Diez novelas para celebrar el Día del Libro
Cubierta de «El jilguero» (Lumen), de Donna Tartt - ABC
23 DE ABRIL

Diez novelas para celebrar el Día del Libro

En ABC hemos hecho una selección de títulos imprescindibles para todo buen lector que se precie de serlo en Sant Jordi

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En ABC hemos hecho una selección de títulos imprescindibles para todo buen lector que se precie de serlo en Sant Jordi

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  1. «El jilguero», Donna Tartt

    Cubierta de «El jilguero» (Lumen), de Donna Tartt
    Cubierta de «El jilguero» (Lumen), de Donna Tartt - ABC

    Donna Tartt (Greenwood, 1963) es una de las escritoras más importantes y, sin embargo, ausentes de la actual narrativa anglosajona. A comienzos de la década de los 90, la autora estadounidense publicó «El secreto» (Debolsillo), su primera novela. Se convirtió en un éxito casi instantáneo: fue traducido a 25 idiomas y logró vender más de cinco millones de ejemplares, contando con el beneplácito unánime de la crítica. Tras la tempestad, Tartt se retiró a la calma de su retiro campestre y siguió escribiendo (a mano). Diez años después llegó «Un juego de niños» (Lumen), recibido con igual entusiasmo por los lectores y algo menos por los críticos. La escritora volvió a retirarse a sus aposentos y, once años después, ha regresado a esa industria editorial de la que dice no formar parte con «El jilguero» (Lumen), una novela tan inmensa como redonda. Protagonizada por Theo, un joven adolescente que pierde a su madre en un terrible atentado, la historia transcurre entre Nueva York, Las Vegas y Ámsterdam. El título del libro responde a la obra más famosa de Fabrizio, uno de los pintores favoritos de la escritora estadounidense y protagonista también (aunque involuntario) de la novela.

  2. «La extensión de mi cuerpo», Walt Whitman

    Ilustración de Kike de la Rubia para «La extensión de mi cuerpo» (Nórdica), selección de poemas de Whitman
    Ilustración de Kike de la Rubia para «La extensión de mi cuerpo» (Nórdica), selección de poemas de Whitman - KIKE DE LA RUBIA

    Ya lo dijo Henry David Thoreau: «Ese Walt Whitman del que le hablé es lo que más me interesa actualmente. Acabo de leer su segundo libro y me ha sentado mejor que ningún otro libro en mucho tiempo». Y precisamente esa sensación, la del reconfortante alivio que proporciona una obra intensa, experimentará el lector que hoy (o cualquiera día, pues todos los días deberían ser Sant Jordi) se tope con «La extensión de mi cuerpo» (Nórdica), hermosa selección de poemas del «Canto de mí mismo» de Whitman ilustrados por Kike de la Rubia. Un libro carnal, cuya belleza queda destilada en cada página, acompasada con los trazos de De la Rubia y los versos del autror de «Hojas de hierba».

  3. «El testamento de María», de Colm Tóibín

    Cubierta de «El tstamento de María» (Lumen), de Colm Tóibín
    Cubierta de «El tstamento de María» (Lumen), de Colm Tóibín - ABC

    Periodista antes que escritor y profesor (da clases en Columbia), Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955) ha regresado al panorama editorial español con «El testamento de María» (Lumen), una novela que nació como monólogo teatral (logró tres nominaciones a los Tony durante su representación en Broadway). En ella, el escritor irlandés da voz a la Virgen en un stábat mater contemporáneo que recrea el sufrimiento de una madre ante la muerte de su hijo. Profunda y dolorosa. Eminentemente humana. Como la prosa de Tóibín.

  4. «Yo fui Johnny Thunders», de Carlos Zanón

    Cubierta de «Yo fui Johnny Thunders»
    Cubierta de «Yo fui Johnny Thunders» - abc

    A Carlos Zanón, heredero accidental de Vázquez Montalbán y cruce imposible entre Juan Marsé y Francisco Casavella, le han intentado encasillar entre los márgenes de la novela negra, pero el autor barcelonés no hace más que encontrar salidas para reivindicar que lo suyo es otra cosa. Buena prueba de ello es «Yo fui Johnny Thunders» (RBA),memorable relato de auges y caídas, de antihéroes panzudos y esperanzas chamuscadas, con el que hurga entre bastidores para presentar a Francis, un exrockero en caída libre al que la vida y la fortuna han acabado dando la espalda. Un magnífico retrato de las vidas truncadas y las oportunidades perdidas que Zanón refuerza con una banda sonora de lujo y un generoso recorrido por esa otra Barcelona con epicentro en el Guinardó que las guías turísticas despachan como extrarradio y que los barceloneses conocen como hogar.

  5. «Los niños se aburren los domingos», de Jean Stafford

    Cubierta de «Los niños se aburren los domingos»
    Cubierta de «Los niños se aburren los domingos» - abc

    En su afán por desenterrar joyas perdidas y recuperar del olvido textos que jamás llegaron a traducirse al castellano, la editorial barcelonesa Sajalín publica «Los niños se aburren los domingos», recopilación de algunos de los mejores relatos da la escritora estadounidense Jean Stafford. Ganadora del Pulitzer de ficción en 1970 y reverenciada por autoras como Joyce Carol Oates, Stafford se exhibe aquí como soberbia cuentista, diseccionando con elegancia los gozos y miserias de la sociedad estadounidense de mediados del siglo pasado y retratando a una galería de personajes que deambulan por los márgenes de la sociedad fabricándose muros de inocencia, apatía y depresión. Una abrumadora colección de excursiones por el filo de un abismo por el que la propia autora, uno de los nombres malditos de las letras estadounidenses, se acabó despeñando tras morir a los 59 años con una cuarta novela por terminar y una vida marcada por el alcoholismo y la depresión.

  6. «Es un decir», de Jenn Díaz

    Cubierta de «Es un decir»
    Cubierta de «Es un decir» - abc

    Todavía no ha cumplido treinta años, pero Jenn Díaz ya se ha convertido en uno de los valores al alza de la literatura contemporánea y, más importante aún, en el nombre propio que aparece en la conversación cuando se trata de buscarle heredera a Ana María Matute. Y es que, al igual que la autora de «Primera memoria», Díaz retrocede hasta la infancia para reivindicar el drama y el suspense rural y acomodarse en esos relatos en los que importa casi tanto lo que se dice como lo que se calla. De todo ello da buena cuenta «Es un decir» (Lumen), cuarto título que publica y novela oscura con la que retrata el tránsito de la infancia a la adolescencia de Mariela, una niña crecida en la posguerra y condenada a moverse por ese pegajoso rastro de silencios y secretos, de intimidades atropelladas y puertas cerradas, que va envolviendo a su familia después de que su padre sea asesinado.

  7. «La cuna vacía», de Sophie Hannah

    Cubierta de «La cuna vacía» (Duomo), de Sophie Hannah
    Cubierta de «La cuna vacía» (Duomo), de Sophie Hannah - ABC

    Mi gran descubrimiento de este año: la autora que continuará la saga de Poirot, el célebre detective de Agatha Christie. En «La cuna vacía» nos narra una pesadilla: la que viven mujeres como Helen Yardley, Sarah Jaggard y Ray Hines. Ellas tres –en realidad, ellas tres y muchas más– fueron detenidas y acusadas de asesinar a sus hijos o a los niños que tenían a su cargo. Una caza de brujas. Tras largos años entre rejas, por fin han sido puestas en libertad, gracias al apoyo del grupo de presión Justicia para Progenitores y Cuidadores Inocentes. Los tribunales han terminado por absolverlas, no así la sociedad, cuyo dedo acusador sigue señalándolas. Hasta que alguien decide tomarse la justicia por su mano. El desconocido entra en la casa de Helen Yardley a las ocho y veinte de la mañana; a las cinco de la tarde le dispara con una Beretta M9. En otras palabras: el asesino y la víctima pasaron todo el día juntos. ¿Qué ocurrió durante esas horas? Helen no fue violada ni torturada; no recibió más heridas que el balazo en la nuca. ¿Fue el criminal a hablar con ella para averiguar si debía matarla o no, según el resultado de la conversación? ¿Por qué, en el momento del disparo, la mujer estaba en un rincón, de cara a la pared, como castigada? Preguntas, preguntas, preguntas. Y las peores de todas: ¿volverá a repetirse? ¿Se enfrenta la policía a un asesino en serie? Sólo hay una forma de averiguarlo. Leer «La cuna vacía». Y temblar.

  8. «Una madre», Alejandro Palomas

    Cubierta de «Una madre» (Siruela), de Alejandro Palomas
    Cubierta de «Una madre» (Siruela), de Alejandro Palomas - ABC

    «Mamá había dicho que ella misma compraría las flores, pero con tanto ajetreo se le ha olvidado pasar esta tarde por la floristería y nos hemos quedado sin.» Imposible resistirse a una novela que empieza así, a lo «señora Dalloway». El retrato –y qué retrato– de una familia como otra cualquiera, feliz a ratos, desgraciada siempre, cuyos miembros se aman y se odian con intensidad. En torno a la mesa de esta cena de Fin de Año, Silvia, la hermana mayor, a la que hoy no acompaña Peter, su marido, un noruego tan callado que a veces da miedo; Emma, la mediana, que viene acompañada de su novia, Olga; Fer, el hermano pequeño y narrador de la historia, un homosexual a quien todavía le duele la ruptura con Andrés, su última pareja; y el tío Eduardo, personaje fantasioso con alma de donjuán. Y uniéndolos a todos –o desuniéndolos, nunca se sabe–, Amalia, la madre; una mujer que, cuando se embala, habla sin pensar y no mide las palabras, y luego, claro, pasa lo que pasa, especialmente en cenas como esta de Nochevieja, en la que todos tienen algo que contar, noticias que compartir, sorpresas, secretos. Novedades que estallarán sobre el mantel como una bomba, y sálvese quien pueda. Conmovedora, entrañable, divertida, también terrible; así es la novela que Alejandro Palomas ha escrito con estos seis personajes, dos perros y algún que otro fantasma: el padre ausente, la abuela muerta. Conmovedora y entrañable y divertida y terrible, sí; pero, sobre todo, humana. De tan real.

  9. «Amor contra Roma», Víctor Amela

    Cubierta de «Amor contra Roma», (Ediciones B), de Víctor Amela
    Cubierta de «Amor contra Roma», (Ediciones B), de Víctor Amela - ABC

    Se cumplen dos mil años de la muerte de Augusto, el emperador que acaparó el mundo. En la estatuaria de la Pax Romana le acompaña Livia, la mujer que contribuyó a esa hegemonía… Frente a ellos, Víctor Amela (Barcelona, 1960), sitúa a Ovidio, el poeta que en el año 2 a de C. publicó «Ars amatoria», un manual de seducción para hombres que incluye consejos para las mujeres. Mientras Augusto postulaba una Roma apolínea y guerrera, Ovidio la prefiere dionisíaca y orgiástica. El arte de hacer el amor, que esa es la traducción exacta del «Ars amatoria», desafía a Augusto y este reacciona contra Ovidio enviándolo al exilio al ver que su hija Julia lleva a la práctica sus consejos amatorios… En palabras de Amela, el poeta pone «patas arriba» a Roma al revelar por primera vez el derecho al placer femenino. Como narrador de ese momento eróticamente decisivo del que surgen las relaciones de pareja modernas, Urgídar, joven ibero que aspira a ser orador y poeta siguiendo el magisterio de Ovidio. Admirador del «Yo Claudio» de Robert Graves, tanto en su versión libresca como en la televisiva, el autor evoca en «Amor contra Roma» la primera revolución sexual de Occidente.

  10. «Canciones de amor y de lluvia», Sergi Pàmies

    Cubierta de «Canciones de amor y de lluvia», (Anagrama), de Sergi Pàmies
    Cubierta de «Canciones de amor y de lluvia», (Anagrama), de Sergi Pàmies - ABC

    Quienes no hayan descubierto todavía a Sergi Pàmies (París, 1960), uno de los mejores autores de relatos breves de país, están de enhorabuena: estas «Canciones de amor y de lluvia» componen la mejor entrega de toda su trayectoria literaria. Con un hilo conductor que entrevera la melancolía de los fracasos conyugales, unas relaciones paternofiliales muy especiales –el autor es hijo de los dirigentes comunistas López Raimundo y Teresa Pàmies- y la visión de la muerte que aporta haber superado la cincuentena, Pàmies destila piezas magistrales. Por ejemplo, la muerte en julio de 1936 de su tío Antonio; asesinado estúpidamente por un pistolero anarquista, la memoria políticamente correcta familiar transforma a su ejecutor en un fascista. O el dedicado al locutor Arribas Castro, popular por su programa «La ciudad es un millón de cosas» y la esquela que publicó: «La ciudad es un millón de cosas. Hoy entre esa millón está mi muerte. Soy Luis Arribas Castro. Don Pollo». Nos encontramos ante la entrega más desnuda de Sergi Pámies que completa una trilogía de clave existencial y autobiográfica iniciada con sus títulos anteriores: «Si te comes un limón sin hacer muecas» y «La bicicleta estática». Una demostración de que el cuento es un género mayor.

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