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Ana Ares: «Creo que a Alá le gustó mi sinceridad, me colmó de dones y regalos»

La poeta publica «Otomanía», uno de los libros más hermosos de 2015. Un viaje por Oriente, colmado de especias líricas

Ana Ares: «Creo que a Alá le gustó mi sinceridad, me colmó de dones y regalos» ABC

manuel de la fuente

En compañía de buenos amigos, y generalmente en coche, Ana Ares viajó por varios países de Oriente como Siria, el Kurdistán, Turquía, también el Mar Egeo, y se impregnó de sabores, olores, ciencias y esencias de mundos milenarios. En «Otomanía» (Ed. Vitruvio) devuelve a los lectores ese paraíso muchas veces perdido, esa tierra de promisión de la sensualidad y el lirismo. Bellísimo libro, la civilización del amor puesta a nuestos pies. Como un muecín (lavado y afeitado, eso sí) la poetisa nos llama a la liturgia de la hermosura. Amén.

-«Otomanía». No tengo la más remota idea de lo que significa. Eso sí, hay varias tiendas en la Red con ese nombre.

-Otomanía es el nombre que le di a mi enajenación turca en mi segundo viaje. Era necesario bautizarla, porque ocupaba un espacio creciente dentro del coche, como un cuarto pasajero. Tenía la ilusión, la alucinación casi, de que el mundo era mío, que estaba allí por mí, esperándome, a mis ojos, a mi avidez, de que nos completábamos el mundo y yo, como si él necesitara mi mirada tanto como yo mirarlo. Habría prolongado para siempre ese viaje, encontré mi forma de vida perfecta: El movimiento, el aprendizaje y la sorpresa. Saber que hay tiendas con ese nombre es un escupitajo de realidad mercantil, estaba segura de haber inventado un término preciso y precioso para mi enfermedad. Incluso tengo un amigo que discute conmigo esta autoría y que jura estar presente cuando nos asaltó la idea simultáneamente. Tengo que contárselo. -

-Viajar no entra entre mis prioridades vitales. Es más, lo odio. Pero su libro me está haciendo recapacitar al respecto.

-No se puede odiar viajar. Puedes detestar determinados lugares, climas, gastronomías, autobuses o aeropuertos, pero decir odio viajar sería como afirmar odio comer. Si no hay un lugar en el mundo que desee conocer, si nunca un paisaje ajeno al suyo le ha llamado a gritos, es que algo ha ido mal, tiene que resetearse. Un día caerá sin querer en un viaje trampa que el destino le tienda y se verá haciendo con tristeza la maleta de vuelta.

-Su viaje parece que ha sido placentero, en coche y con buenos amigos. Así ya podrá.

-El compañero equivocado puede amargarte hasta el summun de la belleza, hasta el sitio más hermoso. Guardo un recuerdo tristísimo de París, por ejemplo, por un error de casting. En los viajes, especialmente si son largos, pones a prueba tus límites y los de quien va contigo. Uno debe tener en cuenta lo que arriesga, hay afectos, amistades y amores que se quedan ahí, en la primera línea de fuego de un hotel inmundo o de una jornada de 800 kilómetros. Han sido muchos años de cuidadosa aplicación del método científico, ensayo y error, hasta dar con los cómplices perfectos.

-Ha visitado países de Extremo Oriente donde se pierde la remota Historia del Hombre.

-Me temo que no he visitado ni la mitad de los que llevo dentro de la cabeza... Miro los mapas con desolación, anotando los nombres de los lugares que tal vez no podré conocer, como Irak, o donde no podré regresar, como Libia, y que hoy son eriales devastados. Pero no se acaba el mundo ni la sed, por suerte quedan para mí continentes, galaxias incluso, que explorar.

-Sin embargo, Siria, Irak, el Kurdistán... son territorios en guerra.

-Son territorios en guerra también dentro de mí, ver los telediarios es un ejercicio de tristeza y de impotencia. Es fácil vivir la distancia, esa pena difusa cuando uno ve los conflictos que suceden en otros países, lo bastante lejos siempre, todas esas muertes que no nos afectan más que de forma superficial. Viajando descubres que las personas somos tan similares, tanto, que se rompe la barrera, entiendes quiénes están sufriendo, y cómo y cuánto, qué es lo que están perdiendo, por qué están luchando.

-Tampoco disimula en algún momento cierta querencia hacia un tal Alá. Es lo único que no me gusta de su libro. Aunque su Alá es el del entendimiento, no el de la yihad.

-Lo llamé Alá porque rebosaba las paredes de las mezquitas, los cantos desde los minaretes, los bailes de los derviches, literalmente su nombre inundaba los sentidos en pleno Ramadán. Pero podría haberle llamado hado, baraka, suerte, la mía era en realidad una invocación a todo lo invisible, cabía creer en dioses y pedirles cobijo. Fue una estrategia inteligente ponerme bajo su amparo. De todos modos, lo hice confesando de entrada mi fe de perfecta descreída. Y, mire, debió gustarle a Alá mi sinceridad: No hubo un solo día que el azar no me trajera un regalo, un hallazgo.

-El Éufrates, Abraham, Aleppo, Akdamar, Helena de Esparta, Anatolia, Estambul, el Grandísimo... esto es una trampa, con esos personajes no podía usted fallar.

-Sí, es difícil sustraerse a la Historia cuando te sumerges en el Éufrates o llegas al lugar donde por primera vez un hombre tuvo la idea de que solo había un dios, y de que ese dios no pertenecía a ninguna familia real. Pero no hay un solo esfuerzo de erudición en el libro, ¿quién querría competir con el mismísimo Homero? «Otomanía» contiene una Turquía íntima que sólo tuve que dejar fluir. Entre dioses, héroes, los imperios y su ceniza, me sentí como en casa.

-«Sé bien de lo que huyo, pero ignoro lo que busco», es la preciosa cita de Montaigne que abre su libro. ¿Usted buscaba algo, el paraíso perdido, quizá?

-Estuve muy cerca del Edén, incluso. Pero la cita es un lema de aplicación literal: nunca sé lo que busco, pero sé que lo voy a encontrar y lo voy a reconocer. Viajo con los sentidos desbocados, alerta, y espero siempre lo inesperado.

-¿Se aplica los versos de Kavafis en el Viaje a Itaca, que lo importante es el viaje, no el destino?

-Depende del viaje: Ulises no podía coger un vuelo sin escalas a Itaca, quién sabe si lo habría hecho. Yo sí lo creo, me tomo el mundo en serio e intento recorrerlo al ritmo que me marca, deteniéndome en lo que trae el camino, en todo lo que vale la pena entre yo y el lugar al que me dirijo. Un viaje deja huella, más allá del álbum, cuando es además viaje interior.

-¿Ha escuchado cantos de sirena en el Egeo?

-No, la verdad. Pero vi el sol ponerse sobre un cantil quebrado, en Capadocia, y su último rayo era verde. Los dioses estuvieron equitativos.

-¿Qué comían, dónde dormían, dónde se duchaban?

-A medida que fuimos hacia el este, la comida se fue volviendo salvaje y picante, pero las frutas se llenaron de sabor, de azúcar y agua. Dormí, convenientemente extenuada, en pequeños palacios y en agujeros negros indistintamente, ahí también me dejé guiar por el camino. Me duché en un modelo de cuarto de baño todo en uno, con la alcachofa de la ducha colgada del techo, que te permitía alivios diversos a la vez, era muy práctico. Discúlpeme el desliz costumbrista, a veces olvido que soy poeta... Me bañé en las aguas más azules del Egeo, en la ribera de ríos bíblicos, en los mismísimos baños de Cleopatra, en la lluvia más salvaje por las calles de Estambul.

-Nazim Hikmet, Yahia Kemal, sin duda son poetas a recuperar, otro de los hallazgos de su libro.

-Es muy escasa la poesía turca contemporánea traducida al castellano, algo que se debe a la escasa pegada editorial de la poesía en sí misma, no es una cuestión cultural. Hay grandísimos poetas turcos cuya obra y cuyo nombre es desconocido en España, poetas muy alejados de estereotipos orientalizantes, muy inesperados, muy hondos. Una de las cosas hermosas de los países de herencia árabe es su amor a la poesía, que se estudia en los colegios como una asignatura independiente. Aunque la árabe sea una influencia más en la compleja cultura turca, ese amor a la palabra es un remanente cultural fijado en su ADN.

-«En el adiós inclino / a tu gracia mi frente / noventa y nueve veces”, son los últimos versos del libro, eso sí que es amor.

-Amor es, desde la garra al diente.

-«Otomanía» está repleto de hallazgos estéticos, culturales, icónicos, de metáforas, de imágenes. ¿Es usted poeta o antropóloga? ¿O es que la poesía tiene mucho de antropología?

-Es una buena frase, pero yo no tengo en absoluto esa pretensión. Escribo desde lo más íntimo de mi misma, y espero que algo de lo que escribo se parezca a lo que siente o piensa quien lo lee, que se identifique con ello o le mueva a una reflexión tan personal como la mía. Pero lo pienso después, mucho más tarde, en una fase ajena a la creación del poema o a su sentimiento, cuando deja de ser mío y se vuelve un ser social. Yo no retrato de lo humano más que lo que la vida me pone delante de los ojos y de la inteligencia.

-¿Ya ha pensado en su próximo viaje, me gustaría acompañarla?

-Mi próximo viaje será a los Estados Unidos, quiero recorrerlo de costa a costa, y vuelta a empezar. Es un proyecto con el fin de añadir una tercera dimensión, la de la realidad, al paisaje que ha llenado el noventa por cierto de mi vida de amante del cine, como si fuera a revisitar lugares más que a descubrirlos. Por supuesto, puede y debe acompañarme, podría ser ese viaje que desenterrara un nómada en usted. Pero tiene que saber que pienso pasar por Las Vegas con la intención más innoble de casarme, medio borracha y disfrazada de chica Woodstock. El novio me lo voy a llevar de casa. Es que hay cosas que no se pueden improvisar, y han sido años de esforzado casting y método científico.

Abandono mortal del Kurdistán

No olvides fácilmente.

No cambies este amor

por amores futuros.

No hagas de la balanza

juez y parte en la huída. No sopeses

lo que sentían ahítos tus sentidos.

No pongas a valer esta emoción.

No lleves al mercado lo sagrado.

Cuando otro río te abrace, no me pienses.

Tiéndete en su rivera

desnuda tu memoria de mi orilla.

No pretendas

colmar aquella sed con aguas nuevas.

No levantes los ojos a los cielos

instintivo a la hora de mis luces

y te conformes

con esa imitativa concordancia.

Ten el valor de reinventar el mundo

si abandonas el mío.

No me busques jamás en las fotografías.

No te mientas a solas, cuando nadie

te esté pidiendo cuentas.

poetasapiedeweb@abc.es

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