Cuando ETA hunde sus garras en el CNI
El guionista J. L. Rod se estrena en la novela con «La suerte de los irlandeses», adictivo thriller de acción y espionaje que ha vendido 50.000 ejemplares en Amazon
Acostumbrado como está a encerrarse en ranchos de California a revisar los engranajes y las tramas de algunas de las series de más éxito –un contrato de casi un centenar de páginas le impide desvelar cuáles-, se diría que J. L. Rod, analista de guiones madrileño que, por motivos obvios y también contractuales, se presenta con pseudónimo, está curado de espantos. Pero no. Es más: el ahora novelista aún recuerda con asombro esa noche en la que, durante una parada técnica mientras realizaba el Camino de Santiago, trabó amistad con el camarero de un albergue que, entre trago y trago, le explicó que había sido ni más ni menos que un agente del CNI infiltrado en ETA.
«Al día siguiente decidí seguir hablando con él para ver si lo que me había dicho era verdad, pero había desaparecido. En el albergue me dijeron que era la primera vez en cinco años que no se presentaba a trabajar. Tampoco estaba en su casa y cuando, de vuelta a Madrid, volví a llamar para ver si se sabía algo, seguía sin aparecer», relata. «Te puedes imaginar lo que hice con el libro en el que estaba trabajando», añade un autor que, fascinado por el hallazgo, tiró a la papelera la idea que tenía entre manos e hizo suya la historia del topo infiltrado, aunque para arrearle un frenético revolcón.
El resultado es la absorbente y adictiva trama de «La suerte de los irlandeses» (Ediciones B), novela que llega a las librerías después de haber despachado 50.000 ejemplares a través de Amazon y que deja para el recuerdo a Pat McMillan, un agente lenguaraz y tragaldabas que tiene apenas una semana para desenmascarar a un infiltrado de ETA en los servicios secretos españoles, evitar un atentado atroz que la banda está preparando y, ya puestos, poner patas arriba las altas esferas del CNI.
Un personaje con el que Rod parece recoger lo mejor de Jack Bauer («24»), Carrie Mathison («Homeland») y el Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán y que, asegura, ha construido con los grandes clásicos de la novela negra en mente. «Pasé de leer "La isla del tesoro" de Stevenson a leer a Chandler y Hammet, así que estos son ms referentes», señala un autor que, sin embargo, aliña su peculiar relectura de Marlowe con un chorretón de ironía procaz muy propia de aquí. «Paso la mitad del año en Estados Unidos y la otra mitad en Cádiz, por lo que creo que tengo la ventaja de la perspectiva», apunta a propósito de una novela que, además de altas dosis de acción, traición, espionaje y contraespionaje, también ofrece el retrato de una sociedad española tocada y hundida por la crisis, refleja a ETA en el espejo de la venganza y se interroga sobre las consecuencias de estar permanente bajo vigilancia.
A la hora de documentarse para dar forma a «La suerte de los irlandeses», Rod se sentó con dos agentes del CNI que, apunta, dieron el visto bueno a la novela antes de que saliera a la luz, estudió la jerarquía y el organigrama desde dentro de la Casa, se inventó (o no) ese departamento sin nombre que se encarga de resolver los asuntos más turbios en el que trabaja McMillan y aplicó todo su conocimiento en estructuras, y personajes para dar forma a una novela que, avanza, es la primera de siete.
Siete como las temporadas de alguna de esas series televisivas en las que trabaja casi de incógnito y que, añade, están protagonizando una segunda edad dorada del audiovisual. «Son lenguajes distintos, pero se está haciendo una extraordinaria ficción. Dentro de 20 años se estudiará esta época como la segunda edad de oro del cine americano. Estoy convencido de que series como “The Wire” o “Man Man” están a la altura de Steinbeck o Mark Twain», señala un Rod que, pese a estar trabajando ya en la adaptación al cine y la televisión de «La suerte los irlandeses», tiene claras las ventajas de cada uno de los formatos. «El guión es un trabajo colectivo, pero una novela es tuya», sentencia.
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