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La guerra de Hitler contra las mujeres

El campo de Ravensbrück fue ideado solo para ellas, albergó 150.000 presas, cuatrocientas españolas. Mil morían cada día

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Los macabros engranajes del terror nazi fueron una maquinaria perfectamente ideada, una maquinaria dantesca para asesinar a todos los enemigos del III Reich y de la purísima raza aria. Eran los llamados inútiles y dentro de la Solución Final, además de millones de judíos, cabían todos: comunistas, izquierdistas, resistentes, prostitutas, gitanos, homosexuales, católicos... y por supuesto miles y miles de mujeres. Entre ellas, un numerosísimo grupo de resistentes francesas y polacas, sobre todo, y un puñado de valentísimas mujeres pertenecientes a los cuerpos de operaciones especiales y servicios de espionaje británicos.

Los nazis llegaron incluso a crear un campo especialmente dedicado a las mujeres, el de Ravensbrück, situado a 90 kilómetros de Berlín, que fue liberado por el Ejercito Rojo el 30 de abril de 1945. En Ravensbrück llegaron a ser recluidas 150.000 mujeres de las que murieron alrededor de 50.000. Entre esas ciento cincuenta mil, cuatrocientas de ellas eran españolas. Pocas de nuestras compatriotas sobrevivieron.

Mil muertes diarias

Se cree que en Ravensbrück morían diariamente mil de esas mujeres. A lo largo de la terrible existencia del espeluznante campo las mujeres fueron gaseadas y todas fueron sometidas a torturas y crudelísimos espantos. Muchos de los asesinados eran niños, y también hijos de las presas que en ocasiones eran estrangulados, otras descoyuntados y otras directamente estampados contra la pared.

Espeluznantes experimentos

Dado que se trataba de un campo solo para mujeres (aunque se construyó un anexo para 20.000 hombres) allí tuvieron lugar terribles y espeluznantes experimentos que tenían que ver con la función reproductiva de las mujeres, que eran también sometidas a inspecciones ginecológicas salvajes. A otras se les inoculaban enfermedades (la sífilis, por ejemplo), se las hacía perder la menstruación y se les alteraba el sistema hormonal. Además, el frío era espeluznante, alrededor de veinte grados bajo cero en invierno, la alimentación escasa por no decir inexistente y las enfermedades se propagaban entre las víctimas a toda velocidad. Como auténticas plagas.

Muchas fueron obligadas a prostituirse (por no decir algo peor) para satisfacer los deseos de los guardianes (y guardianas) y los miembros de las SS que vigilaban los campos. A otras, se las obligaba a estar desnudas fuera de los barracones hasta que morían de frío.

Por si fuera poco, muchas de las supervivientes (las rusas, especialmente) acabarían en otros campos de exterminio los del Gulag de Stalin.

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