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Hanif Kureishi: «La justicia social se ha convertido en una anomalía»

El escritor británico publica «La última palabra», una sátira sobre el mundo editorial que le permite seguir ahondando en los personajes perversos y oscuros

Hanif Kureishi: «La justicia social se ha convertido en una anomalía» inés baucells

david morán

«Si no quieres aparecer en un libro, no frecuentes a escritores. Las novelas, en realidad, son cotilleos», proclama Hanif Kureishi (Bromley, Londres, 1954) mientras pasa de puntillas por el hecho de que su última novela, «La última palabra» (Anagrama), pueda estar vagamente inspirada en la agitada vida del Premio Nobel VS Naipaul.

«En realidad es la historia de dos hombres atrapados juntos en el campo, dos hombres que luchan y discuten y hablan de mujeres, sexo, escritura y política», relativiza Kureishi sobre una sátira del mundo editorial en la que que Harry, un aspirante a promesa literaria, es contratado para escribir la biografía de Mamoon Azam, un prestigioso y venerado autor de origen indio tras el s que se esconde un ser humano sádico y monstruoso.

Una historia que, asegura el autor de «Mi hermosa lavandería» y «El buda de los suburbios», está estrechamente ligada a «Le Week-end», película de Roger Mitchell con guión del propio Kureishi. «Es la misma historia: dos personas pasan un tiempo juntas y vuelven convertidas en dos personas diferentes. Y, en ambos casos, uno de los personajes es rudo, dominante y humillador», asegura este privilegiado cronista de los márgenes de la multiculturalidad.

-Se diría tiene una especial predilección por estos personajes rudos.

-Escribir sobre monstruos es mucho más divertido. Son personas a las que te gustaría parecerte pero que, al mismo, te asusta ser como ellas. Gente que hace lo que le viene en gana, que no están inhibidos socialmente.

-En cualquier caso, «La última palabra» es, ante todo, un libro sobre la escritura y el oficio de escritor.

-Esa es mi vida. Mis amigos son escritores, enseño escritura… El otro día pensaba en que todo lo que hago es leer y escribir, así que me dije que sería horrible quedarse ciego. ¡No tendría nada que hacer!

-«Ninguna persona decente ha empuñado jamás una pluma», leemos en la novela. ¿El escritor tiene que ser un ser amoral?

-Escribir tendría que ser excitante, transgresor. Cuando eres joven y lees «El guardián entre el centeno», «Frankenstein» o «El retrato de Dorian Gray», ves que son libros que van contra las convenciones. Así que quizá no amoral o inmoral, pero definitivamente el arte sí que tiene que ser rompedor y audaz.

-¿Le inquieta la idea de tener a alguien merodeando a su alrededor para escribir su biografía, como le ocurre a Mamoon en la novela?

-Mi vida ya está en mis novelas. Además, una biografía con datos no daría demasiada cuenta de quién soy en realidad. No reflejaría cómo me sentía ese día concreto. ¿Cómo describes eso? Con una novela puedes reflejar la esencia, las texturas.

-¿Son inútiles entonces las biografías?

-Son útiles para conocer qué pasó un día u otro, pero no para conocer la historia desde dentro. Si escuchas las canciones de John Lennon, por ejemplo, te dice mucho más de lo que significa ser John Lennon que cualquier acumulación de hechos históricos.

-Ahora que habla de Lennon, en el libro vemos a Harry venerar a los escritores «como si fueran estrellas del rock». ¿Le ocurrió a usted algo parecido?

-Para mí, en efecto, primero fueron los escritores. Recuerdo que me entusiasmaba James Baldwin cuando era un crío. Luego vinieron Kerouac, Sylvia Plath, Scott Fitzgerald...

-La familia y la identidad son dos de los temas que se repiten durante toda su obra...

-Todos estamos en familias. Todos tenemos padres, madres, tíos, hijos… Eso es lo que somos.

-¿Y la identidad?

-Cuando yo crecí, en los sesenta, la posibilidad de un cambio social era mucho mayor. Podías aspirar a ser alguien, incluso alguien diferente. El otro día, por ejemplo, estaba leyendo la autobiografía de Billy Idol, alguien con quien crecí, y eso es lo que explica: cómo descubrió el pop, cómo de pronto se convirtió en una estrella... En aquel tiempo había más posibilidades, más oportunidades sociales.

-¿Cómo cree entonces que han evolucionado las diferencias sociales en Inglaterra desde que publicó «El Buda de los Suburbios» en 1990?

-Después de la guerra hubo un momento en que parecía que habría más igualdad, pero el neoliberalismo acabó con todo eso. Ahora, por ejemplo, la vida en Londres es mucho más dura. No quiero analizar el pasado, simplemente explicar cómo han cambiado las cosas. El otro día, por ejemplo, alguien me decía que las únicas personas que pueden permitirse ser artistas ahora mismo son los ricos, y en cierto modo así es. Abres los periódicos y están los hijos de Mick Jagger, de John Lennon, de Annie Lennox… Vivir como escritor ahora mismo es mucho más difícil. Hay obstáculos reales y la justicia social se ha convertido en una anomalía.

-Después de firmar el guión de «Le Week-end», ¿Qué le aporta el cine al Hanif Kureishi novelista?

-Me encanta todo lo que hago. La mayoría de escritores solo hacen un cosa: escribir novelas. A mí me gusta involucrarme en muchas cosas diferentes. Es lo que te mantiene vivo. Ahora mismo estoy haciendo una adaptación actual para la BBC de «Rebelión en las aulas», la película de los sesenta protagonizada por Sidney Poitier. ¿La televisión? Si fuese un escritor joven ahora mismo estaría haciendo «True Detective». Todo el mundo lo ve y todo el mundo habla sobre ello. En las cenas la gente habla de «Breaking Bad» y «The Wire» del mismo modo que solían hablar de las novelas. Aunque, bien pensado, no creo que fuese capaz de hacer algo así, porque soy demasiado individualista.

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