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Fallece Dan Fante, voz del exceso y albacea de la memoria familiar

El escritor estadounidense, hijo de John Fante y autor de novelas descarnadas como «Chump Change» y «Mooch», ha fallecido a los 71 años en Los Ángeles

Dan Fante, fotografiado en Barcelona en 2012 INÉS BAUCELLS

DAVID MORÁN

Que tu padre sea John Fante, el mejor y más airado escritor italoamericano del siglo XX, debe imprimir carácter, y si de algo andaba bien servido Dan Fante (1944-2015) era precisamente de eso, de carácter. De hecho, en este escritor estadounidense todo causaba una tremenda impresión, ya fuera su rostro enjuto y perfilado a mazazos, el arete que lucía en la nariz o unos tatuajes que exhibía a modo de cicatrices a medio sanar. «Nick Fante. Dead From Alcohol», podía leerse en uno de sus antebrazos, un mensaje nada cifrado que le recordaba allá donde fuera a su hermano mayor amén de sus propios excesos con la bebida.

Porque, además de hijo de John y hermano de Nick, Dan Fante fue durante buena parte de su vida un tarambana de primera; un bala perdida a jornada completa que sobrevivió en Nueva York como taxista, investigador privado y conductor de limusinas, hizo fortuna vendiendo ordenadores en una empresa de telemárketing y pasó casi veinte años, los que van de 1966 a 1986, empalmando una cogorza con otra y quién sabe si aplazando lo inevitable: la escritura.

Dante y Bandini

«Al escribir empecé a sentirme menos loco y enfadado; y, aunque al principio no era muy bueno, al final lo logré. Escribir me dio paz», explicaba el propio Fante en una entrevista en 2011, año en que se publicó en España su primera novela, «Chump Change», editada originalmente en Francia en 1996. Siempre a la sombra de su padre, y marcado por las turbulentas relaciones familiares, Dan Fante encontró en Bruno Dante a su propio Arturo Bandini y relató en aquella primera novela la agonía de un John Fante a quien la diabetes había dejado ciego y con el cuerpo mutilado.

Curiosamente, aquel debut literario nació íntimamente ligado al legado de Fante padre: Dan empezó a pergeñarlo en la máquina de escribir que su padre tuvo que aparcar tras quedarse ciego. «Escribir ayuda a que los fantasmas se evaporen», sostenía Dan. Quizá por eso sus novelas, crudas y descarnadas hasta extremos insospechados, parecían escritas a puñetazos y retocadas a puntapiés. Realismo sucio, sí, pero sucio de verdad. Excesivo, doloroso y altamente autobiográfico. Tanto es así que después de publicar novelas, relatos y escribir alguna obra de teatro, Fante acometió la que sería su obra magna:una biografía familiar que no podría haber tenido otro título que «Fante, un legado de escritura, alcohol y supervivencia».

Ahí fue donde puso negro sobre blanco la historia de su padre, las dificultades para abrazar el sueño americano y, sobre todo, la frustración de quien, sabiéndose escritor de primera, tuvo que conformarse con vivir como guionista de segunda. También explicó de primera mano su propia historia, esa colección de batacazos, botellas vacías y novelas terapéuticas y se dio a conocer entre los lectores españoles gracia a la pequeña y siempre recomendable editorial Sajalín, sello que le echó el lazo con «Chump Change» y que, además de las memorias familiares, también publicó «Mooch», segunda novela protagonizada por Bruno Dante.

James «JD» Fiorella, otro alcohólico en proceso de rehabilitación protagonizaba «Point Doom», novela publicada en 2013 y último título que Fante tuvo tiempo de ver publicado antes de que un cáncer se lo llevase el pasado lunes, después de unos días de desconcierto en los que el anuncio prematuro de su muerte tuvo que ser desmentido por su familia y confirmado días más tarde.

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