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Gregorio Marañón: «La cultura es un bien social y debe tratarse como algo prioritario»

Reúne en «Memorias del Cigarral» la documentada historia de la finca toledana que su abuelo, el doctor Marañón, convirtió en un centro de amistad y vida

Gregorio Marañón: «La cultura es un bien social y debe tratarse como algo prioritario» Ana Pérez Herrera

jesús garcía calero

El Cigarral de Menores es uno de esos lugares únicos de la cultura y los valores que mejor nos representan. No es una biblioteca, ni un museo, ni una sala de conciertos bajo las estrellas, ni siquiera un jardín o un lugar de retiro solamente. Es todo ello y mucho más. Tiene casi cinco siglos de historia documentada y durante la última centuria ha estado asociado a un gran apellido de la cultura española: Marañón.

Gregorio Marañón Bertrán de Lis acaba de publicar el libro «Memorias del Cigarral» (Taurus) , un documentado y delicioso repaso por la historia del lugar que recorre sus propietarios desde el primero, un importante canónigo cuya vida marcaron las hogueras de la Inquisición, pasando políticos, beatos y héroes hasta que, en 1921, fue adquirido por el doctor Gregorio Marañón.

-El Cigarral es un centro de contemplación y conversación desde el siglo XVI que nos permite ver las múltiples caras de España en nuestra propia historia. ¿Cuánto de heterodoxia bebe desde sus raíces?

-El fundador del Cigarral fue un erasmista culto y poseedor de una gran fortuna, canónigo de la Catedral, que tuvo siete familiares cercanos quemados en las hogueras de la Inquisición por luteranos y judaizantes. Y el arco de esta heterodoxia llega hasta Marañón, un humanista liberal y progresista, que tuvo que exiliarse porque su vida peligraba en las dos Españas.

-Al estar vinculado al convento desde sus inicios y a la vida religiosa de Toledo, ¿cómo se siente el paso del tiempo en el Cigarral?

-Allí se respira una paz indefinible y reparadora, casi espiritual, y, como he escrito, las horas parece que pasan sin herirnos.

-Ballester realizó una foto tomada en el lugar a la que añadió el cielo de El Greco. ¿Sigue siendo un lugar culturalmente único?

-Desde siempre, he considerado que la Cultura es un bien esencial para nuestra identidad social, y que debe tratarse política y cívicamente como algo prioritario, de gran valor estratégico. Con esta perspectiva, lo natural es que en nuestro retiro toledano gocemos de un ambiente esencialmente culto.

-¿Tratamos en España la cultura con todo ese valor estratégico que tiene?

-En nuestro país no se reconoce muchas veces el valor y el alcance que tiene la cultura como factor de desarrollo y cohesión social, y de creación de riqueza y de empleo. Cuando un gran empresario manifiesta que sólo patrocina el deporte está situándose en un terreno equivocado, impropio de una sociedad democrática desarrollada. Y lo mismo sucede cuando los presupuestos públicos no consideran a la Cultura entre sus prioridades. Me impresionó una conversación con parlamentarios alemanes en la que me dijeron que en su país habían procurado no bajar los presupuestos de Cultura en la pasada crisis, en consideración precisamente a su carácter estratégico. Al margen de lo anterior, también las instituciones culturales tienen que hacer un esfuerzo para gestionarse eficientemente.

-¿Cuál es hoy el más tangible de los recuerdos de ese tiempo conventual que queda en el Cigarral?

-El espacio de su Capilla, que continúa siendo un lugar de culto. Me refiero sólo al espacio porque todos los bienes que contenía fueron saqueados, como el resto del Cigarral, por las tropas nacionales y republicanas durante la guerra civil. Sólo nos devolvieron dos libros, sin más valor que el simbólico, uno a mi abuelo y otro a mí, los hijos de quienes se los llevaron, en un gesto tan ejemplar como conmovedor.

-Desde que pertenece a su familia, ¿cuál ha sido el día más feliz allí?

-Sin duda, el del regreso de mis abuelos del exilio. Desde la frontera francesa llegaron directamente al Cigarral donde les esperaban su familia y algunos discípulos. También ese nieto recién nacido que era yo.

-¿Y cuál fue la reunión más importante para la historia de España que sucedió entre sus muros?

-Pudo haber sido la reunión que Marañón organizó en el Cigarral en 1930, entre Leopoldo Matos, Ministro del Interior del último gobierno de la monarquía y Ángel Osorio y Gallardo, en representación de los republicanos para intentar un acuerdo que, desafortunadamente, llegaba tarde. En política, como en la vida misma, hay posibilidades que tienen su momento, pero cuando este pasa ya no son viables.

—Desde que lo compra Marañón, en marzo del 21 (tras haberlo conocido gracias a Galdós) por el lugar desfila lo mejor de la Edad de Plata, tanto en la cultura como en la ciencia y la política.

—Los intelectuales, científicos, artistas y políticos que conformaron la Edad de Plata, procedentes de las generaciones del 98, 14 y 27, dieron lugar, por su propia grandeza y su recto patriotismo, a un momento estelar de la historia de España. Impresiona pensar que aquél impulso genial terminase en una guerra civil y cuarenta años de dictadura, constituyendo uno de los mayores fracasos de nuestra historia. El Cigarral fue un extraordinario escenario en el que se reunió aquella España anterior a la guerra convirtiéndolo en un lugar de referencia.

—¿Cuál es el legado de amistad de aquellas figuras –la filías que diría Emilio Lledó– que nos muestra a los españoles ?

—El mejor legado amistoso que nos dejó Marañón en el Cigarral, y a lo largo de toda su vida, fue el ejemplo de lo que podíamos denominar la «amistad liberal»; esto es, aquélla que puede constituirse entre personas de ideologías, creencias religiosas o situaciones sociales muy distintas.

-La guerra quiebra el sueño de Marañón y de toda una generación y marca la casa con heridas. ¿Qué fue lo peor de aquellos sucesos?

-Marañón escribió sobre el apagamiento de la luz liberal, pero nunca le oí hablar del tiempo de la guerra ni sobre el exilio. Sí criticaba permanentemente la falta de libertad y la represión de la dictadura, y también hablaba de su esperanza de que las nuevas generaciones pudieran alcanzar la reconciliación entre los españoles y, de nuevo, la democracia. Del Cigarral escribió durante su exilio que quizás nunca más volvería a verlo, y, a su regreso, afirmó que «todo volvió a empezar».

-¿Qué dijo de aquel destrozo?

-Supo de su destrozo por las cartas que unos y otros le escribían, y lo consideró un símbolo más de aquella tragedia, pero a su vuelta se lo encontró completamente restaurado y sin rastro en sus jardines de escombros o metralla. Con su talante optimista, elogió con entusiasmo y emocionada gratitud el estado en el que se había encontrado su casa y las mejoras que se habían realizado gracias a mis tíos Carmen y Alejandro Araoz.

-Ello le redimió de aquel dolor...

-Como cuento en el libro, en la misma noche de su regreso depositó en un cajón de su mesa de trabajo el cuaderno de señas del exilio de París, y aún sigue ahí. Ese desprendimiento de lo que podríamos considerar el verdadero cuaderno de bitácora del desterrado fue todo un símbolo.

-Aún orbita todo alrededor de la biblioteca de su abuelo. Es un legado único en el mundo. ¿Sigue siendo el centro de gravedad?

-No he querido hacer del Cigarral un museo, un lugar consagrado al recuerdo. Desde que lo adquirí, en 1977, el Cigarral ha recuperado plenamente su vida, que es un reflejo de la nuestra, y su pulso, que es el pulso de nuestro tiempo, late de nuevo con fuerza. Por supuesto, esta tarea la hemos hecho respetando plenamente su espíritu, que es un espíritu benéfico. El pequeño despacho de mi abuelo, que es casi una celda monacal rodeada de libros y fotos de sus amigos, es lo único que hemos conservado como estaba, incluyendo las gafas que depositó sobre su mesa la última vez que estuvo.

-¿Qué ocurrió al final de la vida de Marañón?

-Ruano calificó a Marañón como una «catedral humana» a la que se venía a visitar. A su muerte, la vida del Cigarral hibernó durante un largo invierno que duró diecisiete años, hasta que el relato se reanuda con renovado impulso en nuestro tiempo.

-Desde que muere Lola Moya y usted puede adquirirlo, ¿cuál ha sido su empeño? ¿Cómo es hoy la vida del Cigarral?

-Mi mujer, Pilar Solís, y yo hemos incorporado el Cigarral como parte de nuestro propio proyecto de vida. Aquí pasamos muchos días del año, disfrutamos con el esfuerzo de su cuidado, lo compartimos con nuestra familia, con nuestros amigos y con otros visitantes que vienen atraídos por su belleza. El libro es un testimonio de esta apasionante aventura, a la vez tan seria y tan divertida.

-Sigue siendo un centro del mundo cultural, también viven en el Cigarral las obras de Chillida y Cristina Iglesias... ¿Qué le aporta ese arte hoy a tanta historia?

-Dentro de nuestro proyecto incluimos la incorporación al Cigarral de unas piezas importantes como testimonio del arte actual. Así, el «Lugar de asiento» de Chillida, una escultura de seis toneladas que vino suspendida en un helicóptero escoltada por el Rey Juan Carlos, siendo portada del ABC, y una preciosa fuente «Sin nombre» de Cristina Iglesias que es como un manantial entreabierto que desaparece en el horizonte de Toledo. O la escultura de Martín Chirino, una espléndida «Mediterránea» de hierro forjado, que posiblemente reproduzcamos a mayor tamaño. Porque, como cuenta el libro «Memorias del Cigarral», la historia del lugar no está estancada y sigue haciéndose día a día.

-¿Cuál sería, a su entender, la ecuación que resume todo lo que significa el Cigarral?

-Como escribo en el prólogo, el Cigarral ha tenido el poder mágico de incorporarnos, de suscitar en nosotros un inevitable sentimiento de arraigo. Entre sus tapiales de piedra y adobe, el tiempo se remansa y, como antes decía, pasa sin herirnos. En su retiro encontramos siempre ese descanso reparador que precede al inicio de una nueva aventura, y que nos permite el goce en paz de nuestra felicidad.

-¿Cómo será el futuro?

-Hemos instado la declaración de Monumento del Cigarral para asegurar su preservación, pero será cada generación la que defina la mejor manera de hacerlo.

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