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Carlos Barral: memorias del editor poeta

Se publica, por primera vez y en un solo volumen, su trilogía memorialística

Carlos Barral y Carmen Martín Gaite, en 1987 ABC

SERGI DORIA

Joaquín Soler Serrano y Carlos Barral en el programa «A fondo» de TVE . Blanco y negro. El arte de la conversación. El entrevistador recorre sin prisas las edades del invitado. Barral con camisa-guerrillera sin abrochar. Las volutas de humo de los cigarrillos que fuma sin pausa envuelven su mirada clara. Nariz aguileña, melena, barba de lobo de mar, el editor recuerda que nació en 1928, un año con «una estupenda cosecha de Borgoña». Una mesa repleta de libros: poemarios, traducciones de Rilke y «Años de penitencia» (1975), primera entrega de unas memorias que proseguirán «Los años sin excusa» (1978) y «Cuando las horas veloces» (1988). Al hacer balance de su trayectoria editorial, su semblante se entristece: el negocio editorial le aburre; la feria de Frankfurt se parece a Las Vegas: el oficio ha perdido nobleza.

Barral insiste; es, ante todo, poeta: «Metropolitano» (1957), «Diecinueve figuras de mi historia civil» (1961). Como advierte Andreu Jaume, editor en un solo volumen de la trilogía memorialística cuarenta años después, la obra de Barral «se suele juzgar de un modo un tanto vacilante o dubitativo, como si su polifacética actividad como poeta, prosista, editor o incluso político impidiera ver con claridad su verdadera altura, a diferencia de lo que ha ocurrido con otros escritores de su generación». Imágenes inéditas del poeta-editor: su boda con Yvonne Hortet en Calafell, en la tumba de Machado ; junto a Gil de Biedma y Juan Marsé -sus autores predilectos; surcando el Mediterráneo a bordo del «Capitán Argüello»…

Mientras sus compañeros de versos y alcoholes, como José Agustín Goytisolo , Jaime Gil de Biedma o Gabriel Ferrater «etiquetan» la generación de los cincuenta, Barral alcanza la posteridad como editor: sus «Años de penitencia» provienen, «de una larga y accidentada construcción» entre 1970 y 1974. Barral dicta sus recuerdos de posguerra, lo que llama «años de penitencia nacional», añade Jaume; el poeta lírico sigue ahí, según confiesa el propio Barral en el prólogo del 74: «Ha ido invadiendo inexcusablemente el relato, embrollando las digresiones, particularizando la anécdota y, en definitiva, velando con un aliento subjetivo el propósito original».

Ese descontento, sólo aparente, le hace plantear «Los años sin excusa» como un libro de memorias más estricto en los datos. Aquí tenemos al treintañero que revoluciona la editorial familiar, Seix Barral, con el apoyo del sabio Joan Petit en la dirección editorial y el eficaz Jaime Salinas : de la educación y la geografía al catálogo internacional, el premio Biblioteca Breve , el «boom» latinoamericano y las jornadas de Formentor . Más que editor, Barral fue un Publisher, puntualiza Jaume: «Creó para España, desde la nada, una tradición, fundando un modelo que luego haría más fácil el camino de editores como Esther Tusquets al frente de Lumen o el de Jorge Herralde en Anagrama y que ha inspirado también el trabajo de los editores nacidos con la democracia».

Un navío a la deriva

Entre los años sesenta y los ochenta, el navío editorial que armó Barral naufraga en las rocas del mercado; el memorialista lo constata en «Cuando las horas veloces». La «casa oscura» de la barcelonesa calle Provenza, sede de la editorial, deviene tenebrosa: los apellidos Seix y Barral acabarán separándose: «Víctor Seix andaba embarcado en proyectos financieros –era fundador y consejero de aquella Banca Catalana destinada a ‘fer país’ a golpe de créditos a la imaginación étnica, por escasa que fuera», escribe el memorialista. La absurda muerte del socio Seix, atropellado por un tranvía durante su estancia en la feria Frankfurt de 1967, hará el resto. El sabio Joan Petit había fallecido tres años antes.

Consumada la ruptura con la casa madre, la malograda singladura de Barral Editores -con el emblema de los delfines del mosaico de Delos- deja en la playa a un editor desencantado que ha ido conjugando el deterioro físico con los suicidios de Costafreda y Ferrater : «El empeño por continuar su labor, con un equipo de fieles exiliados entre los que se contaban unos jóvenes Félix de Azúa o Javier Fernández de Castro conoció unos años de esplendor y llegó a confirmar un catálogo admirable, pero no logró sobrevivir más de diez años», concluye Andreu Jaume .

Era el momento de retornar, seriamente enfermo, a los versos con «Lecciones de cosas: veinte poemas para el nieto Malcolm» (1986) y el póstumo «Extravíos» (1998). El momento de despedir a Gil de Biedma en su último verano. «¿Desde donde fundaré ahora la nueva memoria?», se preguntaba en las últimas líneas de «Cuando las horas veloces». Carlos Barral : editor y, sobre todo, poeta.

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