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Stanley G. Payne: «Hemos mostrado a Franco con sus vicios y sus virtudes»

Autor, junto a Jesús Palacios, de una ambiciosa biografía, lo retratan como un ser humano, «frío, pero con nervio, sin la mentalidad simplista que muchas veces se le ha atribuido»

Stanley G. Payne: «Hemos mostrado a Franco con sus vicios y sus virtudes» ÁNGEL DE ANTONIO

TULIO H. DEMICHELI

En los últimos 30 años se han realizado algunos esfuerzos para explicar la figura del general Franco . Uno es la recopilación documental de Luis Suárez «Franco y su tiempo» , gran historiador pero hombre limitado por su afinidad con el dictador. Otro fue el que Paul Preston realizó a mediados de los años 90 y que mostraba un evidente sectarismo de signo contrario.

-¿Han querido ustedes situarse en un punto medio?

-Hemos querido retratar a un Franco «auténtico» con sus vicios, sus virtudes y en el ambiente en que se formó. Teníamos tres recursos. Uno: el Archivo Franco. Es verdad que Luis Suárez lo utilizó, habiéndolo creado él mismo, pero para otra clase de libro. Este es el primer estudio que lo usa para una investigación crítica y objetiva. Jesús Palacios es el primer historiador en explorarlo para estudios críticos y objetivos, en tres libros anteriores, y yo lo utilicé en mi «Franco y Hitler». Dos: las entrevistas con su hija, Carmen Franco, que son exclusivas. Y tres: una perspectiva más extensiva y menos partidista o sectaria con la ayuda de los estudios secundarios realizados por otros historiadores. Es importante comprender el carácter, el pensamiento y sus emociones. Por eso había que presentarlo como ser humano: un hombre frío, pero con nervio, y en su juventud, hasta con cierto talante romántico. Sin la mentalidad simplista que muchas veces se le ha atribuido.

-La República, la Guerra Civil y la Dictadura siempre suscitan polémica en España. ¿Hemos seguido combatiendo en otra guerra civil imaginaria hasta el día de hoy?

-Bueno, una guerra civil revolucionaria más una dictadura de tantísimos años es algo difícil de superar. Cosas semejantes han pasado en Rusia, Ucrania, la antigua Yugoslavia y hasta en la Grecia contemporánea. Más allá de eso, España es un país que tiene grandes problemas de cohesión, tanto verticales como horizontales. Luego, las izquierdas españolas tienen una gran historia de extremismo, aunque actualmente sea más de lenguaje que de acciones. Y el cuarto factor es el momento político-ideológico con una nueva ideología dominante: el «buenismo» de la corrección política, acompañada de la nueva cultura del victimismo. Esto añade virulencia.

-Franco siguió durante la República la línea «posibilista» de buena parte de la derecha española hasta junio de 1936. A medida que va concentrando el poder, se radicaliza. A partir de la derrota del Eje, muta y permuta, pero gobierna hasta su muerte. ¿Puede decirse que Franco sólo era franquista?

-De ningún modo tenía unas ideas «modernas». No tenía una ideología formalista, porque no era un intelectual y su pensamiento político cristalizó en los años 30. Siempre mantuvo los mismos principios: el autoritarismo, el nacionalismo, el regeneracionismo de derechas, el catolicismo más tradicional y el monarquismo, al menos en teoría. Entonces la dictadura nacional de partido único era lo más moderno. Años más tarde, no. Pero él no cambió. Siempre creía que la democracia y la liberalización después de 1945 eran aberraciones que durarían poco. Sólo tuvo que abandonar dos o tres cosas: el militarismo con fines expansionistas y con unas fuerzas armadas grandes, la idea de Imperio y el antiliberalismo económico. Claro que era sobre todo franquista. Fue un hombre muy firme, pero siempre con flexibilidad. Por eso, su Régimen cambió más durante su vida que cualquier otra dictadura de la historia contemporánea.

-De haber cedido el poder en vida, ¿cree que el juicio negativo que hoy tenemos los españoles habría cambiado?

-Bueno, si hubiera formalizado la sucesión en Don Juan Carlos, digamos, en 1965, su reputación histórica quizá sería diferente. Pero eso era impensable para él. La dictadura solo sirvió para resolver la Guerra Civil. La República italiana ha demostrado que una dictadura no es necesaria para la modernización, aunque los italianos no son tan sectarios como los españoles.

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