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Alan Hollinghurst: «Durante el Blitz, el miedo a morir despertaba una carga erótica bastante significativa»

El autor rastrea medio siglo de vida británica en «El caso Sparsholt»

Hollinghurst, fotografiado en Barcelona Efe
David Morán

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Sostiene Alan Hollinghurst (Stroud, Gloucestershire, 1954) que, tal y como ocurre con la vida, las novelas no tendrían que aspirar a explicar hasta el más mínimo detalle. «Todos tenemos una comprensión parcial de nuestras propias vidas, por lo que siempre habrá cosas que que no se expliquen ni tampoco se entiendan», apunta el autor británico. Se acabó, pues, aquello de dejarlo todo atado y bien atado. «Ahora en las novelas hay cierta tendencia a resolver todas las situaciones, pero lo que yo intento es abordar precisamente las cosas que no se entienden», insiste.

En unos segundos, el autor de «La línea de la belleza» hablará del «potencial de sorpresa» y de cómo le gusta situar al lector en posiciones de cierto esfuerzo lo que, quizá sin querer, resume a la perfección lo que viene haciendo Hollinghurst desde que se estrenó hace más de tres décadas con «La biblioteca en la piscina».

«El caso Sparsholt» (Anagrama), su última novela, no es ninguna excepción y en ella el escritor inglés se aferra una vez más a esa noción de sorpresa para recorrer medio siglo de vida británica a partir de la huellas de David Sparsholt, un joven y apuesto estudiante que aterriza en Oxford en 1940. Sí, en 1940, en pleno aquelarre de bombardeos nazis. En pleno Blitz. «Es un periodo realmente fascinante -explica-. Ahora miramos atrás y sabemos que sobrevivimos, pero en su momento hubo mucha gente que pensaba que perderíamos, así que he querido capturar era ese miedo, esa incertidumbre». También, añade, los inesperados efectos colaterales del infierno que desplegó la Luftwaffe sobre territorio británico. «Hay un estudio de la época que señala que durante los bombardeos la gente tuvo mucho sexo: cuando llegaba el anochecer, lo que nosotros llamábamos el apagón, la gente se refugiaba y el miedo a morir despertaba una carga erótica bastante significativa», relata.

Cronista inglés

A Oxford, recuerda Hollinghurst, no llegaron las bombas -Hitler quería que fuese la capital de la Inglaterra nazi-, pero el desconcierto y la incertidumbre también campaban a sus anchas por el campus. «Fue un periodo muy poco convencional, ya que los estudiantes estaban sólo un año y después tenían la duda de si serían llamados a filas», explica. De esta atmósfera se sirve el autor británico para hilvanar un relato de «sexualidad, amistad y arte» y seguir rastreando «de manera no sistemática» la historia del mundo gay, especialmente la de décadas atrás.

«Encuentro el pasado mucho más fructífero que el presente -señala-. Es ahí donde está la sustancia». También, añade, donde la ambigüedad y el celo refuerzan el atractivo y el potencial narrativo. «Cuando las cosas están ocultas son mucho más interesantes», sentencia a un novelista que, pese a rechazar la condición de «cronista sistemático de la vida inglesa», sí que se reconoce como una de las voces esenciales para completar el puzzle. «Si sumas todas las piezas de mis libros, sí que puede decirse que acabo haciendo un retrato de la vida británica a lo largo del siglo XX, aunque no es algo buscado. Simplemente hay temas que me interesan y los abordo», relativiza.

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