Las historias de los Panero
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Las historias de los Panero

El poeta y académico de la Historia Luis Alberto de Cuenca traza una semblanza de los miembros de esta peculiar saga familiar, que ayer se apagaba con la muerte de Leopoldo María Panero

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El poeta y académico de la Historia Luis Alberto de Cuenca traza una semblanza de los miembros de esta peculiar saga familiar, que ayer se apagaba con la muerte de Leopoldo María Panero

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  1. Leopoldo (1909-1962), el patriarca

    Leopoldo Panero
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    Ahora que han cruzado el espejo los cuatro protagonistas de «El desencanto», aquella película que tanto impacto tuvo en mi generación y que yo nunca quise ver por devoción al personaje que en ella era linchado, ya se puede decir en voz alta y clara lo que ha sido siempre un secreto a voces entre los adeptos a los misterios poéticos: el patriarca de la familia ha sido, sin duda, junto a su hermano, Juan Panero (1908-1937), el que más y mejor huella ha dejado en la poesía española contemporánea. Javier Huerta Calvo acaba de reunir su obra, en prosa y en verso, en tres gruesos volúmenes que honran su memoria. Gran poeta Leopoldo Panero.

  2. Juan Luis (1942-2013), el exquisito cernudiano

    Juan Luis Panero
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    Borges se quejaba en el prólogo de «El hacedor» del escaso aprecio poético que le dispensó siempre su maestro Lugones. Esa miopía del Leopoldo argentino casa bien con la mía en lo relativo a la poesía de Juan Luis Panero. Un poeta exquisito, cosmopolita y refinado, que no dejó de contribuir a situar a Cernuda en el puesto de privilegio que le corresponde como inspirador indiscutible de buena parte de la poesía española última. No es poco, a fe mía, y, sin embargo, a pesar de los esfuerzos de tantos buenos amigos (excelentes conocedores y admiradores de su obra) para hacerme disfrutar con sus versos, nunca lo lograron. La culpa es mía, desde luego.

  3. Leopoldo María (1948-2014), el loco genial

    Leopoldo María Panero
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    Lo vi por última vez en la librería Visor, sentado junto a la caja registradora, como si no hubiese hecho otra cosa en la vida que estar ahí, esperando, a Godot o a quien fuese. Le di un abrazo, mientras Salva le ponía delante la enésima coca-cola. Un verdadero talento el de Leopoldo María. Talento y genio al mismo tiempo, porque nació genial y tuvo los suficientes años de lucidez como para cultivar y desarrollar sus dotes innatas, convirtiendo su genio en talento. Luego vino la diosa Locura a visitarlo y reclamó derechos atávicos sobre él, como hiciera con Hölderlin hace doscientos años. El poema de despedida que Blancanieves-Lepoldo María regala a los siete enanos me sigue emocionando tanto como entonces.

  4. Michi (1951-2004), el organizador de festejos

    Michi Panero
    Michi Panero

    Michi tenía algo de entrañable (me lo recuerda siempre mi buena amiga Odile Panero, que lo quería mucho), pero también algo de insoportable enfant terrible. A mí me lo presentó Marcos Barnatán. Michi era muy amigo de su hermana Raquel. Luego me lo encontré muchas veces por la calle, en el barrio de Salamanca o de Retiro, cuando el mundo era joven y nosotros también. Lo recuerdo especialmente cuando era novio (debió de serlo muy poco tiempo) de mi amiga Marta Moriarty: ambos se dedicaban a organizar fiestas por encargo. Se me quedó grabado aquello. El menor de los Panero convertido en Gran Chambelán de la corte de los milagros de la movida madrileña. Se le ocurrió morirse a la edad en que murió su padre y en la Astorga de sus ancestros.

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