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Tom Wolfe: «Si nos importan las noticias, la situación del periodismo es preocupante»

El escritor estadounidense presenta en Barcelona «Bloody Miami», su cuarta novela, y pasa revista al estado de ese reporterismo que él mismo ayudó a reinventar

Tom Wolfe: «Si nos importan las noticias, la situación del periodismo es preocupante» inés baucells

david morán

“¡No se me ocurre qué clase de vehículo merece ser aparcado aquí!”, exclama un Tom Wolfe (Richmond, Virginia, 1931) que, a sus 82 años –o 104, si hacemos caso de sus propias palabras-, parece mantener intacta la capacidad para maravillarse. “¿De verdad esto eran unas cocheras?”, añade fascinado mientras observa con sus ojos de sátiro curioso el techo del sótano de La Pedrera.

Un emplazamiento más que idóneo, según revela el editor Jorge Herralde, para que el pope del Nuevo Periodismo y mordaz cronista de los excesos y miserias de sus compatriotas, despliegue su poder de seducción y su habilidad a la hora de convertir el más trivial de los detalles en una fantástica historia. “Algunos autores, seguramente envidiosos, califican a Wolfe de excesivo. Y, efectivamente, lo es. Está en su ADN. Como en el de Guadí”, subraya el editor de Anagrama, sello que acaba de publicar “Bloody Miami”, la cuarta novela del autor de “Ponche de ácido lisérgico”.

Y así, excesivo y mordaz, Wolfe empieza maravillándose y acaba maravillando, pasando de puntillas por su brillante y demencial retrato de Miami, “la única ciudad del mundo en la que gente de otro país, con otro lenguaje y otra cultura, ha tomado el poder político en menos de una generación”, para entretenerse en el negro presente del periodismo; recordar la importancia de los saleros como implacable termómetro de la escala social británica; relatar cómo Charles Darwin le birló la Teoría de la Evolución a Alfred Russell Wallace; rememorar su primer encargo “serio” del “New York Herald Tribune” entrevistando a la “supuesta” viuda de un mafioso… Cualquier tema es bueno para tomar un desvío y escapar de los rigores de la charla promocional.

El novelista accidental

Será que, como él mismo da a entender repetidamente, sus novelas no dejan de ser un accidente en su carrera como periodista y reportero. “Me decían que si hablaba tanto de la no-ficción era porque no me atrevía con la novela, así que escribí 'La hoguera de las vanidades'. Pensaba que sería mi primera y última novela, pero tuvo tanto éxito que no pude resistir la tentación hacer otra. Y luego otra. Y otra”, explica un Wolfe que, como impulsor del reporterismo enriquecido, no tiene problemas a la hora de señalar que el periodismo actual está en “serios problemas”.

“Hoy en día, si a un joven le pillan comprando un diario se muere de vergüenza. No hay nada menos cool que eso. Hemos vuelto a la comunicación tribal, cuando la gente veía una hoja impresa y pensaba que alguien quería engañarle. Ahora solo interesa lo que se dice al oído, los cotilleos, y eso es lo que hacen los blogs, sirviendo rumores sin verificar. Es curioso, pero en 1940 se cubrían más noticias que hoy en día en Estados Unidos, porque había más reporteros y medios de comunicación. Así que si nos importan las noticias, la situación es preocupante ”, relata.

Normal que para el autor de “Todo un hombre”, aquellos reportajes de 10.000 palabras que “Rolling Stone” encargaba a Hunter S. Thompson sean hoy parte de una prehistoria que ni siquiera el formato digital ha sido capaz de resucitar. “Es difícil, costoso, ocupa mucho espacio… Ningún editor de Internet querría apostar hoy en día por algo como el Nuevo Periodismo”, sentencia.

Quizá por eso “Bloody Miami”, con sus multimillonarios adictos al porno, su lucha de clases soterrada, su ácida mirada al mundo del arte y sus personajes masculinos siempre al borde del delirio, es también un ácido retrato de un universo periodístico en el que el propio Wolfe se proyecta en la figura de John Smith, joven y ambicioso reportero del “Miami Herald”. “Tiene mucho de mí, sin duda. La mayoría de periodistas son aquellos que siendo niños eran marginados en el patio del colegio. Pronto me di cuenta de que el mundo se dividía así: los que mandaban en el patio y los que no”, explica.

Un hombre en La Habana

Transformando cada respuesta en una sensacional anécdota y obviando en todo momento el desmesurado adelanto que recibió por la edición inglesa de “Bloody Miami” – cinco millones y medio de euros; a 7.676,49 euros por página- , Wolfe señala que con "Bloody Miami" su intención no era otra que tratar de explicar lo que ocurre con los inmigrantes cuando se establecen en otro país. Su primera idea, desvela, fue aproximarse a la comunidad vietnamita de Los Ángeles, pero el hecho de no hablar ni entender una palabra del idioma le hizo cambiar de rumbo.

Así que ahí estaba Miami, ideal para su objetivo y también para desempolvar los cuatro años de español que Wolfe estudió en el instituto y la universidad. Cuatro años que, confiesa, no le han servido de mucho -“la única intención de las clases era conseguir leer el Quijote en versión original”, desvela- pero de los que echó mano para conseguir que “The Washington Post” le enviase a La Habana cuando Fidel Castro llegó al poder. “No podía hablar español, pero sí que podía leer la prensa comunista. Eran diarios de acción y con algunos artículos muy buenos. ¡Creo que nunca me había visto a mí mismo haciendo una defensa de la prensa comunista!”, explica.

Para ese viaje, sin embargo, Wolfe tuvo que prescindir de ese traje blanco que se ha convertido en su segunda piel. “El blanco se identifica con la clase dominante, con quienes tenían las plantaciones”, asegura. El blanco, añade, le hubiese traído no pocos problemas. Y bastantes tuvo ya con plantarse en medio de La Habana armado con un paraguas. “No hay ningún hombre que se considere como tal en Cuba que lleve paraguas”, bromea.

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