diciembre, las sacas se acabaron.

-¿Cuántas personas fueron fusiladas en Paracuellos?

-Los cálculos más sensatos hablan de unos dos mil fusilados. Los conteos hechos por algunos historiadores franquistas al poco de acabar la guerra (retomados por algunos publicistas actuales) contienen numerosos errores.

-En su libro aporta usted un revelador documento procedente de la CNT. ¿Qué prueba ese texto?

-Las sacas no fueron acciones descontroladas. Fueron decididas por dos organizaciones políticas. Eso es tan cierto como que la Junta de Defensa no las ordenó ni lo hizo el Gobierno. Pero la situación era tan caótica en Madrid que bastó esa decisión parcial y secreta para que se llevaran a cabo.

-¿Cuestiona, pues, el documento de la CNT que usted aporta dos aspectos que se suelen atribuir a los crímenes en la retaguardia republicana: su espontaneidad y el haber sido realizados por incontrolados sin mandato oficial?

-Lo desbarata, aunque de una forma limitada, porque no hay ninguna documentación que relacione ni al presidente de la Junta, José Miaja, ni a otros responsables con los hechos. Tampoco aparece justificación de aquiescencia por parte del Gobierno. Aunque es muy difícil pensar que Amor Nuño, por ejemplo, actuara sin el apoyo del ministro de Justicia, el también anarquista Juan García Oliver.

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