Hazte premium Hazte premium

LIBROS

El ocaso de un imperio

El escritor Alexander Lernet-Holenia recrea el hundimiento de la autocracia austrohúngara con la nostalgia de un mundo que se desvanece

El ocaso de un imperio

ANTONIO PANIAGUA

El imperio autro-hungaro y sus avatares políticos y sociales han abonado el campo literario para la irrupción de novelas magníficas. Ahí están los nombres de Joseph Roth o Robert Musil para corroborarlo. Lo más seguro es que la figura de Alexander Lernet-Holenia (1897-1976) sea desconocida para muchos lectores, pero merece entrar con todos los honores en esa selecta lista de escritores que se inspiraron en el ocaso de un imperio para entregar a la imprenta libros de fuste.

Lernet-Holenia escribió quizás ‘El estandarte’ (1934) para exhibir un sentimiento de orfandad. En la novela asoma la añoranza por un esplendor que declina sin remedio y que lleva al traste todo un mundo de tradiciones muy queridas por el autor. La obra, que publica ahora Libros del Asteroide, narra el desconcierto que se vivía en Belgrado en los últimos días de la I Primera Guerra Mundial. El mundo estaba cambiando a una velocidad de vértigo y arrinconando usos y costumbres que de repente adquirían un tacto polvoriento, un olor a caduco.

La novela, narrada en tercera persona por un alférez, está considerada la obra maestra de Lernet-Holenia, quien abandonó los estudios para participar como voluntario en la Gran Guerra. Testigo privilegiado de aquellos años trágicos, el escritor cuenta con cierta nostalgia el desmoronamiento de un imperio con la vaga sensación del que contempla el hundimiento irreversible de un mundo que se disgrega.

El protagonista recupera un estandarte –que da título a la novela- enarbolado en batallas históricas, lo que lo convierte en el símbolo del honor atesorado por generaciones y que es preciso salvar a toda costa.

Dos realidades y planos históricos se imbrican en el relato: los estertores de la guerra y la desmembración de un régimen político cuyo territorio abarcaba lo que ahora son trece estados europeos.

Lernet-Helenia no se limita a llorar la muerte de una potencia y de un pasado esplendoroso. Dota a la historia de nervio e interés preñándola de asuntos aparentemente menores pero muy reveladores y hasta cómicos, como esos oficiales que acudían a la contienda acompañados de sus criados, lo que ilustra mejor que nada el sesgo aristocrático de la sociedad austrohúngara y su modo de afrontar la guerra. Un modo en el que caben el más sofisticado armamento y las costumbres más decadentes.

Desertores

Los oficiales del Ejército austriaco nunca tuvieron conciencia de lo que acontecía. Su ignorancia acabó en desapego, de manera que los regimientos imperiales, que se nutrían de un sinfín de soldados de procedencia muy variada, apostaron por la deserción en masa antes que sufrir la humillación de la derrota.

Conforme avanza la novela, el lector va descubriendo que el juego de la guerra está inmerso en un proceso de transición, de tecnificación. Los sables y caballos son poco a poco desplazados por los carros de combate, las ametralladoras, las cámaras de gas y unas tácticas de guerra que dejan obsoletos el honor y la épica.

Y en medio de todo ello se trasluce la presencia de otro ejército, “invisible y glorioso”, que es el de los muertos. “Porque el auténtico ejército no lo forman los que viven sino los muertos”. Hombres que murieron en combate sin intuir siquiera que su sacrificio, a partir de la nueva era que se inaugura, carece de cualquier atisbo de gloria.

‘El estandarte’ cuenta también una historia de amor, la que une al joven oficial Herbert Menis con Resa Lang, una dama de la corte de María Antonia de Austria. Este amor se desarrolla en un ambiente suntuoso y cortesano que contrasta con los desastres de la guerra y las penurias que padece el pueblo. Con todo, lo que parecía una historia romántica se desvanece por la fuerza de los acontecimientos y el insobornable patriotismo de Menis.

Una sensación de incertidumbre y sorpresa impregna todo el todo texto. Lernet-Holenia se dejó llevar por la intuición y acertó de lleno al infundir a su obra la impresión de que los acontecimientos se desarrollan como una fantasmagoría. No en balde el nuevo mundo que emerge tras las ruinas es irreal. Los personajes corren en pos de una seguridad que se ha esfumado.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación