Las mujeres de los hombres más despiadados de la historia
El libro «Dictadoras», basado en el programa de televisión de Rosa Montero, recoge una recopilación de madres, mujeres, amantes e hijas de Stalin, Hitler o Mussolini. Aquí hacemos una selección
Actualizado: GuardarEl libro «Dictadoras», basado en el programa de televisión de Rosa Montero, recoge una recopilación de madres, mujeres, amantes e hijas de Stalin, Hitler o Mussolini. Aquí hacemos una selección
12345678910La madre de Stalin
Los historiadores están de acuerdo. Ekaterina, la madre de Stalin, tenía un carácter muy fuerte. Junto con la agresividad y las borracheras de su marido formaba un cóctel explosivo que, frecuentemente, estallaba a golpes. Afianzada en su religión, llevó a su hijo al seminario, del que fue expulsado cinco años más tarde por sus actividades revolucionarias. Señales ya, de acuerdo con «Dictadoras» ( Lumen), de un carácter heredado de su madre: «Fanatismo extremo, destacada inteligencia natural y, sobre todo, elevada predisposición a la violencia».
Nadia, la mujer de Stalin
«Dictadoras» traza el patrón de las mujeres de Stalin: «Lo que quería de las mujeres era tener un ama de casa que, cuando él volviera de sus actividades clandestinas o de sus reuniones con el politburó, le atendiera en todos los sentidos y no le diera problemas», afirma el escritor español Luis Reyes Blanc.
Así era Nadezhda Alliluyeva, la segunda mujer de Stalin. «Fue a la única a la que probablemente él amó de verdad alguna vez. Y fue la única persona que le podía contradecir, que velaba por su propia dignidad», afirma en el nuevo libro basado en el programa de televisión homónimo de Rosa Montero la especialista Olga Romanovna.
Amante también de su madre, Stalin le savó la vida cuando era tan sólo una niña. Sin embargo, cuando sus destinos volvieron a cruzarse, Nadia no tuvo tanta suerte. Se casaron en 1919 y se trasladaron a vivir al Kremlin. Estudiosa (no se resignaba al relegado papel que le guardaba su esposo), bondadosa y austera, sufría constantes humillaciones y maltratos, sobre todo cuando Stalin se emborrachaba. De hecho, uno de esos capítulos supuso su trágico final.
En una fiesta de 1932 ella, contraria a sus costumbres, se arregló con esmero. Sin embargo, Stalin no paró ni de beber ni de coquetear con la bella actriz Galia Zekrovskaya. Cuando el dictador propuso un brindis, ella no le siguió. Stalin le espetó: «Eh, tú, brinda». «A mí no me llames ‘‘Eh tú’’», respondió ella. Tras estas palabras, Nadia abandonó la fiesta. Se dirigió al palacio Poteshny y se pegó un tiro en el pecho. Cuando Stalin se enteró, se sumió en una de sus profundas depresiones.
Svetlana, la hija de Stalin
Svetlana Stalina fue la única hija de Stalin. A pesar de que había muchísima diferencia entre el horrible trato que le profesaba a sus hermanos y el cariño que, en ocasiones, le demostraba a ella, Svetlana afirmaba que su padre le había arruinado la vida. Como se narra en «Dictadoras», su infancia estuvo marcada por la dura represión que ejerció su padre contra su familia más cercana.
«¿Por qué iba quedando vacía nuestra casa? ¿Adónde se habían metido todos?», relata trágicamente en su libro «Rusia, mi padre y yo» Svetlana Stalina. Su ajetreada vida amorosa (se casó en cuatro ocasiones) iba a la par que su trayectoria vital: se convirtió al catolicismo, emigró a Estados Unidos, vivió en Gran Bretaña durante dos años en la década de los 80, regresó a Rusia, aunque solo permaneció allí un año, y después regresó a EE.UU., donde fallecía en 2011.
La madre de Hitler
Adolf Hitler fue criado entre algodones. Su madre había sufrido la pérdida de sus hermanos (solo sobrevivieron él y una hermana) y trató al dictador con excesiva protección. El resultado: un niño excesivamente mimado y un mal estudiante.
Curioso dato revela el libro publicado por Lumen: este hecho marcaría la relación de Hitler con el género femenino. Ejercía sobre ellas una increíble fascinación y se dedicaron a amarle, a pulirle los modales, a financiarle y a darle sus votos. Él les respondía con una profundas misoginia y una convicción de mantenerse supuestamente célibe para la Patria: «Muchas mujeres se me arriman porque soy soltero. Eso fue especialmente importante en los tiempos de lucha. Es como el caso de un actor de cine: cuando se casa, pierde para las mujeres que le adoran ese cierto atractivo y deja de ser su ídolo».
Geli, su sobrina
La relación con su medio sobrina revela el gusto por las jovencitas de Hitler. «Él estaba enamorado de Geli Raubal, pero a su modo: quería, a la vez, poseerla y mantanerla a distancia. Ella era el adorno de su casa y las delicias de sus horas de ocio: su compañera y su prisionera», afirma Robert Payne, autor de «Vida y muerte de Adolf Hitler». Calificada como bonita y divertida, siempre había alguien del partido que la vigilaba y su casa se acabó convirtiendo en una cárcel. «Dictadoras» narra su trágico final, después de una acalorada discusión con el dictador en 1931: «Esa noche, Geli dijo que tenía dolor de cabeza y se retiró temprando. En la habitación tomó la pistola de su tío, una pequeña Walther 635, la envolvió en una toalla y se pegó un tiro en el corazón». Sin embargo, el disparo no le produjo la muerte y falleció tras largas horas de agonía.
Magda Göbbels, primera dama del Tercer Reich
Siempre se ha dicho que Hitler estaba enamorado de Magda, la mujer de Joseph, su ministro de propaganda. Y, como el dictador no estaba casado, jugó un papel oficial, el de primera dama del Tercer Reich. En «Dictadoras» explican la extraña relación que hubo entre ambos: «Para el Führer pudo haber sido una musa, una hermana, y el lugar de ambos, un lugar adonde ir. A Hitler le encantaba la comida en casa de los Göbbels y la compañía del matrimonio y sus hijos». Tuvieron seis vástagos y a todos ellos los asesinó antes de suicidarse junto a su marido en el búnker en el que pasaron sus últimos días junto al dictador.
Eva Braun
Eva Braun comenzó su relación con Hitler cuando ella tenía veinte años y él, cuarenta y tres. Al igual que con su sobrina Geli, mantuvo a Eva semi recluida. Esa postergación le costó a Eva dos intentos de suicidio. Sin embargo, cuando comenzó el ocaso del Tercer Reich. El dictador comenzó a abrir la mano y permitió que ella ocupara un papel más protagonista. Incluso comenzó a ejercer de «la señora de la casa en Berghof, lugar de descanso y seguna residencia gubernamental de Hitler. Todos los que la conocieron en esa etapa aseguraron que era muy buena administradora de la casa, amable y organizada, y que, cuando ella estaba, se comía bien», se afirma en «Dictadoras». Esa progresiva apertura en la relación acabó en boda pocos días antes del suicidio de ambos.
Mussolini: Rachele Guidi
El dictador italiano intimó con un incontable número de mujeres. Pero sólo se casó dos veces. Rachele Guidi fue su segunda esposa. En «Dictadoras» la describen: «Doña Rachele tenía un carácter prosaicamente práctico, discutidor, severo y autoritario, a veces más que el marido. Era una mujer dura y difícil, que se opuso a todo tipo de clemencia para el yerno Ciano, ‘el traidor’ casado con su hija Edda, cuando fue condenado a muerte. Edda decía: ‘El verdadero dictador de la familia es mi madre’.
Las hijas de Mussolini
«Fui capaz de someter a Italia, pero nunca podré someter a mi hija», decía el Duce. Ella era Edda, su preferida, que apoyó la política de su padre, pero su carácter indomable y su energía la llevaron a ser de las primeras italianas en llevar pantalones y bikini. Se caso con Gian Galeazzo Ciano, quien votó contra Mussolini en 1943 en el gran Consejo del Fascismo. Fue condenado a muerte por ello. Los intentos de salvarlo de Edda fueron infructuosos. En cuanto a su hija menor, Ana Maria Mussolini: «a los siete años sufrió una poliomelitis vírica que le causó problemas toda la vida y provocó depresiones en el padre, que casi lo llevan a dejar el poder. Tras la ejecución de éste, el Comité de Liberación Nacional la detuvo y desterró a la isla de Ischia con su madre y un hermano», relata «Dictadoras»
Clara Petacci
«Fue Clareta Petacci la amante total, la que más tiempo y más agusto estaba con él, la que lo siguió hasta la muerte», relatan en «Dictadoras». Treinta años más joven que él, se enamoró del Duce a los catorce años y actuó como total aduladora de su líder. Tanto que rehusó la huida y se quedó junto a Mussolini hasta el fin.