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Entrevista

Hilary Mantel: «Tras la máscara de Kate Middleton hay una persona»

La reina de la novela histórica británica publica en español «Experimento de amor»

La escritora británica Hilary Mantel Fernvall Lotte

LUIS VENTOSO

Hilary Mantel, nacida en el centro de Inglaterra hace 63 años en el seno de una familia modesta de sangre irlandesa, es hoy la reina de la novela histórica en el Reino Unido. Su formidable éxito se cimentó con sus novelas sobre el ascenso de Cromwell en la corte de alto riesgo de Enrique VIII , donde llegó a ser su ministro principal y luego, como siempre, perdió –literalmente– la cabeza. Con la primera entrega de esa saga ( «La corte del lobo» ) y la segunda ganó por dos veces el premio Booker, en 2009 y 2012, siendo así la primera mujer con doblete en el mayor premio literario en inglés. Mantel, dama de la Orden del Imperio Británico, publica ahora en castellano «Experimento de amor» (Destino), una novela de hace quince años sobre su experiencia universitaria en Londres.

–Cuando escribió «Experimento de amor», ¿qué buscaba? ¿Mantiene su vigencia el libro?

–Quería captar un tiempo y un espacio, el sentimiento de estar al borde de la vida adulta de la mujer en un tiempo, 1970, cuando la definición de las mujeres estaba cambiando rápidamente, pero nadie sabía cómo. Ya no podíamos vivir como nuestras madres, pero no sabíamos cómo manejarnos con un mundo que ofrecía tantas oportunidades. La libertad trae emociones, pero también miedos. Fuimos exploradoras. La primera generación en la que podíamos controlar nuestra fertilidad y definir nuestra sexualidad. La protagonista lo quiere todo, pero las tensiones y contradicciones casi la rompen. Es una historia que puede ser reconocida universalmente.

–La novela retrata el Londres de 1975. Amigos londinenses me han contado que entonces la ciudad era mucho más dura y violenta. La contrapartida es que ahora se ha vuelto prohibitiva, expulsa a los jóvenes del centro.

–Londres es una ciudad compleja. Cuando llegué a estudiar era como un cofre del tesoro cerrado tras un panel transparente. Podía ver lo que había dentro, su vida cultural y artística, pero no podía entrar ahí. Fue duro, porque estaba tan apurada de dinero… Pero al menos era un estímulo. Como Carmel, la protagonista, yo era un poco más pobre que el resto de los estudiantes, y ese «un poco» significa mucho. Entonces los jóvenes apenas podían permitirse vivir en la ciudad, y ahora tampoco. Londres pasa por fases. Calles sucias y luego limpias. Mendigos en las calles, escondidos. Las personas con problemas van a la deriva y los ambiciosos aceleran. En Londres nadie mira a los ojos a nadie.

–A tenor de lo que dice, ¿cree que la sociedad inglesa es todavía clasista? ¿No resulta más fácil hoy en día ascender socialmente?

–En algunos aspectos es más duro ahora. Mi generación tenía acceso a la educación gratuita desde el colegio a la universidad, que era muy competitiva y para muy poca gente, pero viniendo de una familia pobre, si eras inteligente y afortunado, podías hacerlo bien sin ser del sistema… hasta cierto punto, porque de golpe tropezabas con las barreras: no tener suficiente dinero para progresar, no conocer a la gente adecuada. Me parece que ahora el sistema de clases está menos atrincherado. Pero no creo que sea más igualitario. Simplemente se han cambiado de lugar las barreras. Un gran factor de división es que, aunque este es un país pequeño, sus ciudades y regiones son diferentes y muchos londinenses influyentes no saben nada de las provincias. Todo un problema. Es tiempo de descentralizar.

–Además de su talento congénito, es conocido que usted trabaja increíblemente duro. ¿Qué consejo daría a un joven escritor para salir adelante?

–Muchas gracias. Sí, creo que trabajo duro. Lo primero que debería saber un joven escritor es que en este oficio no hay descansos ni vacaciones. Una vez que has decidido observar el mundo y escribir sobre él ya nunca puedes desenchufarte, te conviertes en el obediente servidor de tu talento. Si en el medio de la noche te asalta una idea, tienes que levantarte y escribirla. El día que no quieras hacerlo debes cuestionarte tu futuro. Mi consejo sería: cultivar la paciencia, tenacidad, aprender a mirar y escuchar. Proteger tu trabajo y no enseñárselo a todos, no buscar la aprobación salvo de quienes te puedan ayudar a publicar. Tener confianza y valor, porque solo tú puedes escribir tu libro.

–Como católico, a veces encuentro desconcertante su rechazo enconado hacia la Iglesia católica, casi como si la odiase. ¿Por qué?

–No la odio, simplemente dejé de creer en sus enseñanzas. Puede que lo que me suscitase las primeras dudas fuese mi experiencia con los «buenos católicos». Cuando era niña, en los curas y las monjas encontré una gente fría, de un egoísmo retraído y a veces mala. No daban cuentas ante los fieles y abusaban de su poder. El tiempo ha probado que mi percepción era acertada. No niego que en la Iglesia haya gente buena haciendo un buen trabajo. Pero, en mi opinión, como institución está corrupta y debería disolverse. Practica una forma de cristianismo que yo no reconozco.

–Como veo que no vamos a ponernos de acuerdo, sigamos con otros credos. Usted vivió cuatro años en Arabia Saudí. ¿Por qué que tantos jóvenes ingleses se han enrolado en Daesh? ¿Debe el Reino Unido imponer sus valores a sus musulmanes? ¿Le agrada ver el niqab en las calles inglesas?

–Uff, necesitaría un libro para responder. Es peligroso hacer declaraciones superficiales sobre esto. Sacamos las cifras de proporción. Los que van con Daesh y visten niqab son una exigua minoría. A veces no vemos el valor del islam como una fe compleja, que históricamente coexistió con otras. Un problema en Gran Bretaña es que la mayoría de la población es literalmente analfabeta en temas religiosos. No entienden que para otros la fe es algo real y activo. Las escuelas intentan explicarlo, pero es difícil para un profano entender por qué la religión importa.

–Usted, que ha luchado con un serio problema de salud, ha criticado la dictadura de la belleza, pero parece que va a más, que se mira cada vez más el envase que el fondo de las personas.

–El mundo está mediatizado de tal manera que vemos más a través de la realidad creada por la tecnología que con nuestros propios ojos. Hay hombres y mujeres inspirados por unos modelos totalmente artificiales. Todo lo que necesitan es parpadear, abrir bien los ojos y mirar al mundo real.

–Debe de ser la única persona que puso de acuerdo a Cameron y su rival Miliband. Ambos la criticaron por unas palabras en las que venía a decir que Kate Middleton era una especie de florero, sin más función que tener hijos...

–Mis palabras se enmarcaban en una conferencia genérica de una hora larga sobre el papel de las casas reales en la historia. Lo que dije es que los medios estaban convirtiendo a Kate en la imagen de una muñeca. Y las muñecas no tienen emociones ni derechos, por lo que se las rompe fácilmente, como a Diana. Criticaba a los medios, no a la Duquesa. Les preguntaba si no habían aprendido la lección de lo de Diana. Finalicé mi conferencia pidiendo que se la viese como un ser humano, que se entendiese que detrás de la máscara existe una persona. Alguna prensa distorsionó lo que dije y los políticos se vieron atrapados en hacer declaraciones sin conocer el contexto, cuando deberían haberlo conocido. No me arrepiento de lo dicho y lo mantengo.

–Volvamos a la literatura, aunque lo anterior también era un poco literario. ¿Quién es hoy el mejor escritor en inglés? Richard Ford, Banville…

–Entonces le gusta lo austero. A mí también, hasta cierto punto. Creo que es difícil mejorar lo que hizo Cormac McCarthy en «No es país para viejos». Pero a mí me gustan los escritores capaces de introducir el humor.

–A veces imagino lo interesante que podría ser una novela suya sobre el pulso de Felipe II e Isabel I. Pero he leído que no le gusta Isabel.

–Me cuesta escribir sobre los que ya nacen como realeza. Lo que me interesa es la pelea por llegar arriba desde abajo.

–¿Cuál es su figura histórica española favorita, la que más le atrae?

–Favorito no sé, pero Felipe II es muy interesante. Uno de los más maravillosos regalos que me ha dado ser escritora fue hace unos años caminar por el Escorial con un guía sabio. Había tal silencio que oías tus pisadas en las baldosas. Me traje a mi casa un grabado del palacio que tengo colgado. Jamás olvidaré aquel día.

–¿Qué le gusta o disgusta de España?

–He estado poco y nada me ha disgustado. Disfruté mucho con la vida de café de allí, esas conversaciones con pasión y conocimiento.

–Este año la política británica solo tiene un tema: el referéndum sobre la UE. ¿Qué opina?

–Quiero que nos quedemos. Somos europeos.

–¿Está satisfecha con su vida o lo mejor está por venir?

–Dediqué diez años de trabajo a la trilogía de Cromwell y acabarla supuso una cima para mí. Pero hay muchas cosas que todavía quiero lograr. En los dos últimos años he recuperado la salud tras muchas décadas oscuras y quiero retomar lo que me he perdido. Nunca había trabajado en el teatro y me encanta, querría seguir colaborando con la Royal Shakespere Company. Me gusta ser aprendiz otra vez.

–La última: ¿qué pasa cuando nos morimos?

–Probaré y volveré para contárselo. ¡Ja ja ja!

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