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Vuelven «Las mil y una noches»

Atalanta recupera la traducción directa del árabe de J. A. Gutiérrez- Larraya y L. Martínez

Vuelven «Las mil y una noches»

tulio h. demicheli

Hoy nadie desconoce qué sonLas mil y una noches pero el relato de su triunfo literario es tan fascinante como los cuentos que entretejen la argucia de Sahrazad (o Sherezada) para sobrevivir al airado sultán Sahriyar (o Schariar) quien, harto de la infidelidad de las mujeres, yacía con una virgen cada noche y a la mañana siguiente la hacía ejecutar (anécdota que no procede de las colecciones de cuentos primigenios, sino que se añade posteriormente y que da unidad a un libro tan heterogéneo como maravilloso, aunque Voltaire considerara que estos relatos «no tienen ni pies ni cabeza»). En fin, Sahrazad sorprende al sultán la primera noche contándole un cuento cuyo relato suspende en su punto álgido para reanudarlo al día siguiente y así, una noche tras otra, hasta que el sultán le perdona la vida. Todo lo cual viene a ser una maravillosa metáfora de los altos poderes de salvación de la literatura (y de la imaginación).

Ahora, la editorial Atalanta pone en manos de los lectores una cuidadísima edición de la traducción directa del árabe realizada por Juan Antonio Gutiérrez-Larraya y Leonor Martínez a mediados de los años 60. Para entonces, ya todo el mundo (niños, adolescentes y adultos, porque hay sustancia en este prodigioso «libro de libros» para todos los lectores) conocía Las mil y una noches, sobre todo a partir de cuentos como «Simbad, el marino», «Aladino y la lámpara maravillosa» o «Ali Babá y los cuarenta ladrones» (aunque algunos de ellos no formen parte del corpus canónico árabe -Calcuta y Bulaq- y no estén presentes en esta edición).

De todo hay en Las mil y una noches: cuentos fantásticos, de magia y misterio, con suspense y hasta momentos de terror; fábulas y lecciones morales; relatos de amor y erotismo; novelas de viajes y aventuras; y leyendas exóticas donde comparten espacio hombres y mujeres con genios del desierto, demonios, animales quiméricos y otros espíritus. Sus protagonistas incluyen a todas las clases sociales: califas, sultanes, visires y nobles, pero también comerciantes, marineros y simples ciudadanos de a pie. Sus escenarios son grandes ciudades y puertos como Bagdad, El Cairo, Damasco o Basora, sus palacios, sus alcazabas, bazares y mercados.

Procedencia e influencias

Pero, ¿de dónde vienen estos cuentos? Su procedencia es variopinta (Mesopotamia, Persia, Grecia, India, …) y pueden rastrearse influencias y presencias que ya vienen de épocas tan lejanas como la epopeya sumeria Gilgamesh, la Biblia, la Odisea de Homero, la literatura sánscrita (Uttaradhyayana sutra, Kathhasaritsagara, Patchatantra, Mahabarata, Jataka y que llevan a recopilaciones árabes y persas como el Tuti-Nameh o recreaciones castellanas como Kalila e Dimma (del árabe, a pedido de Alfonso X). Sin embargo, el libro considerado como prototipo y que no ha llegado a nuestros días es persa: el Hezar Afsaneh (Mil cuentos), que data de principios del siglo X.

Aun así, su gran prestigio no procede de Oriente, donde la narrativa y sobre todo las colecciones de relatos de transmisión oral no merecían la atención de príncipes o estudiosos; sino de la traducción al francés realizada por Antoine Galland y publicada entre 1704 y 1719; o la realizada al inglés por el explorador Richard Francis Burton (la más acertada en cuestiones eróticas) a mediados del XIX. A partir de ellos, Las mil y una noches llegaron al alemán a través de Gustav Weil a finales del siglo XIX; o al castellano a través de Vicente Blasco Ibáñez, ya en el siglo XX. Sin embargo, la primera compilación al árabe no verá la luz hasta 1814-18, dado el éxito habido en Occidente, a partir de un manuscrito del siglo XV.

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